por Verónica Mondragón
Derivada de un arduo tratamiento de trabajo realista, Al-Mansour presenta La bicicleta verde (Wadidja, 2012), una ruptura individual del modo de vida milenario y rígido de las musulmanas, desde una total e inédita mirada femenina.
A los 11 años Wadidja ya husmea en los límites de lo prohibido. En un opulento barrio de Arabia Saudita la casi adolescente quiere un juguete: una bicicleta verde, un deseo que no debe aparecer en la mente de una joven musulmana pues expone su virginidad y su valor. Este objeto vetado desafiará un modo de vida costumbrista y religioso.
La bicicleta verde es el primer largometraje de una mujer, Haifaa Al-Mansour, producido en Arabia, presentado como un homenaje a la materialización de los deseos, del empeño y de la recompensa.
Wadidja quiere, como lo hace su vecino, pedalear una bici. En la blancura y luz excesiva del desierto, se aparece la cosa codiciada verde brillante, primera sugerencia de que las mujeres y niñas pueden cambiar la ruta de vida cuya cultura, Dios, o mamá les han marcado. Y mientras la chica está por convertirse en la joya de la sociedad (como dice El Corán), su mamá desea ser la única esposa de un millonario a quien rinde honores.
En la película, de paso, se muestra a las mujeres árabes que aunque fieles a sus costumbres y dogmas religiosos, se reúnen con sus amigas, se enamoran, sufren, sienten. Como cualquier otra persona en cualquier parte del mundo, tienen una vida común. Sin embargo, esa vida sólo puede ser lo que es en lo privado, en la escuela para señoritas y en la casa. La bicicleta verde es esa posibilidad de reventar los hilos ancestrales. Wadidja tiene su propio dogma: nada es inasequible.
Esta obra, premiada en agosto de 2012 en el Festival de Venecia, tiene ecos fuera del rodaje, pues tardó cinco años en estrenarse, mientras la directora conseguía permisos y recursos, que le fueron más accesibles únicamente fuera de su país.
03.05.13