por Adriana Bellamy
Exhibido en la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara y reconocido en la categoría de Movimientos sociales y organización ciudadana del VII Encuentro Hispanoamericano de Cine y Video Documental Independiente (Contra el silencio todas las voces), Flor en Otomí (2011) es el más reciente largometraje de la realizadora Luisa Riley.
En esta película se muestra la vida de Dení Prieto Stock, quien decide ingresar a la organización guerrillera del FLN (Fuerzas de Liberación Nacional) y, unos meses después, el 14 de febrero de 1974, muere durante el asalto militar a la Casa Grande en Nepantla, a los 19 años, junto con cuatro compañeros más.
El documental brinda una selección de varios momentos en la vida de esta joven desde su nacimiento: quiénes eran sus padres y familiares más cercanos, sus amigos, en dónde estudió, las actividades en las que estuvo involucrada, etcétera. Riley decide iniciar el filme con las notas de periódico que dan cuenta de lo sucedido en Nepantla, para cortar a un travelling de la carretera y, finalmente, realizar una panorámica descriptiva de la Casa Grande. A partir de este momento, la historia de Dení será relatada, principalmente, por su hermana, Ayarí Prieto, su tío Luis, Elisa, compañera de Dení en Casa Grande y testigo directo de los hechos en 1974, además de otros amigos y conocidos.
Riley crea un relato de retorno a la memoria que alterna entre la fuerza visual y sonora de los paisajes en Nepantla y Tlaxcala —mediante largos movimientos panorámicos de la cámara, acompañados en algunos momentos por la voz en off de las entrevistas y la música de Steven Brown—, el testimonio directo a cuadro y la voz siempre presente de Dení a través de algunas cartas que escribió a su prima. En los pliegues de la narración se delinean algunos de los momentos más significativos de la historia de México durante el período de los años sesenta y setenta: el movimiento estudiantil de 1968, la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, el Halconazo en 1971, el surgimiento del FLN, como uno de los grupos guerrilleros más importantes de ese momento vinculado con el núcleo guerrillero Emiliano Zapata (antecedente del EZLN), entre otros. Esta estructura circular se conserva hasta la última parte del filme con la reconstrucción de los hechos ocurridos en Casa Grande y la reacción de la familia de Dení después de enterarse de su muerte.
La historia de Dení es reflejo de muchas otras, su rostro, símbolo de tantos rostros sin voz, desaparecidos y asesinados en el anonimato.
Entre las características más destacadas de Flor en Otomí se encuentra la mezcla de materiales que determinan la factura del documental. Pues, además de utilizar las conocidas entrevistas a cuadro sincronizadas con el sonido como eje conductor de la narración, la realizadora introduce artículos de periódicos, la bitácora de las actividades del FLN en Casa Grande, la correspondencia personal de Dení, así como viejas fotografías y videos familiares en Super 8. Entre los recursos más efectivos está la selección en negritas de varias oraciones importantes de la bitácora del FLN, que describen las experiencias y el carácter de Dení, conocida por el alias de María Luisa, durante su estancia en Casa Grande.
Si bien el documental cumple tanto la función de testimonio y divulgación de material de archivo histórico, Riley mantiene una mirada que la aleja del discurso panfletario. Por un lado, la realizadora revela un punto de vista personal, fundado en una amistad y cercanía con la familia Prieto desde la infancia, que le permite reconstruir esta historia desde diversas perspectivas. Por otro lado, uno de los motivos principales que originaron el proyecto de casi cinco años de investigación y rodaje fue, como ha señalado John Grierson, “llenar una necesidad pública”, ya que para Riley Flor en Otomí forma parte crucial de la denuncia de esos sucesos representativos del período de la guerra sucia en México.