por Brianda Pineda Melgarejo
—¿Quieres salir conmigo?
—Te dije no. No hay razón, no hay ningún sentimiento.
—Dame un beso.
(Elle rechaza con un gesto inmóvil al joven)
Como digas, pero hueles como el amor…
Hors Satan, Bruno Dumont
Estética del deseo marginal. Hors Satan (2011), del francés Bruno Dumont es un filme suspendido en la cuerda floja de la ambigüedad, pese a lo que podríamos llamar su clara intención argumental, que tiene su primer eco en el título Fuera de Satán, y se va proyectando a modo de exorcismo lo que dura la película. ¿Es el desconocido (David Dewaele) la recreación de ese insólito personaje literario conocido como “el diablo”? Quizá sea que, tanto en la confusión apoyada en los pocos diálogos (casi se podría decir ausencia de palabras), como en el extrañamiento ante el perfil hostil de los personajes perdidos en una villa cuyo nombre desconocemos aún después de los créditos —pero sabemos cercana al Canal de La Mancha—, o en las misteriosas situaciones interrogantes lanzadas al espectador sobre qué demonios rondan las habitaciones donde niñas hipnotizadas ceden a un trance perturbador…, quizá representa en realidad al elegido del misticismo, el héroe portador del milagro. Lo cierto es que cada vez que toca a la puerta, algo inesperado ocurre.
Dumont retrata, en su gota cinematográfica, a un personaje híbrido pues el barro que lo forma ha sido moldeado tanto por un montón de manos, como miradas. Es el ermitaño y el anacoreta. Es el salvador y el intocado, pues lo que llega a tocar con sus labios arroja gritos y espuma. Es el eterno errante dormitando en praderas al calor de una fogata cuya presencia es, recreada para nuestras pupilas gracias a la ilusión del cinematógrafo, punzante nostalgia. Se trata del cazador y el sacrificio de la sangre opacado por una oración y disposición religiosa fría a los pies de la naturaleza y el mar de cuyo asombro huimos.
Como compañía y como mujer a su cuidado encontramos a Elle (Alexandra Lemâtre), una joven andrógina cuya tortura parece haber sido el abuso de un retorcido padrastro. Hors Satan también es el mito del paraíso frustrado. Adán y Eva desentonando en un paisaje sublime por el ritmo del viento, las cicatrices de luz que arroja el sol sobre la espiga y la tormenta fecundadora de cosechas, pues hace ya mucho tiempo mordieron la manzana.
El juego de la cámara se mueve entre panorámicas celestes. Aparecen tres intrusos ante cuya belleza nos rendimos con la debilidad y magia del lenguaje: Mar, Cielo y Tierra son escenario para el toque grotesco del director francés. El forastero ha dejado una profunda huella en el pueblo fantasma, como la geografía al momento de trazar sus mapas, y arde, pese a los close-up de pestañas y miradas cubiertas de una miel ojerosa, un signo de interrogación pesadillesco en la conciencia del espectador. Bruno Dumont nos recuerda, con ánimo lúgubre que el cine es una pregunta.
26.02.14
Xalapa, 1991. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana. Ganadora en dos ocasiones del Premio Nacional al Estudiante Universitario Carlos Fuentes. Ha publicado reseñas y artÃculos en La Palabra y el Hombre y reseÃ....ver perfil