por Elías Razo Hidalgo
Ya se cumple el cabo de año de aquel cubanísimo creador, experimentador, aprendiz permanente del arte, formador de nuevas imágenes, crítico, autocrítico, consolidador de un nuevo cine que logró un lugar en la cartelera mundial. Así podríamos definir a Julio García Espinosa, cineasta pertinaz que hizo, desde el triunfo de la Revolución cubana, una nueva y muy fresca labor de producción cinematográfica, que le valió ser considerado un pionero de esta industria en la Isla y promotor, al mismo tiempo, de la nueva personalidad del cine que sale de la órbita comercial y plástica del estilo hollywoodense, como una manera de explotar el talento y no la simple figura creada para el consumo fácil y desechable del mercado comercial.
Julio Pedro García-Espinosa Romero nace en el seno de una familia de clase media en La Habana, el 5 de septiembre de 1926. Por necesidades económicas la familia vive y convive en barrios populares de la rumbosa capital cubana, situación que le impregnará los ruidos rítmicos que posee la naturaleza cultural y social cubana.
Artísticamente en su adolescencia se forma en el llamado teatro vernáculo cubano, que no es otra cosa que el teatro callejero, lleno de retruécanos lingüísticos que enriquecen el habla, situación que le sirve para iniciar la producción radiofónica con la invención de cuentos fantásticos diarios y su posterior injerencia en la poesía, en donde tendrá como mentor ni más ni menos que a Nicolás Guillén.
Desde el momento en que vio su primer filme (El hombre lobo), el cine le impactó y decide que éste será su nuevo oficio: creador de historias con imágenes que continúan con esta nueva aventura del conocimiento; escoge Italia para ver el experimento que es retratar la realidad sin necesidad de contar con recursos escenográficos, embarcándose en este transporte imaginario que no abandonará nunca más.
El 24 de marzo de 1959 se creó el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfico (ICAIC), bajo la presidencia y el impulso de Alfredo Guevara, que pretendía convertir en una verdadera industria nacional este medio. El instituto controló la producción, distribución, exhibición, constituyéndose en el órgano rector de todo lo relacionado con la actividad fílmica en la Isla. Con el apoyo del ICAIC surgieron nuevos realizadores con formación adquirida en los cursos impartidos por el profesor José Manuel Valdés Rodríguez, en el departamento de Cine de la Universidad de la Habana, siendo Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa, ambos egresados del Centro Experimental de Cinematografía de Roma, pilares de esta institución y forjadores de este nuevo cine cubano.
¿Qué nos dejó como tarea este cineasta a casi 90 años de vida, y qué deja él pendiente en su crítica de la teoría del cine imperfecto?... Los premios le llegaron cuando había que tenerlos, los reconocimientos fueron permanentes para su ardua labor como creador, ahora queda su constante creación y su intenso trabajo en lo que fue sin duda su vida siempre consecuente.
26.04.17