por Paola Parra
Miedo en escalas máximas, sintomatología física, pérdida del control, nervios de punta y pie. Las fantasías que enmudecen e impactan a las sensaciones más perdidas, más enfermas, más groseras. El terror cuerpo, el terror persona que tiene su espacio bien definido en la cultura. Cultura en la que bien cabe el cine. Hablar de cine de terror es hablar de la perdida de la normalidad. Rupturas que inflaman lo cotidiano escalando estructuras estéticas que no pueden escapar de lo sorprendente, de lo mórbido.
Es el terror el marco en el que, desde 2008, se lleva a cabo el Mórbido Film Festival. Foro donde este género cinematográfico es desmenuzado a partir vistas, análisis y debates. Todo esto sin excluir a la música, teatro, pintura, literatura; artes íntimamente ligadas con tan escalofriantes formas de representación.
Mórbido Film Festival es reconocido, también, por aproximarnos a las producciones latinoamericanas del género; tanto las que se guardan en el memorial colectivo, como aquellos descubrimientos simplemente imperdibles. Durante el arduo caminar de este proyecto se ha podido apreciar joyas invaluables como: Hasta el viento tiene miedo (Taboada, 1967), DoƱa Macabra (Gavaldón, 1971), El Vampiro (Méndez, 1957), El Hombre y el Monstruo (Baledón, 1959), etc. Además de un buen número de filmes (nacionales y extranjeros) que llevan por fundamento el inquebrantable, siempre polémico y cuestionable, apelativo de ācine de cultoā.
Un buen número de eventos han dado mayor fundamento al festival. Entre las actividades alternas a las proyecciones se han ejecutado charlas abiertas con directores del género; muestras como la del artista plástico José Manuel Schmill o las exposiciones del escultor orgánico Carlos Miller, las del artista Gustavo Bernal Varela, y a su vez ha sido posible ser espectadores de puestas en escena como āOjo de gatoā.