por Marco Aurelio Del Mezcal
Estamos comenzando la década de los 60 y estamos en el corazón de Nueva York, desde donde se gestaría (a la par de San Francisco, California) una serie de movimientos musicales que retomarían ciertas raíces norteamericanas para emprender una contracultura. En un sótano acondicionado como bar del Greenwich Village, es decir el icónico Gaslight [1], está nuestro antihéroe (de ahora en adelante anti-rockstar) interpretando con su guitarra Hang me, oh hang me, desde el fondo de su corazón. Al bajar del escenario será guiado a la salida trasera donde un misterioso “vaquero” todo de negro lo increpará y le propinará senda golpiza. Ahí, en el suelo, con sangre en la cara y música folk comenzará la aventura de Balada de un hombre común (Inside Llewyn Davis, Joel & Ethan Coen, 2013).
Prácticamente el reciente filme de los hermanos Coen es la historia circular, a contracorriente, en busca del cómo y por qué Llewyn (Oscar Isaac) llegó a ese momento en que es derribado en un mugriento callejón de Nueva York. A partir de ese instante comienza un viaje de tropiezos y sorpresas en un fino mate logrado por el cinefotógrado Bruno Delbonnel (Amelié, Jeunet, 2001 y Faust, Sokurov, 2011), que se inspira de manera muy vaga en la figura del folkero Dave Van Ronk –tomando de él un par de piezas musicales y la portada del disco de 1963, Inside.
Inside Llewyn Davis es una obra preciosista desde donde los Coen atacan una vez más a la vida norteamericana desde su lado más ordinario, por ello eligen a este anti-rockstar, quien al lado de un pequeño gato –espejo del protagónico– que ha escapado del hogar, tendrá que demostrar al igual que su contemporáneo Larry Gopnik (cfr. A serious man, 2009), con todo y su agresiva actitud, que es un hombre serio en medio de la efervescente escena del folk, de la que Bob Dylan sería punta de lanza.
En su odisea personal, Llewyn se ve rodeado por expresivos personajes como Jim (Timberlake) y Jean (Mulligan), quienes con un tercer invitado sirven como un guiño al meloso y ridículo trío sesentero conocido como Peter, Paul and Mary. El primero funciona como lo ha hecho hasta ahora en su carrera cinematográfica, es una caricatura de su yo real, que lanza bobas canciones de pop en plena guerra fría –Please Mr. Kennedy pieza musical original, arreglada por el mismísimo ex líder de N Sync y por los Coen–. La segunda será uno de los motores para que nuestro "Leopold Bloom" norteamericano se lance ante el inhóspito invierno del noreste gringo.
El protagónico, muy venido a menos, es un cantautor que trae cargando consigo la ausencia de Mike, un partner muerto hace ya tiempo y con quien tuvo algún momento de gloria; de éste aún queda el rastro de un viejo álbum (suponemos con emotivo single) de nombre If we had wings, mismo que siempre regresa a partir de la canción Fare Thee Well (Dink's Song) [2]. Sin tener una dirección fija, pasando la noche en casas de amigos, dando conciertos para ganar el pan de cada día, Llewyn decidirá viajar hasta Chicago en un arranque de desesperación, para encontrarse con un gran productor de quien espera lleve por buen camino su música.
La película es sobria y conmovedora a más no poder. Se trata de un filme de pieza, pero sin pretensiones, con el buen tino de limitarse a sí misma a ser una historia de viaje y sobre todo de desencuentros. Inside Llewyn Davis es una historia del yo contra todos, sin los excesos que toda obra musical ofrece comunmente; aquí veremos al ser humano atrapado, que a pesar de las diversas situaciones no puede más que regresar al punto de partida, ya sea golpeado (en sentido metafórico) por un viejo jazzista y su rudo chofer (John Goodman y Garreth Hedlund respectivamente) o por una enérgica hermana (Jeanine Serralles). Finalmente esta entrega de Ethan y Joel se nos muestra como el lado B de El gran Lebowski (1998), con la cual comparte una estructura narrativa, ya que tanto la historia como el nombre del gato (que no arruinaré aquí) nos revelan un sino que nuestro anti-rockstar no podrá evitar.
Con una grandiosa banda sonora, que tiene por igual la obra y arreglos de Marcus Mumford y T-Bone Burnett, así como a Van Ronk, lo inédito de Bob Dylan registrado en el Gaslight en 1962 (estropeo la pequeña sorpresa final) y más, supone por supuesto ser miembro de una genealogía que encuentra a sus antepasados en ¿Dónde estás, hermano? (en donde el "Ulises" también contrahecho de los Coen va hacia el sur). Esto se suma, como es de esperarse en una cinta de los Coen, a una bien manejada dirección de arte (por Deborah Jensen), la cual muchas veces es su principal logro tanto como el lugar donde los realizadores consiguen su cometido, colocando al espectador en primera fila y convirtiendo las extravagantes situaciones en algo verosímil.
No obstante las distensiones de argumento donde deberían aparecer los famosos plot points (de la cansada estructura de siempre que tanto gusta en el cine convencional), o de los ambientes claustrofóbicos –pasillos angostos– y aplastantes –las escaleras que el protagonista va cortando– Inside Llewyn Davis es un filme que deja un gran sabor de boca. Los Coen componen su propia música con imagen en este sencillo cuento que ganó el Grand Prix del pasado Festival de Cannes, mismo que disfrutará desde el melómano más avezado hasta el cinéfilo que no busca más que entretenimiento.
20.01.14
[1] Lugar-hito de los años 60 y 70, perteneciente a Joni Mitchell, que tuvo entre sus shows a personajes como Bob Dylan, Charles Mingus, Bruce Springsteen, y alguna vez entre sus parroquianos a Jimi Hendrix y Albert Hammond.
[2] Interpretada por el duo, Mike (en voz de Marcus Mumford) y Llewyn, en su versión de vinyl, y en vivo únicamente en solitario por el protagonista.