Un policía sencillo, festividades de fin de año, un enorme complejo arquitectónico, una mujer que espera y para aderezar, un grupo de ladrones de alta escuela. En principio no parece la gran cosa, pero todos estos elementos se reúnen y explotan a través del ojo de John McTiernan en el gran clásico filme "de acción" de nuestros tiempos: Duro de Matar (Die Hard, 1988).
Esta cinta imprescindible en la mente de cualquier cinéfilo y pobremente valorada como un simple entretenimiento, es en realidad mucho más. En esta épica historia vemos al único e inigualable Señor acción, Bruce Willis, interpretando a John McClane, un oficial de policía experimentado –neoyorkino por cierto– que viaja durante las fiestas de fin de año hasta Los Ángeles, específicamente al sofisticado Edificio Nakatomi, lugar donde se resguardan invaluables y cuantiosas fortunas. McClane realiza el viaje (a regañadientes) para establecer una especie de reconciliación con su esposa quien trabaja en Nakatomi, una vez ahí, cada uno por su lado, se verán en medio de un elaborado y violento plan para robar los valores de la moderna fortaleza, escenario de nuestra aventura.
De esta manera, cual héroe clásico, el oficial John McClane tendrá que sortear todas las amenazas posibles y llevar a cabo las hazañas más arriesgadas para detener a los villanos que se encuentran sitiando el aparentemente impenetrable alcázar (el Edificio Nakatomi claro está) y así poder rescatar a su dama en peligro de las garras de uno de los antagónicos más memorables del cine ochentero norteamericano, Hans Gruber, interpretado por el genial Alan Rickman.
Todos sabemos, conociendo de antemano las gestas heroicas de cualquier civilización que se nos ocurra, que John McClane logrará su objetivo y recobrará el amor de la mujer que lo espera en la torre más alta del castillo. Pero lo increíble no es que lo logre, si no cómo lo va a lograr, ya que como toda genial obra de arte, el mérito que logra conmover y estimular nuestros sentidos, es el qué se dice inseparable del cómo se dice; el contenido claro está, pero también la forma de presentarlo. McTiernan –con un soberbio uso de la iluminación y fotografía, mas un gran diseño de producción– nos lleva de la mano a través de la aventura de John McClane, quien en una muestra de fuerza y habilidad, derrotará a todos y cada uno de los malvados personajes que encontrará en su camino.