por Citlalli Vargas Contreras
Desde su primer filme, el canadiense Xavier Dolan ha forjado un muy personal estilo no sólo por la constante referencia a la temática LGBTTI, o por su pasión por la estilización de las imágenes, o por el glamour que desbordan tanto los colores de sus composiciones audiovisuales tanto como los vestuarios de cada uno de sus personajes, empero, sobre todo por el importante papel que juegan las madres en cada una de sus cintas.
Con tan sólo dieciséis años, disfrutando una carrera de actor de comerciales y de doblaje tras él, Dolan realizó el guion del filme que pondría los reflectores sobre él: Yo maté a mi madre (J’ai Tué Ma Mère, 2009), protagonizada por Anne Dorval, Suzanne Clément –actrices que se convertirían en recurrentes en sus películas– y por supuesto él mismo. Esta película se hizo acreedora a tres premios en la Quinzaine des Réalisateurs del aclamado Festival de Cannes de aquel año y desde ese momento, el joven que alcanzó el éxito antes de los 20 años, no ha dejado de conseguir logros.
A partir de aquella película y hasta ahora, el quebequense representa la fuerte y cambiante relación que puede existir entre una madre y su hijo, todo esto basado es sus experiencias personales, mostrando el hecho de que, por más que el lazo de sangre se estire, jamás se podrá romperse. Sin embargo, esta manera de mostrar a la figura materna ha ido cambiando a través de sus películas.
“En los días de J’ai Tué Ma Mère, sentí que quería castigar a mi madre. Sólo cinco años han pasado desde entonces y creo que, con Mommy (2014), estoy buscando su venganza” –ha manifestado el enfant terrible y es que, mientras en la primera quiso mostrar a una madre extravagante, ridícula y absolutamente dramática, en la segunda el factor que rescatará al hijo de su autodestrucción es el amor de la misma mujer que lo ha criado.
Sin embargo, la transición del odio al respeto, se ha ido fraguando con el tiempo. En Los amores imaginarios (Les amours Imaginaires, 2010) la figura materna aún es extravagante y sólo es proveedora de bienestar económico; mientras que en Laurence Anyways (2012), a pesar de no estar de acuerdo con la postura de su hijo de ser transexual, la madre le da, si bien con cierta distancia, su apoyo, además de que se demuestra la fortaleza de la mujer ante la situación.
No obstante, es hasta Tom en el granero (Tom à la ferme (2013) que vemos la resistencia de una madre ante la pérdida de su vástago. Ahí es cuando realmente notamos el cambio que ha tenido la percepción de Dolan ante la figura materna, la cual, muy a pesar de los secretos que ignora (quizá sólo en apariencia) de su hijo, busca sostener a los retazos que quedan de su familia.
Realmente no es casualidad que el joven cineasta realice historias donde la figura paterna es nula. Él mismo ha dicho en múltiples ocasiones que basa sus guiones principalmente en el mar de experiencias que ha tenido a lo largo de su vida, de aquella existencia que, si bien ha contado con su padre (quien hace cameos en varias de sus cintas), es su madre quien lo ha criado y lo ha sacado adelante.
De la misma manera, en la distancia que existe entre la madre de J’ai Tué Ma Mère y la de Mommy resalta la propia maduración del joven Dolan, quien no sólo deja atrás el narcisismo y egoísmo propio de un adolescente, sino que también ha ido creciendo con sus películas que han sido brillantes desde la primera, por supuesto, pero ahora son más que pulcras, ya que su creador ha puesto atención hasta en el más mínimo detalle.
Por el momento, Dolan se encuentra en el auge de su carrera cinematográfica con cinco películas que componen una filmografía personal. Entre ellas Tom en el granero (2013) está próxima a estrenarse en algunas salas de cine mexicanas y esperemos que Mommy –ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2014 (premio compartido con el Adieu au Langage de Godard)– también llegue pronto y nos ilustre con esa venganza en nombre de su madre.
30.07.14