En los setenta dije “por favor, hagan copias pirata de mis cintas. No me importa. No tengo dinero para hacer copias de mis filmes, pero si tú lo tienes, hazlo”. No puedes pararlo. ¿Porqué debería detener a la gente que hace copias de mis filmes? Muchos clásicos sobrevivieron gracias a que la gente hizo copias y no le contó a nadie.
Jonas Mekas *
A diez años de su creación y levadúrico ascenso en reconocimiento y uso web-internacional, The Pirate Bay ha sufrido una evolución tan drástica como los ataques legales (y por medio de hackers) de parte de gobiernos como el estadounidense, de los estudios fílmicos y de videojuegos más grandes.
A partir de esta situación iniciada en 2008, Simon Klose se acercó poco a poco a los protagonistas tras los teclados que crearon y proyectaron a TPB en una escala multi-global. El documental TPB AFK: The Pirate Bay Away from Keyboard (Klose, 2013), estrenada en la Berlinale, llega poco más de un año después de que el copyright se convirtiera en noticia mundial con la ley SOPA (Stop Online Piracy Act); el cierre de Megaupload, ocurrido el 19 de enero de 2012 bajo presiones políticas y legales; así como el ascenso a dos escaños del Parlamento Europeo por el Pirate Party , facción política y legal multinacional (conformada desde 2006).
Si The Social Network (Fincher, 2010) es la (entretenida) dramatización de Hollywood sobre Internet y el intento de inmortalización de algunos de sus “genios”, TPB AFK nos trae la realidad (pestilente) de Hollywood y los defensores del copyright, enfrentándose de cerca con las mentes de otros genios: Gottfrid Svartholm, Fredrik Neij y Peter Sunde. Si bien ambos trabajos se mueven alrededor de un juicio legal, que muestra ese aspecto de “punk y prodigio” de los protagonistas, los creadores de The Pirate Bay (en especial Gottfrid y Fredrik), resultan ser toda esa locura que “grandes” histriones como Justin Timberlake nunca lograron evocar a cabalidad.
TPB AFK no trata de santificar a nadie, retrata a Gottfrid y Fredrik también como bullies adictos al Internet, que abusan de las drogas y el alcohol, respectivamente. Gottfrid Svartholm es quizás el más radical del grupo, mientras que Fredrik Neij, el programador, sólo gusta del desafío de trabajar en un proyecto tan importante, y Peter Sunde se presenta como un sujeto más sensato y calmado.
En el documental vemos a estos tres personajes los vemos en circunstancias extraordinarias, aunque no todas tienen que ver con el juicio que tal vez los lleve a prisión. Fredrik, por ejemplo, contrae nupcias en Laos, comprometiéndose legalmente a pagar 12 mil dólares en caso de que abandone a su esposa (nada en comparación con los millones que debe pagar si regresara a Suecia).
Gottfrid, Fredrik y Peter presentan, es más, proponen ideas para renovar el sistema, tan radicales como digitalmente imaginativas, y tan peligrosas como lo son para las compañías multinacionales de entretenimiento las hordas de manifestantes, nerds o hackers de Internet, usuarios y misceláneos que han salido en su defensa ideológica.
La película hace un trabajo preciso al intentar ganarse la confianza del espectador, reconoce abiertamente que estos hombres tienen visiones diferentes para el mundo: opiniones condenadas y eliminadas de cualquier debate por los encargados de custodiar los derechos de autor. Sin embargo nunca se manipula la historia para que se vean como iconos y mártires, también da voz a la oposición sin presentarlos como fascistas. En suma, muestra los acontecimientos históricos que rodearon el juicio federal de manera precisa y honesta.
Algo más que diferencia a TPB AFK de sus similares del cine “independiente” es la manera en la que se ha dado a conocer. Bajo la obviedad de que ninguna compañía distribuidora internacional tradicional le dará voz, ni tampoco las exhibidoras le darán espacio, usted puede ver este documental en este preciso momento, el filme está dispuesto para descarga tradicional o por torrent, también para visionado en línea por Youtube, Cuevana (y similares) o simplemente dirigiéndose a la página oficial. El documental aprovecha así las propias posibilidades de exposición, difusión y fondeo que el documental mismo defiende, haciendo acuse del uso de la lógica tan desvanecida en el comercio cultural trasnacional corriente, que ha sido enclaustrado, rebasado y debilitado en “sus” avejentados medios de contacto con el espectador.
Esto coloca a la película dentro de un importante movimiento reciente en la historia del cine documental: la transgresión de las salas, museos, muestras y festivales como medio particular de exhibición y conexión con el público, los espectadores, la crítica y por tanto con el debate social.
Si usted ve el filme y ya tiene una postura sobre esta situación, ya sea en favor de la piratería en línea o en contra, puede que lo haga considerar dos veces antes de descargar una película o cuando decida ir a la tienda de videos a comprar una, pero de igual manera no va a cambiar su opinión al respecto. Es posible que vea a Gottfrid, Fredrik y Peter como héroes o villanos en función de sus propios puntos de vista, pero el principal objetivo es que pueda verlos como personas defendiendo sus ideas.
La manera en que se hacen y se observan las películas ha cambiado drásticamente y de forma continua durante los últimos 10 años. Pareciese cada vez más fácil hacer, distribuir o ver una película. Si usted, lector, acostumbra a descargar películas de internet, sin duda sabe qué es The Pirate Bay, ha utilizado torrent y seguramente conoce sitios de intercambio de archivos similares. Probablemente sabe mucho más acerca de esto que nosotros, pero sin importar su conocimiento, este filme se yergue como un documental valioso, temática y cinematográficamente, que narra más a detalle la compleja situación de las descargas ilegales o no y hace evidentes los mejores y peores efectos de ello.
A pesar de que The Pirate Bay va más allá de compartir películas y música, el cine estadounidense resulta ser uno de los personajes de reparto en esta historia. A partir de esto nos permitimos exponer una reflexión sobre el tema, desde una perspectiva que curiosamente no es presentada en el documental: la de los creadores de filmes.
Mi película, Sita Sings the Blues (2008), no es propiedad intelectual; es cultura. Y la cultura se mueve entre la gente, de la misma forma que el arte y todas esas cosas que me influenciaron y llegaron de otras partes. Se mueve a otros lados también… y ahora mi más grande placer en la vida es verla copiada, compartida, editada, etc. No sólo no tengo ningún problema con cosas como The Pirate Bay, sino que las aprecio. Ellos son distribuidores. Lo que Warner llama “piratas”, nosotros le debemos llamar distribuidores. Y son mejores.
25.03.13
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