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Cloud Atlas o el evangelio apócrifo

Un polémico estreno recorrió los primeros días de este 2013 en las carteleras mexicanas. Quien lo odió y quien lo amó abrevan en un misma fuente: la lucha del hombre contra el sistema del hombre, y en torno a ello, va y viene esta reflexión sobre lo que es y lo que se prepara ser Cloud Atlas.


Y hay que quemar el cielo si es preciso.

Por vivir,

por cualquier hombre del mundo,

por cualquier casa.

Silvio Rodríguez


por Axel García Ancira

Cloud Atlas, estrenada comercialmente en México en diciembre de 2012, y seguro desde antes en clon Blu Ray, protagonizada por Tom Hanks, Halle Berry, Dona Bae, etcétera, y dirigida por el hermano y la hermana Wachowski y Tom Tykwer, es una de las más caras producciones del cine independiente. La película está ambientada en seis distintas épocas y espacios: el Océano Pacífico de 1849; la Escocia de 1936; San Francisco de 1973; Reino Unido, 2012; la Neo Séul, Corea, de 2144 y un planeta cercano, Hawaii, en 2321, en donde cada actor representa diferentes personajes e, incluso, géneros.

Las lecturas sobre las marcas y signos del siglo XXI no pueden hacerse sin interpelar a las imágenes de los hermanos Wachowsky. Los profesores de filosofía inician a menudo sus cursos citando la famosa escena de la píldora azul y la píldora roja, y tal vez no haya manera más didáctica de explicar el Ser que recurriendo a la idea de La Matrix (que suena chido, así con equis, por supuesto femenino y quizá, no cinematográfico para la mente de publicistas que nos dicen a menudo qué pensar, qué suena bien y qué no). Con Cloud Atlas –el Atlas del Cielo en España, donde no temen que lo cinematográfico se pierda si la sonoridad del título tiene las vocales más sonoras del castellano– tenemos un filme de casi tres horas de duración, llamada a ser una de esas épicas historias del celuloide y sin embargo, una leyenda negra le ha perseguido desde incluso antes de su filmación.

Cloud Atlas terminará siendo un filme de culto, se le diseccionará en coloquios, se examinarán sus secuencias y se hipostasiarán miles de teorías con las que los exégetas de la mirada buscarán decir que la película dice lo que no dice y que “subyacentemente” tiene sentidos ocultos a los ojos de la plebe. Las críticas que deshacen la película podrían dar una buena razón a los “eruditos” para intentar explicar este filme, quizá demasiado “indie” para ser de todos, quizá demasiado neón para ser profundo. Revisé decenas de críticas negativas en donde los malabareros del lenguaje atinan a llamarla “desperdicio”, “mamotreto”, y “pretenciosa”. Pre-ten-cio-sa, pienso y río incrédulo. Ningún crítico, llámense “serios” o "casuales", atinan a decir por qué el filme es pretencioso y evaden con no muy brillantes elipsis la explicación de en qué momento deja de ser un filme que pretende y empieza a ser pretencioso. Pues bien, los críticos que, a sueldo o voluntariamente enajenados defienden los intereses de la industria, no le perdonarán a Cloud Atlas revelar un secreto del relato, sea aquel cinematográfico o no; y este es:

todas las historias son una sola historia.



Cloud Atlas discurre en el tiempo bajo la premisa sabida por todo cinéfilo atento de que no hay nada nuevo que contar, sólo nuevas interpretaciones, nuevas maneras de sentir las historias. Como alguna vez Gutierrez Alea (cfr. Memorias del subdesarrollo, 1968) se atreviera a intercalar imágenes de archivo para dar un sentido profundo a su personaje, Sergio, o como el epílogo de Cinema Paradiso (Tornatore, 1988) en donde las escenas de varias películas son editadas para mostrarnos el clímax de las historias una tras otra, el filme de los Whachowsky y Tikwer no tiene empacho en llevarnos a un punto en donde los diversos relatos convergen sensorialmente para ser conectados de manera vibrante en un tiempo-espacio distinto. Son seis narraciones que en realidad podrían, de re-editarse, ser mediometrajes de una calidad aceptable, unidos en el tema: el hombre contra el sistema de su tiempo.

Pero nuevamente, los directores de este filme advierten un sentido y significado más profundo: el destino, ese villano favorito de las tragedias, puede, ineludible o no, ser retado a partir del conocimiento y el reconocimiento de las reglas en que se sustenta. Así en el siglo XIX, la esclavitud, como en un futuro, lejano para nuestros ciclos vitales o cercanísimo en los tiempos históricos, en donde la catástrofe ecológica ha llevado a la destrucción del planeta y el ser humano (o algo que se le parece), necesita elevar sus señales –plegaria para el pueblo en el tiempo mítico, mensaje intergaláctico para la sociedad histórica– en busca de un nuevo hábitat.

Cada episodio, rodado por diferentes equipos de producción, reutilizando para cada uno a los mismos actores, aparece conectado por algunos objetos, cuyo papel no es clave para descifrar las intrigas de cada época, pero que sí nos habla de la función histórica de las acciones humanas y sus marcas en el tiempo. Mientras que algunos aplauden los maquillajes de los conocidos Huge Grant o Hally Berry, otra lectura posible es la del reciclaje espiritual mejor conocido como reencarnación, cada quien su Castaneda. Más importante me resulta la idea de que descendientes, parecidos a sus antecesores, podrían estar una y otra vez metidos en las mismas batallas, siempre por la liberación, encontrando y perdiendo el amor, pero descubriendo de él las razones para ser libre.

Y es justo en estos finales complacientes, melosos, circulares, que Cloud Atlas podría aparecer como una película condescendiente con el espectador. Habrá que darse a la tarea de ver en los intertextos con el libro (con toda seguridad esta tarea de crítica será completada en otro lugar). Pero regresando al filme en tanto filme, ni si quiera el final termina por ser completamente chocante, pues el happy end está perfectamente contrastado con la visión apocalíptica y distópica de los dos espacio-tiempos más futuros.


Quien me haya seguido a este punto, caerá en cuenta de que no hay detalles en este escrito que cuenten las tramas internas, y quizá cada una de ellas merezca una detallada crítica, pues pienso que Cloud Atlas es más una película hecha de seis películas, es decir, una séptima película que adquiere su sentido en la síntesis, al más puro sentido eisensteniano. Más importante creo, es la lectura que puede tener el filme en la recepción de estos días, donde parece que a la fantasía se le permite todo, mientras no hable de las estructuras sociales: quizá sea por ello que poco se repara en mencionar esos signos en donde las marcas corporales (sí, al más puro estilo de los "magios" en Los Simpson) denotan la existencia de un espíritu de combate. No cabe la ingenuidad, cuando vemos que es una estrella con cola, un cometa, quizá sólo el astro sería ese elemento que inconscientemente están buscando los críticos del sistema para tratar de destrozar el filme... ahí está lo que busca.

Cloud Atlas es la antípoda del cine más posmodernista que, harto de no encontrar nada se refugia en el sinsentido de la expresión efectista. Pretencioso es el adjetivo que le da una época que vomita en la idea de una verdad que trascienda la emoción de un instante, que repite ad nauseam que el terrorismo amenaza nuestra civilización (Sky Fall) o que toda justicia popular esconde negros intereses encubiertos (Batman, el Caballero de la Noche).

Injusto sería también superponer sentido a Cloud Atlas, pensando en el mensaje o en su intención. Su mayor logro consiste en reactualizar los códigos expuestos en filmes como La máquina del tiempo (1960) en cuanto a la representación episódica de temporalidades muy lejanas entre sí; Eclipse en el corazón (1995) como referente en la historia de amor entre dos jóvenes artistas, o podemos ver una referencia en distinto tono, en lo que podría consistir la más provocativa de las historias (la única ubicada en el presente), donde existen constantes referencias al Atrapado sin Salida de Milos Forman (1975) e incluso al humor histérico de Woddy Allen.

Así que si un filme logra por planeación o casualidad, después de (como decimos en México), “ser un completo mole”, tener lógica, coherencia y un significado claro, podemos perdonar el maniqueísmo de los personajes en algunos de los episodios que lo conforman, y por otro lado, aplaudir los arrojos de hacer un cine autoral (triautoral) más allá de las lógicas que el mercadeo impone para estrenar un filme.

Y por si todo esto no fuera suficiente, tal vez baste decir que un filme que convida a pensar que toda lucha en el mundo es parte de una misma lucha, que las derrotas siempre son pasajeras, y que la verdad es un poderoso haz de inspiración, es razón suficiente para admirar su discurso en tiempos donde los rótulos del oscurantismo y las auto-parodias parecen estar en las puertas más socorridas.


04.02.13

Axel García Ancira


Paranóico, verborreíco, postapocalíptico, dialógico, de México, herético, senso-estético, retórico, orgiástico, teorético. Productor y realizador para Hispan TV, actualmente estudia una maestría en estética en el Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM. ....ver perfil
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