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Welles 100. La actualización del abismo

Siguiendo la línea trascendental del siguiente análisis de La dama de Shangái (1947) el lector descubrirá que ese descalabro comercial de Welles tenía una pretensión más grande, mostrar al espectador el abismo metafórico que muchos héroes trágicos han sobrevivido.

 

por Samuel Rodríguez

 

 ¿Has penetrado hasta las fuentes del mar y has caminado por el fondo del abismo?

Job 38:16.

 

El libro de Job, una de las meditaciones místicas más inquietantes de la historia, lanza una pregunta devastadora: ¿Has caminado por el fondo del abismo? La pregunta sugiere un encuentro con lo terrible, que según autores como Nietzsche, es la base de la vida misma. Quien pregunta es la divinidad, quien debe responder, es el hombre. El hombre se siente descolocado ante la disolución que se abre en un sitio donde el caos originario aún es posible. El mismo Dios del Antiguo Testamento crea el mundo ante la incomodidad de habitar en la incertidumbre de la nada.

Nos fascina la inmersión, nos fascina y nos angustia. Los poetas han descrito a hombres que caen en esa fascinación, a seres legendarios que por azar o elección han descendido a las profundidades, algunos desde el mito,  otros la fe, unos más desde la razón. El más emblemático de estos personajes de la inmersión, es probablemente Dante Alighieri. El tema, sin embargo, tiene grandes antecedentes, Ulises y Jesucristo entre los más visibles. Ulises desciende al inframundo por mandato de los dioses y por un deseo irrefrenable de recuperar su origen, de volver al inicio; Cristo, en un giro redentor, lo hace por el afán de recuperar las llaves del hades y por predicar frente a las almas perdidas. Este apostolado metafísico y la teatralidad de su muerte lo colocarían en el sitio de privilegio entre los grandes inmersionistas de la historia. Dante, al principio de su narración, no da muchas pistas sobre el móvil de su inmersión, incluso, nos hace pensar que ha caído por accidente: el poeta se pierde, es atraído por la influencia del abismo y no tiene fuerza suficiente para evitar la caída. Ahí la mirada de Orson Welles, en el papel de Michael O’Hara en La dama de Shanghái aparece en el horizonte para proponernos una magnífica y necesaria actualización del tema del abismo.

Una diferencia notable entre O’Hara y sus antecesores es que aquellos fueron en busca del abismo, mientras que, según la visón de Welles, en nuestros tiempos el abismo es ahora móvil y viene a nosotros, nos asecha, nos persigue, y está presto a darnos cacería. La dama de Shanghái expresa con una fuerza arrolladora que lo oscuro, lo disolvente, ya no es un punto lejano que si bien amenaza al hombre, no está en su espectro inmediato. Es verdad que posee una fuerza de atracción sumamente poderosa, pero está en una lejanía tal que a menudo resulta inalcanzable para el hombre común, y sólo se hace visible allá donde semidioses, redentores y aventureros pueden llegar. De Ulises a O’Hara la aparición del abismo ha cambiado, ahora aparece al centro de las ciudades, el abismo está aquí en lo cotidiano, en el más acá, no es una lejanía vibrante y legendaria. Lo disolvente, la oscuridad ha llegado a nuestra intimidad.

Michael O´Hara es víctima de una compleja red de mentiras, sus deseos se vuelcan contra sí mismo cuando la bellísima y fatal Rita Hayworth en el papel de Elsa Bannister lo seduce con el fin de enredarlo en un oscuro caso de asesinato y fraude. O´Hara presiente que es víctima de un engaño, sin embargo la atracción fatal que despierta en él la inquietante Elsa es más poderosa que los filtros protectores de la razón. O´Hara lentamente va entrando en una atmósfera tóxica, en una polución pantanosa en la que no se puede dar paso sin enfrentarse directamente a las asechanzas de la muerte. El  protagonista depende del azar y de su voluntad para sobrevivir y para liberarse.

En uno de los momentos más relevantes del filme, el personaje de Welles se refiere a sus rivales como tiburones hambrientos que acabarán por devorarse entre ellos. La maldad expuesta lo rodea y lo somete a un estado de sitio constante. La secuencia del pantano entre reptiles y alimañas, refuerza la visión del director sobre el abismo y refiere directamente los mejores momentos de Eisenstein en sus rollos mexicanos.

El final del filme, que es desde luego de una belleza superlativa e inquietante, nos deja parados frente a nosotros mismos, Welles parece decir que no podemos captar la realidad tal y como es, que sus nudos y pliegues son indiscernibles para la mirada, que la realidad y sus estertores parece estar diseñada para forzar el encuentro con lo terrible. Lo cierto es que en esta laberíntica realidad en la que nos movemos, aparece de pronto lo abismal a cada paso que damos, cada movimiento es un movimiento en falso en el que dependemos del inconquistable azar.

En la secuencia final, que se aviene decididamente a El gabinete del doctor Caligari (Wiene, 1920), Welles acaba por redondear su visión de la realidad al actualizar el gran tema del abismo en nuestro tiempo, que queda definido como una boca inmunda que nos traga y que aparece fatalmente en nuestro entorno. Al final nos queda en la boca el sabor amargo de la siguiente pregunta: ¿podemos caminar por el fondo del abismo?, ¿podemos enfrentarnos a lo oscuro y a lo prohibido, qué hay en lo incognoscible, qué fuerzas se agitan en lo profundo?

O’Hara vuelto Welles, en su personaje, puede responder a la pregunta que lanza la divinidad, y que se han hecho las generaciones de los hombres.  Ha caminado por el fondo del abismo, ha visto la perdición, y ha salido de ella. La respuesta queda grabada mágicamente en la retina del espectador.

 

04.05.15

Samuel Rodríguez


www.rodriguezsamuel.wordpress.com
Master en Filosofía Contemporánea por la Universidad de Granada y profesor de estética en el Tec de Monterrey, campus Monterrey. ....ver perfil
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