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Días de gracia que trasluce

por Josefina Gámez Rodríguez

 

 

 

Everardo Gout y un equipo que debería ser considerado ya legendario del último período (segunda década del nuevo milenio) del cine mexicano nos entrega una obra maestra súbita e instantánea: Días de gracia, una ópera prima sin precedentes que hará vibrar a los espectadores de hoy y quedará como lastre documental para tiempos futuros.

En Días de gracia (Everardo Gout, 2012), muy vista y muy reconocida en 2011 (Cannes, FICG), se juega con todos los elementos narrativos del cine posibles. Movimientos de cámara, cortes, calidad fotográfica, montaje, manipulación extrema de la banda sonora, todo es puesto en juego por tres posibles historias que se dan a lo largo y ancho de 8 años o tres mundiales de futbol, para ir sobre la precisión espacio-temporal que sugiere la máquina del tiempo rica, imprecisa y emotiva que también es esta película.

Este filme va de la dilatación absoluta de los múltiples y monumentales planos aéreos, de los ralentís rotos, de las secuencias silenciadas, al acelere de los cortes continuos, de los travellings horizontales, de los inmensos planos secuencia, de la articulación de planos fijos, de los menos cuadros por segundo que ofrecen los formatos súper 8 y 16mm, y todo al servicio de una unívoca causa que debe quedar más que clara: la vidita criminal de la Ciudad de México durante los 30 días que dura un mundial futbolero, días en que se sospecha hay una especie de tregua entre el crimen y el poder judicial, por ende días de gracia.

Entonces, tres veranos fundamentales habrá que tomar en cuenta para seguir el ritmo destrozado de este entramado que es un solo tiempo conjugado en acción: el mundial de Córea del sur/Japón (2002), del cual salió campeón Brasil, dejando atrás a Alemania y a Turquía; el mundial de Alemania (2006), donde Italia se convirtió en vencedor debido a que Francia fue un pésimo contendiente (¿recuerdan el cabezazo de Zidane?); y Sudáfrica 2010, en que España arrebató la copa del mundo a la naranja mecánica, sólo para recordarle al lector la importancia de la memoria futbolera en esta película que, no obstante, no desborda pasión futbolística insoportable: resulta que los datos estadísticos importan porque la única línea del tiempo a seguir son los partidos que a ratos se dejan ver, se dejan escuchar en todo el filme.

Durante el mundial de 2002 somos testigos fragmentarios del ascenso del enigmático súper policía (nueva revelación en el cine mexicano) novato Lupe Esparza (Tenoch Huerta impresionante) –que gusta de torturar a sus cuantiosas víctimas a ritmo de Bronco– en la vida activa, fanática y subterránea de determinado cuerpo policíaco cuya denominación espectacular de secrecía es “Los Dorados del comandante José” (José Sefami regio), que al grito de “¡los policías no somos árbitros, somos jugadores!” pone en jaque a la banda criminal de la madrina a la que conviene desaparecer.

En este período del film, llamémosle verano coreano-japonés, suceden dos planos secuencias (persecución callejera y flirteo en burdel) dignos del mejor Kalatozov (Soy cuba, 1964, aunque finalmente redescubierta en 1995) que imprimen de cierto rasgo vehemente a este momento que permeará toda la película, ya que el verdadero ascenso de Esparza no se da dentro de la corporación policíaca, a la que termina por aplastar ya transformado en monstruo del sistema, sino en su trascendencia al crimen organizado, que dirige vuelto un demonio que rige todo con su voz herrumbrosa y omnipotente –pero ya sin Bronco ¿por qué?–, en pleno 2006.

El mundial de Alemania 2006, el más errático también lleva consigo las calientes elecciones en México, a las que todos tristemente recordamos, de las que todos tristemente vemos las consecuencias, y este período será contado desde el confuso monólogo interior de un empresario secuestrado (Carlos Bardem a toda voz), quien pretende en todo momento tener el control de la situación, y especialmente de uno de sus novatos secuestradores, el Iguana o Doroteo (Kristyan Ferrer que crece) –niño al que ya vimos enfrentarse a su destino durante el anterior mundial (vide supra)–, medio apasionado del box que definirá este verano alemán de Días de gracia (en ese mundo poco importan las elecciones presidenciales, y a la pregunta de “¿quién ganó?” que hace el empresario refiriéndose a los partidos políticos, la respuesta es el futbol) con su mirada abismada, con su perdida de inocencia congruente a los tiempos violentos, con su apenas palabreo intachable de analfabeto total, que, luego de huir despavorido por las barrancas de la Delegación Álvaro Obregón, en el 2010 renacerá como ¿jefazo de banda? ¡¡No, el filme termina, recuérdelo, lector, hasta después de los créditos, que en sí mismos son un cortometraje de lujo!!

Durante el verano en Sudáfrica 2010 veremos en acción a la familia de un secuestrado, el otro lado de esa historia de terror que todo tiene que ver con la criminalidad: ¿qué se vive? ¿cómo? ¿se paga o no? Y aquí toda la violencia del otro lado –que, por cierto, no vemos en tiempo y forma, pero sí durante el pasado mundial (vide supra, no lo olvide, lector)– es interiorizada por la criada, Maxedonia (Eileen Yañez), y la señora (Dolores Heredia) de la gran casa afectada. Es el período más estático, pero más intercambiable y redituable para efecto de los otros dos mundiales anteriores, debido a que Max, nombrada así de cariño por la familia que la mantiene, es hermana del que a esa altura podríamos decir que resulta el protagónico absoluto de la película: Doroteo, al que no vemos nunca convertido en señorón secuestrador, pero que se deja intuir en el discurso del intermediario del secuestro (un Dagoberto Gama muy interesante), un asesor que pone en jaque a la familia, pero que consigue traer a casa a la víctima.

Días de gracia que trasluce una realidad espectacular. Que trasluce una ciudad terrorífica que respira a sus anchas en el cuerpo de seguridad, en las barrancas populares e insondables, en las casas de los ricos vigiladas por los pobres, en el mundial.

Trasluce el sueño de Griffith de poder montar genialmente todos los tiempos posibles en un solo discurso y sin distinción de cortes explicativos (Intolerancia, 1916, así se planífico y así se malentendió por todos, incluso por el propio megalomaníaco director) para llevar al espectador hacia una catarsis abismal que lo emocione, que lo indigne y que lo lleve a lugares en donde él nuca se imaginó estar, en zapatos que no podría calzar, a veranos sonoros impactantes (“Summertime” en tres distintas versiones es el poderoso leit motiv).

Trasluce la mierda secular en que andamos metidos hasta las narices, pero que nos encanta ver recreada una (Los olvidados, Buñuel, 1950) y otra (La sombra del caudillo, Bracho, 1960) y otra (Amores perros, Iñárritu, 2000) y otra (Todo el poder, Sariñana, 2000) y otra (La ley de Herodes y El infierno, Estrada, 1999 y 2010), y otra vez (Miss bala, Naranjo, 2010), llamando la atención de una de las constantes en el cine mexicano: el alegre exhibicionismo formal de nuestras miserias políticas, que no debe hacer menos a nadie, sino engrandecer a todos los espíritus, pues sólo llega lo mejor de la cotidianidad al arte industrioso del cine que finalmente acaba fabricando moralejas sublimes que dan mucho que pensar aunque sea a pocos.

Días de gracia trasluce la emoción cinematográfica de vivir y morir en cualquier instante en la monstruosa Ciudad de México a la que se debe toda la mugrienta fotografía del buen Sansans (Conejo en la luna), absolutamente justa y necesaria en esos mundillos melancólicos a pesar de todo, y el ritmazo depredante de la edición de Hervé Schneid (Amélie, Jeunet, 2001), acompañado de la banda sonora, hecha a base de puro golpe maestro (Shigeru Umebayashi, Nick Cave, gente de Massive Attack, Scarlet Johansson et al.), elementos que en su conjunto pueden estar armando un clásico instantáneo.

 

12.04.12



Josefina Gámez Rodríguez


@PepitaGamez

Maldecida por la conjunción de sus padres, está destinada a desgarrar filmes para ganarse la vida, mientras gusta de prostituirse como divertimento cultural. Si de rostro bizantino, su maquinaria torácica pasa atrevidamente por lo más vanguardista....ver perfil
Comentarios:
20.04.12
Pina campos dice:
Excelente pelicula Excelente reparto RECOMENABLE si hay buen cine mexicano DIAS DE GRACIA
23.05.12
Kevin dice:
No. Hay buen cine mexicano, ajá, pero Días de Gracia no es el ejemplo.
comentarios.