siguenos
Jour de Cannes VI

Aún en tierras francesas y con el Festival a punto de terminar, nuestro corresponsal de guerra recapitula algunas de las películas que ha podido observar en esta locura de celebración cinematográfica. Un tríptico de filmes que se antojan bastante discutibles, es lo que usted querido lector, puede revisar ahora.

por Julio César Durán

 

Lo bueno: Inside Llewyn Davis

Los hermanos Ethan y Joel Coen, quienes se intercambian chamba entre sí, siendo algunas veces productores, otras directores y otras más guionistas, estrenan su nueva obra a cuatro manos en la selección oficial de competencia del Festival y forman parte de la oleada de filmes participantes que ya sea están hablados en idioma inglés, están hechos en Norteamérica o están co-producidos por Estados Unidos.

Como siempre, este par se engolosina con sus ambientes acostumbrados, aquel medio oeste gringo en el que crecieron o los estados norteños de su país, bien conocidos por ser la cuna de multiples formas de cultura popular en algunos casos, y en otros por ser las tierras cosmopolitas por excelencia del mundo occidental.

 

Inside Llewyn Davis (2013), que hace referencia al álbum de vinil homónimo del cantautor protagonista del filme, comienza (y termina) en el legendario Gaslight Café de Manhattan (lugar-hito de los años 60 y 70 por tener entre sus shows a personajes como Bob Dylan, Charles Mingus, Bruce Springsteen, y alguna vez entre sus parroquianos a Jimi Hendrix y Albert Hammond). Con una fotografía en mate (de Bruno Delbonnel, sí, el mismo de Faust, 2011) y un diseño de producción (cortesía de Deborah Jensen) por demás elaboradísimo, preciso y sobrio, la película nos lleva directo a la otra cara de la década sesentera, cuya música popular era la batuta que guiaba a los tiempos que estaban cambiando con frenesí.

Llewyn Davis, nuestro héroe en esta ocasión (muy venido a menos), es un cantante de folk cuyo partner ha muerto hace ya mucho tiempo y con quien tuvo algún momento de gloria. Sin tener una dirección fija, viviendo en casas de amigos, trabajando y dando conciertos para ganar el pan de cada dia, Llewyn tendrá que viajar hasta Chicago en un arranque de desesperación, para encontrarse con un gran productor quien se espera lo lleve por buen camino a él y a su música. Para no arruinar la historia, que es bastante sencilla, no contaré mucho más.

Llewyn se pondrá en marcha en medio de un mal momento, entre sus inestabilidades y su furia, tendrá que vérselas (entre otras personas) con una vieja amante/amiga, compañeros de profesión, la hermana y amigos que de alguna manera sienten aprecio por su trabajo, sin embargo, no necesariamente por su persona.

La película es sobria y emotiva a mas no poder, no es una obra pretenciosa que intente explicitar la épica del héroe (o en nuestros tiempos, la del antihéroe), sino que tiene el buen tino de limitarse a sí misma a ser una historia de viaje, que como siempre, será de búsqueda, de encuentros y sobre todo de desencuentros, casi todos internos. Inside Llewyn Davis será una historia del yo contra todos, pero sin excesos, sin tener al rockstar frustrado; aquí veremos al ser humano nada más, que por poco llega a ser un personaje de pieza finamente trabajado por un gran Oscar Isaac, rodeado de Carey Mulligan, John Goodman y Justin Timberlake bien dirigidos. El relato nos lleva tranquilamente sin que podamos quitar los ojos de la pantalla con este folkero que se encuentra contra la pared, en camino a perderse pero también para descubrirse en medio de una estructura narrativa muy cercana a The Big Lebowski (1998), de la que podríamos decir, es su otra cara de la moneda.

No hay mucho que replicarle a los Coen, creadores de mundos y de lugares alternativos tan verosímiles que se pueden casi tocar. Con Llewyn Davies llegan, al igual que en otras ocasiones, a regalarnos un personaje que podemos sentir dentro de nosotros y con el cual viajamos también, a parte de las carreteras nevadas que aparecen en el filme, acompañados del soundtrack creado expresamente por Marcus Mumford y T-Bone Burnett. Sin exagerar es una película que llega de manera sencilla y honesta desde los ojos al corazón.

 

 

Lo malo: Death March

 

El poster del vigésimo segundo largometraje de Adolfo Alix Jr. (uno de ellos, Manila (2009), lo realiza a cuatro manos con el monumental y refrescante Raya Martin) promete una película cuidada, interesante, dura, tal vez peculiar si se conoce la generación y el país de origen del autor. La imagen primera que tenemos del filme vende mucho y más con un nombre que golpea: Death March (2013). Se le suma un argumento llamativo en el que se relata una batalla de 1942 donde soldados filipinos y norteamericanos son obligados a caminar de sol a sol por inhóspitos parajes entre enfermedades y la locura que comienza a apoderarse de todos, en medio de esto, 2 protagonistas aparecen, uno como racionalizador de todo el conflicto, el otro como sujeto que se humaniza en medio del dolor.

 

El resultado es una de las peores películas vistas en el Festival (por lo menos en Una Cierta Mirada), que intenta copiar el estilo y la forma del mencionado cineasta filipino, Raya Martin, quien ha experimentado y ha rebuscado un lenguaje a través de sus elementos más primarios. Death March se pasa todos y cada uno de sus largos minutos entre lamentos y lloriqueos de una bola de props hechos pasar por personajes y con un par de protagónicos que entre sus forzados diálogos –y digámoslo de una vez, ridículos–, pretenden conmover a partir de una ingenuidad por demás desesperante.

Filmada en digital, la película hace un uso sin sentido de la fotografía en blanco y negro, misma que no tiene razón de ser para nada, que viene de la mano con un montaje repetitivo y escenas híper violentas en ralentí y close up... ¿para qué? Sin motivo. Sólo sirve para cambiarle, por unos segundos, el lento ritmo y el tono a toda la película.

Decorados falsos bien mezclados (eso sí) con sonidos que interactúan con los movimientos y actores, dejan ver la pretensión de mantener unidad, por parte de Alix Jr., con el nuevo cine de Filipinas, pero en ningún momento los lleva a la pantalla con buena mano y solo pareciera un plagio del sui generis Perceval, le gallois (Eric Rohmer, 1978). Malograda por donde se le vea.

 

Lo feo: Borgman

 

Sí, feo, raro, sucio, pero ninguno de estos adjetivos es para denostar ni para hacer menos a una obra muy bien pensada, sino todo lo contrario. El cine holandés contemporáneo ignora toda convención estereotípica y/o argumental para una fábula que se pasea entre varios géneros en el octavo filme de Alex van Warmerdam titulado simple y llanamente Borgman (2013).

Camiel Borgman, con nombre de mensajero divino y apellido de genealogía nórdica, aparece de la nada (más bien de un hoyo en el suelo cual hobbit) para alterar la vida cotidiana de una familia acomodada en un suburbio cualquiera de los países bajos, la cual está conformada por padre y madre maduros, dos ninas, un pequeño, la joven (americana o británica no se sabe) nana y un casi desapercibido jardinero ya mayor.

El gnomo protagonista pide asilo, comida y claro, la higiene ante todo, un lugar donde poder asearse a diario. Tras un encuentro violento con los dueños del lecho familiar, logra colarse y ganarse no solo la confianza de la señora de la casa, sino más importante aún, su curiosidad. Tras unos días a escondidas de todos –menos de una receptiva niña– decide marcharse, pero la mujer ya dentro de una rutina extraña con aquel ente, le pide quedarse “a jugar”.

Desde aquí la obra se tornará aparte de violenta, bastante graciosa de un modo muy ácido. Esta pieza visual saltará sin ningún fallo o ninguna nota falsa, entre varios acentos, desde el suspenso hasta llegar al drama, de la comedia negra a la fantasía; incluso desde el arco dramático logrará pasar de los tiempos oníricos hasta los dramas psicosexuales que no concluyen, pero nada de ello, de alguna maravillosa manera que no logro comprender, está sobrando, mucho menos se nota irreal. El elemento ajeno, casi sobrenatural, que se verá a acompañado poco a poco de múltiples "colegas" y que en este caso se hace llamar Borgman, romperá y destruirá todo lo que conocemos como fórmulas o expectativas para tener un final de lo más tranquilo y desconcertante.

Si bien no se puede decir que es una película para todo público y que se llevará todos los premios de la selección de competencia, sí se puede, desde el ánimo más puramente cinéfilo (y me parece es lo más valioso) agradecer de sobremanera un cine que no teme salir de convencionalismos para llegar a lugares insospechados. Borgman es una de las curiosidades de la selección oficial que esta cara a cara enfrentándose por la palma de oro.


26.05.13

Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
Comentarios:
comentarios.