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Del drama económico del Titanic

por Mr. FILME


El Titanic es más actual de lo que imaginamos. La gran tragedia burguesa, como muchas otras atrapadas en la ficción del celuloide, es especialmente atractiva porque básicamente golpea en la gran mentira de la revolución industrial, pero su reestreno en 3D es cínico, culposo y lleno de medianía cultural.


La metáfora del capital

Nuestras grandes tecnologías, las monumentales herramientas creadas por el hombre no son tan poderosas como creemos ni tan intocables como pensamos. La ilusión de la titanidad hecha a nuestra imagen y semejanza es fácilmente hundida por un elemento natural, al que poco le interesa nuestros artificios ni nuestros sueños de enormidad.

Como se sabe, los trasatlánticos reproducen en su espacio la jerarquía de las sociedades conforme a la situación económica de los individuos. Los de abajo, las clases populares, ocuparán los camarotes menos seguros y serán los primeros en morir en caso de que algún fallo de cálculo ocurra. Los de arriba, serán los últimos en riesgo, porque su dinero les alcanza para comprar su propia salvación, en todo sentido.

Tomemos pues la tragedia del Titanic como el acto masturbatorio del capitalismo industrial y post-industrial, un sistema de producción que se cree autosifciente y que al hacerlo pierde el rumbo de su destino hasta estrellarse con el inevitable témpano de la propia naturaleza humana.

Casi podríamos imaginar a Althusser explicando a Marx a partir de los hechos ocurridos en el Titanic, o, en el mejor de los mundos posibles, zapeando a James Cameron, último autorcillo en abordar el tema como parte de una ola de megaproducciones vacuas de fin de milenio (siglo XX, por supuesto).


La película: espejo de la metáfora del capital

Desde la primera versión de 1929, pasando por revisitas en 1943, 1953 y 1958 (cuyos títulos no vale la pena recordar, teniendo en cuenta que prácticamente son remakes unos de los otros, y todos de la tragedia), y hasta llegar a la superproducción de James Cameron, la tragedia del Titanic ha servido para llenar salas de cine.

Lo que incomoda de aquella anécdota de dolor, y me parece que es una falta de ímpetu cinematográfico –hablando de su ficción, su verosimilitud y sus universos internos–, es el hecho de que todas las recreaciones del viaje que nunca logró terminar repiten personajes, diálogos, situaciones; poseen exactamente las mismas escenas y cuadros en los mismo puntos dramáticos. Y esto responde a que creen necesaria la reproducción de la historia real en todos sus detalles para lograr una gran obra de arte que poco o nada tendría (o debería tener) que ver con una mirada “realista” del suceso.

Algo puede agradecerse al Titanic de Cameron es el ofrecer a la industria hollywodense a un par de estrellas, Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, que bien o mal terminaron siendo figuras importantes para el cine, no únicamente como intérpretes sino como creadores y productores de un cine que decide no quedarse únicamente en el blockbuster, y quienes han desarrollado una carrera interesante ya sea con protagónicos que han explotado a niveles sorprendentes o por su trabajo con grandes directores con quienes desarrollan películas que mucho tienen qué decir de su propio tiempo.

Y algo puede también lamentarse o no, dependiendo del punto de vista. No hay que ignorar que esa película es el parteaguas de la era posthollywood en que ya no será necesaria la presencia de escenógrafos, pues todo puede ocurrir dentro del software de una computadora.


15.04.12



Mr. FILME


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