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Gravity

por Mr. FILME

 

Un fundamento de la naturaleza es que en todo sistema de acciones lo que sucede arriba sucede abajo pero con mayor impacto. La relación entre microcosmos y macrocosmos es de carácter especular, fractal; es decir, un reflejo cuya magnitud depende de la distancia. Como se sabe, en su inicio el proyecto de la dominación por el espacio exterior entre la URSS y Estados Unidos de Norteamérica no era esencialmente científico, sino proyectivo. Es así que Gravity (2013), la última cinta del vanagloriado director mexicano Alfonso Cuarón, estudiante disidente de la primera escuela latinoamericana de cine (CUEC) ahora proyecta desde las lindes estratosféricas de la industria internacional una película en la que es posible advertir un interesante, paradójico y simbolista juego de dialécticas que expone lo particular y lo general, el interior y el exterior, lo minimalista y lo ostentoso. Y bien, pues causa revuelo.

Desde el comienzo Gravity emprende un parsimonioso vals de astronautas en la pista cosmonáutica. Un plano secuencia sublime (hermoso y aterrador) que nos acomoda en la contemplación del misterio infinito en medio de una situación en la que sabemos de antemano que, en cualquier momento, cualquier incidente minúsculo en esa inmensidad, resultaría extremadamente catastrófico. A contrapunto, los diálogos terrenales entre la fría y calculada doctora Ryan Stone (Sandra Bullock), el ácido fabulador de récords espaciales cual vaquero galáctico doctor Kowalsky (George Clooney) y la emblemática estación internacional confieren una ambiente familiar de control absoluto. Como es de esperarse, de repente, todo se disloca.

Es en el inicio que queda sentada la importancia de Lubezki, cuya cámara ha de hacerla como nave espacial. Es el Chivo Lubezki (otro formado y disidente del CUEC) el piloto de este voyager cinematográfico, con experiencia de haber viajado ya entre el origen de la vida y el más allá de la muerte (El árbol de la vida, Mallik, 2012) que aquí prolonga su tekné del mismo modo, preciosista sin caer en el exceso de la petrificación pictórica. Es que en el Chivo está el cine en su más radical concepción plástica e inmaterial. A reserva de ser conclusivo, se ha de decir que muy probablemente es en la fotografía donde está el centro de gravedad del filme.

A nivel de guión, Gravity muestra otros aciertos más allá de lo visual igualmente dialécticos. Escrita en coautoría con Jonás Cuarón (Año uña, 2007), vástago de Alfonso Cuarón, la minimalista puesta en escena de los dos únicos personajes a cuadro representa un lazo de sustancia retórica: la mayor parte del entramado funciona en clave de alegoría para el personaje de la doctora Ryan, atrapada entre la Tierra y el vacío del universo, simplemente flotando allí en medio; el borde de su casco chocando con el refñejo del borde del planeta Tierra marcan un punto y aparte para ella.

Justo cuando la astronauta cuelga de un cable junto a Kowalsky, cual gameto comenzando su camino hacia el exterior, es cuando comienza una vida nueva para ella. Al llegar a la estación necesita deshacerse de su traje para seguir adelante. Deshacerse de lo viejo para convertirse en lo nuevo. En posición fetal es cuando logra asimilar lo que puede o no suceder con ella. La soledad que reflejan los ojos de la protagonista no se debe a la ausencia de vida en el Universo, sino que son un reflejo de la ausencia de lo vital en su existencia. Hay un impagable momento sonoro en el que ladridos de perro, el llanto de un bebé y una canción de cuna en chino es la única esperanza que obtiene en la desolación de la nada, en la incertidumbre agorafóbica del estar tan próximo a lo enorme e inevitable.

Aquí está situado el punto nodal del filme, en el que los cálculos filosóficos y trascendentales se afirman:  para los personajes el universo no se quiere infinito pues es más bien el reflejo de la esfera oxigenada de la escafandra y las estaciones espaciales lo que contiene la conciencia de los personajes. Si el universo fuese infinito no existiría el miedo ante la muerte, pues la certeza de un eterno retorno los ampara. Glorioso hubiera sido que el filme terminara ahí, cuando la Bullock cae en la anagnórisis, en que realmente ya  nada queda por hacer. Pero no, algo no logra ajustarse en el filme. Hay una ruptura del simbólico juego de contrarios que mantenía este nivel de fuerzas emotivas en perfecta balanza que se resquebraja. Es la inclusión de un espíritu unificador de origen liberal, sí, propiamente yanqui. El que pese a cualquier tipo de adversidad el yo es un todo poderoso. En el que el yo está suficientemente equipado anímica y tecnológicamente para que la vida se prolongue. Es el discurso vitalista del progreso, en resumen, como una fuerza acelerada. Concluyendo que gracias a las tres economías espaciales más poderosas de la tierra (E.U.A, Rusia y China, las tres estaciones que visita la astronauta) que entonces el renacer de la humanidad es posible, y gracias a ello aprenderá a caminar de nuevo. Gracioso, ingenuo relato galáctico de factura industrial.

Así pues, es en esta estética de la dialéctica espacial que Gravity gira. Se mueve, se atrapa. Se termina e inicia de nuevo. Converge en lo inusual y se destroza en lo causal, en la inercia de la emotividad pese a la resistencia de ello: La grandilocuencia de la música. gestual, hierática lo devela. Es un filme poderoso en sus tensiones, de elegantes y vertiginosos desplantes visuales. Despejado de la ramplonería usual del star system. Tiene sus excesos, también sutilidades, no obstante.  Desde ese punto de vista es que uno se puede abandonar en ella con la certeza de que más de un rapto de aliento pasará.  

 

18.10.13

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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