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La diosa arrodillada

por Omar Villaseñor Zayas

 

Antes de la llegada del cine de rumberas y arrabal, y luego de la sobreexplotación del cine de charros, comedias y melodramas “bucólicos” que engendraron lo que años después fuera considerado como la época dorada del cine nacional, se generó un cine de transición que abarcó temáticas citadinas, modernas para la época.

 

La migración de los sectores rurales a la ciudad trajo consigo el florecimiento de nuevos contenidos mediáticos, y en el cine no fue la excepción. Los temas que se abordaron durante esta etapa trataron de enfocarse en los conflictos urbanos e inclusive comenzaron a mostrar una crítica social, sobresaliendo los filmes que realizó Buñuel en nuestro país (1946-1964).

Por otra parte, el poder político, encabezado por el presidente Alemán, comienza a ejercer control en la industria. Incluso, en 1949 se decreta Ley de la Industria Cinematográfica, lo que trajo consigo la burocratización al séptimo arte nacional, que a la postre contribuiría a su declive décadas después. Otro punto contextual es la aparición de la televisión en México. Si bien es cierto, la primera transmisión aparece un año antes, en 1946, la gente comienza a voltear poco a poco a la caja mágica e idiota, la novedad  que años después “desplazaría” a la gran pantalla.

Imaginemos entonces todo este entorno. El cine tenía que cambiar sus tópicos, tenía que replantear su contenido, sus mensajes. La diosa arrodillada (Gavaldón, 1947) es una muestra de ello, apostando por un par de actores que vienen consolidándose desde años atrás, la Doña, figurón hecho gracias a los papeles dirigidos por El indio Fernández, y De Córdova, un personaje forjado por la mano de Julio Bracho (Crepúsculo, 1944).

Otro punto a resaltar es el trabajo como guionista de José Revuletas, quien en colaboración con Alfredo B. Crevenna y Edmundo Baéz, adaptan la obra del húngaro Ladislao Fodor. La película en cuestión aborda a un triángulo amoroso, integrado por Antonio (Arturo de Córdova), su  esposa Elena (Rosario Granados) y su amante Raquel (María Félix).

En las primeras escenas Antonio ha tomado la resolución del camino recto y deja a un lado su relación clandestina. Sin embargo, el destino le juega una mala pasada. La razón: una escultura que Antonio regalará a su esposa en su aniversario (“La diosa arrodillada”), que coincidentemente tuvo como musa inspiradora a Raquel. De modo que su deseo, sus culpas, su remordimiento, el pasado, el porvenir y, sobre todo, el dilema entre la fuerza de voluntad y la pasión se ven materializados, lo que provoca que la locura de nuestro protagonista comience a germinar, desatando acciones impulsivas que a la postre desencadenarán una nueva historia de drama y crimen.

La trama de la cinta podría ser engañosa. No todo lo que se hizo en México, en blanco y negro, es parte del cine de oro, ni reflejo intacto de la aparente sociedad mexicana de los 40. No se trata de los típicos personajes, aunque en primera instancia pudiera parecerlo. Éstos son inspeccionados más a fondo, dejando a un lado sus propios clichés, una y otra vez. 

Parte del origen del personaje y de la identidad colectiva de María y de De Córdova se conjunta en esta cinta. Ella, en la cúspide de su belleza y ya con la mimesis obtenida años antes en Doña Bárbara (De Fuentes, 1943), presentándose como una mujer fatal;  y él como el hombre elegante, seguro y a la vez atormentado por la lucha interna entre la razón y los impulsos.

Otro par de puntos a favor, que merecen mención, son la fotografía de Alex Phillips y la música a cargo de Rodolfo Halffter. Ambos contribuyen a generar un gran suspenso y enmarcan cada acción inesperada para lograr el ambiente necesario, bajo una atmósfera de suspenso.

Por último, hay que apuntar que lo que muchos podrían considerar un equívoco puede verse también como un acierto. La diosa arrodillada resulta un híbrido entre el cine oscuro y el melodrama, entre lo sombrío y la sobreactuación, con la finalidad de conectar con la audiencia, con un público que cargaba vestigios de la tradición cinematográfica vernácula mexicana, pero que a la vez pedía nuevas formas de expresión.

 

08.04.14



Omar Villaseñor Zayas


Medio melómano, medio cinéfilo. defensor de lo hecho en México. Director Creativo en @ToppingCreativo. Colaborador en @FilmeMagazine, @CulturaColectiv y @Extraordinerd. Sígueme en twitter: @omarVzayas

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