Esta pequeña joya coreana, discreta y desgustable en sus finas tonalidades que estuvo recientemente en Cinemanía y no pudimos evitar hablar de ella.
por Natalia V. LunaUn hombre decide terminar su vida, se lanza de un puente hacia el río de su ciudad. No lo logra. Sin embargo se transforma en un náufrago, un extraterrestre que habita en una pequeña isla en medio del río, en medio de todos. Se convierte en un ser invisible, excepto para otra náufraga, una mujer que comparte su condición y lo observa desde la distancia. A partir de allí se desarrollará la trama de la historia, por medio de acciones tan cotidianas que sacadas de su contexto resultan inusuales.
Hae-jun Lee, en su segundo largometraje, logra plantear una crítica a la sociedad de las grandes ciudades, a esta condición alienante de nuestra era económica, preocupada por banalidades y plagada de soledad a pesar de las multitudes, alejada del entorno natural en el que parece ser el único escenario propicio para repensar los lazos afectivos, la isolación fatal y esperanzadora, tal vez como única alternativa para que una relación amorosa, esa soledad de dos, sea realizable en nuestra época. Todo ello a través de una historia lúdica y en ocasiones dulce, que remueve el interior a través de inteligentes sutilezas.
Estos dos náufragos se enfrentan a las vicisitudes que se les presentan con una mirada decididamente inocente, como un escudo ante la violencia que se ha ejercido sobre ellos. Ahora, un comienzo, la posibilidad de la libertad y decisión sobre el cuerpo, también sobre lo que lo rodea. Se hace posible la transformación de raíz que se anhela pero que a la vez se teme, y en el proceso descubrir que no estamos del todo solos, que la asfixia se siente de manera generalizada pero en seres que no quieren percatarse del pie sobre su cuello que les estrangula.
Por medio de acciones simples se llega a profundidades insospechadas, se pueden volver los pies a la tierra, se revive al asombro y a la valoración de los detalles que trascienden. Búsquedas, ciclos, renacimientos, sensibilidad y esperanza girando alrededor de la simpleza como su centro de gravedad.
Náufrago en la luna es un recordatorio de que hay posibilidades para ejercer el poder más allá de lo que se nos dicta. Es experimentar conscientemente aquellas cosas que no nos detenemos más en observar, cuestiones que nos parece siempre han estado allí y que no cambiarán. Es también disminuir la velocidad, para percibir a detalle los fragmentos de aquello que de otro modo sólo nos resultaría un fondo continuo que no aporta sentido a nuestro constante movimiento.
Todos somos náufragos en diferentes sentidos. Hemos sido lanzados a la vida y existimos buscando la forma de llenar los vacíos. Cada uno llega a su propia isla, construye sobre ella y la convierte en su mundo. Algunos discretamente, otros lanzándose al abismo.
26.04.13