En la década de los cincuenta, la productora Hammer produjo una larga lista de películas en donde desfilaba toda aquella galería de personajes que siguen habitando hoy en la cultura anglosajona como un referente obligado del horror. Aunque definitivamente, del horror clásico, pues una vez que en Estados Unidos se comenzaron a documentar las fatídicas muertes de gente brutalmente asesinada (en especial adolescentes) los hombres lobo, los vampiros y las brujas pasaron a ser personajes caricaturescos de una época entrañable, que compartiría el cajón de los recuerdos junto con Mickey Mause, el Pato Donald y series como Hechizada, Mi bella genio, La familia Monster y Los locos Adams. Ted Bundy, autor de más de cien asesinatos, cuyo target directo se trataba de mujeres jóvenes y atractivas, clase c,c+, inauguró una nueva figura que tendría su correlato en toda una nueva modalidad del género de horror: las scary movies; donde un sujeto, por lo regular un inadaptado social equipado con un artefacto cortopunzante gusta de cercenar miembros y sacar visceras durante días claves y espacios específicos. Es así que surgen películas como La Masacre de Texas (Hooper, 1974), Halloween (Carpenter, 1978), y Viernes trece (Cunningham, 1980); en ocasiones el criminal cuenta con poderes sobrenaturales como en el caso de Pesadilla en la calle del infierno( Wes Craven, 1984), Hellreiser(Barker, 1987), Chucky (Mancini, 1988)o ESO, el payaso (Wallace, 1990). Actualmente este tipo de cintas, singulares por su pésima hechura, repetitiva fórmula y efectismo ramplón, continúan produciéndose no obstante, Scream(Wes Craven, 1996) y todas sus secuelas, Sé lo que hicieron el verano pasado I y II y III (Craven, 1997), Jeepers Kreapers I y II ( Salva, 2001), Saw o El juego del miedo (Wan, 2004) La casa de cera ( Collet-Serra, 2005), y etcétera etcétera etcétera. Cintas donde el límite de la violencia obstruye cualquier tentativa de narrar algo más allá que un despilfarro de hemoglobina y tejidos orgánicos. Algo así como una pornografía del drama donde el mínimo gesto humano se presenta como el desliz más ridículo. Magnífico juego de oposición donde la vaciedad de un estruendoso grito de pánico apenas es perceptible por la cantidad enunciativa de un murmullo.
Pero no hay que espantarse, pues el espectáculo por excelencia siempre ha sido la corrupción del cuerpo humano desde tiempos inmemorables en casi todas las culturas. La excitación de ver un hermoso cuerpo ensangrentado. El tercer círculo de las perversiones, según Sade y con más razón cuando Burke nos dice que lo sublime es aquella experiencia cercana al terror. Sin embargo con esto no trato de explicar a Jason o a Michael Myers; sino de tratar de entender el por qué la industria de Hollywood junto con los consumidores se empeñan en cultivar este género cuando ya han pasado los tiempos de los serial killers. Este cine ya no responde a una posible práctica catalizadora en la que los estadounidense encuentren superados los espeluznantes crímenes de Charles Manson, Ted Bundy y David Berkowitz; sino que sigue siendo un relato funcional donde la sociedad, la industria y las instituciones continúan exorcizando sus fantasmas recientes: Es decir, el terrorismo. De la misma manera que Hollywood intentó asustarnos con sus criaturas esperpénticas, el gobierno de EUA intenta contagiar al resto del mundo la paranoia que ellos mismos han financiado para obtener ya sea el dinero que gastamos en taquilla u obtener nuestros recursos naturales. No hay que olvidar el apoyo a grupos terroristas que su gobierno brindó a Los escuadrones de la muerte, los Contra, en Nicaragua, la Operación Cóndor y Al Qaeda entre muchos otros. Y el perfil es asombrosamente el mismo, tanto en las cintas de terror, como en los asesinos seriales y el genocidio cometido por su política antiterrorista. Jason, Freddy Krueger, Michael Myers y Cara de Cuero, siempre llevan puesta una máscara. En criminología se habla de una “máscara de cordura†cuando los sociópatas pueden ser perfectamente normales y vivir en sociedad sin sospecha alguna. En el caso del gobierno yanqui, este mecanismo es el discurso de la seguridad mundial que utilizan para dar rienda suelta a sus perversiones económicas. En este momento el cine oriental también disfruta con ahínco explorar este género. No sería extraño que todos los países de la OTAN estén trabajando sus próximas películas de terror. Pero lo interesante será ver lo que Rusia, China, India y Brasil (BRICH) puedan producir para enriquecer este género. Qué miedo, qué horror, un chorro de películas, un chorro de sangre.Textoservidor. Lic. en Técnicas de la alusión con especialidad en Historia de lo no verÃdico. UNAM generación XY. Editor en Jefe y cofundador de la revista F.I.L.M.E. Fabricante de words, Times New Roman, 12 puntos. Es....ver perfil