por Jorge Luis Tercero Alvizo
En verdad os digo, ya nos hacía falta recobrar una cierta noción cinematográfica de Superman que se había perdido bajo la emblemática capa del queridísimo Christopher Reeve, en aquellas entrañables aunque muy chuscas películas que dirigieran (entre 1978 y 1987) Richard Donner, Richard Lester y Sidney J. Furie. Tras el vano intento de recobrar al hombre de acero en 2006 con Superman Returns, a cargo de Bryan Singer –algo casi tan lamentable como el Batman de George Clooney y de lo que muchos preferimos no hablar–, ahora le ha llegado el turno a Man of Steel (2013) a cargo del altamente recomendado Zack Snyder (director de Watchmen y 300).
En una saga de comic titulada All-Star Superman (2005-2008), escrita por Grant Morrison, Superman está a punto de morir debido a una sobreexposición a la energía solar (misma de la que se nutre para generar sus colosales habilidades). Sólo a partir de tan irreversible sentencia, el lector puede llegar a entender la naturaleza divina de este héroe. El personaje pensado sin demasiados miramientos es un Dios encarnado, es el ser divino que la humanidad ha añorado desde sus orígenes; es una especie de Apolo que ha bajado del Olimpo para ayudar a los humanos. Pocas son las historias donde se intente penetrar de forma tan íntima en la esencia de este héroe, cuestión que quizás sea el núcleo de mucho de lo que significa ser Superman: un ente divino que sintetiza los sueños idealizados del género humano. Man of Steel coquetea, con bastante gracia y buen estilo, con adentrarse en los abismos metafísicos de estas nociones en torno al súper héroe. No estoy queriendo decir que sea una película filosóficamente compleja ni mucho menos, tampoco que sea una obra maestra pero quizás sí un buen replanteamiento para este héroe.
La trama inicia en el punto antes de la invención de Superman (interpretado esta vez por Henry Cavill), pues nos lleva a contemplar la destrucción de Krypton, el sacrificio de los padres del protagonista y la traición del villano. Más adelante la narración regresa al tiempo presente, con un Clark Kent que vagabundea nostálgicamente a lo largo de Estados Unidos muy al estilo Jack Kerouac en On the Road, en busca de su verdadero yo; con la diferencia de que Clark va salvando, de forma anónima, a cuanta gente se le cruza en el camino. Al mismo tiempo, la película nos revela una serie de flashbacks sobre la infancia de Clark al lado de Jonathan Kent (Kevin Costner) y Martha Kent (Diane Lane). Haikus cinematográficos, llenos de añoranza y luminosidad en los que apreciamos cómo el joven Clark aprende el valor de las vidas humanas y de lo que significa ser humano, al tiempo que se asume como algo diferente. En su trayecto conocerá al amor de su vida, la hermosa Lois Lane (Amy Adams), quien en esta historia tiene un papel intelectual más activo, al no ser la indefensa musa de los otros filmes sino una aliada constante del paladín. El conflicto bélico comienza cuando antiguos moradores del planeta Krypton lleguen a la Tierra en plan de conquista; ese acto pondrá a prueba tanto a la gente del mundo como a su nuevo salvador. De tal modo este reboot nos narra el surgimiento de un héroe, desde sus orígenes hasta su consolidación. No nos encontraremos con el Superman que salva gatitos o ayuda ancianas a cruzar la calle, veremos sobre la pantalla al súper héroe que intenta plantearse como tal, mientras libra feroces batallas contra enemigos que ni siquiera imaginaba.