por Éryka Puebla
A finales de la década de los cincuenta, los flamencos rosas se popularizaron en Estados Unidos como adorno de jardín porque representaban el tropicalismo de Florida y el espíritu veraniego. Después de la guerra, era natural buscar cierto optimismo, mismo fue hallado en el color de dichos animales. Para este momento John Waters tendría alrededor de 12 años, desde entonces y hasta los 26, año en que lanza Pink Flamingos, habría de encontrarse con dichos adornos de plástico rosa por todas partes.
Sin embargo, en 1972, los flamencos rosas ya habían adquirido un simbolismo muy distinto: eran todo un ícono de la cultura popular estadounidense, pero sobre todo, “un pilar de la cultura kitsch”. Es probable que al escuchar “ícono de la cultura popular estadounidense” pensemos casi inevitablemente en Andy Warhol, quien bien pudo haber pintado, junto a sus latas de sopa Campbell’s y retratos de Marilyn Monroe, un flamenco rosa o incluso a Divine, con quien también llegó a relacionarse. Y es que Warhol no es muy diferente de Waters.
John Waters es una representación ideal de la corriente camp: irónico, exagerado, ridículo, también homosexual… e increíblemente orgulloso de ser todo esto. Ferviente admirador, además, de otros importantes exponentes de dicha estética como Little Richard ―ícono gay, de quien ha tomado su característico bigote― y el mismo Warhol ―a quien también ha reconocido como una gran influencia, principalmente por sus subvaloradas películas.
Si a un director así, nombrado por William Burroughs “el Papa del Trash”, se unen actores como Divine, una de las drag queens más famosas, es claro que se obtendrá un sobresalto. En realidad, John Waters ha mencionado varias veces que su afán no es perturbar ni molestar; sino escandalizar, sobresaltar.
Sin embargo, no son pocos los que se han sentido perturbados o incluso molestos a causa del controversial filme. Se ha dicho mucho sobre si es una terrible o excelente película o incluso si es una película o no; en otras palabras, si Pink Flamingos es blanca o negra ―en sentidos positivo y negativo. Mientras unos arguyen que es vulgar, repugnante, soez, anormal, y que incluso se arrepienten de verla; otros piensan que es contestataria, irreverente, insuperable, magnífica por ser tan obscena y hasta adictiva.
No obstante, Pink Flamingos está fuera de esas clasificaciones de lovers y haters. Para verla hay que olvidarse del mundo como lo conocemos: de la moral, la estética, los valores, la religión, el buen gusto, la “normalidad”... olvidarse de todo lo que John Waters critica y de lo que, finalmente, está tratando de liberarnos.
Es importante entender que para el autor, el mundo de Pink Flamingos no es muy diferente del mundo real, y es probable que tenga razón. Competencias por fama, singulares prácticas sexuales, crímenes, pervertidos, lesbianas... todo esto existía en esa época, y existe todavía. De hecho el director, nacido en Baltimore, ha mencionado que su estética particular no va contra la de estética estándar, sino que ésta última se parece cada vez más a la primera.
La verdadera cuestión es lo que se considera “bien y mal visto”. La homosexualidad o el fetichismo existen desde hace miles de años, pero no es correcto hablar de ellos y no está bien poner a una pareja lamiéndose los pies frente a la pantalla o a un hombre vestido de mujer. ÂżPor qué? Eso es lo que se cuestiona John Waters.
Con este filme parece estar diciendo “Miren, observen el lado que tratan de ocultarse a sí mismos, dejen de fingir que todo es perfecto, rosa; miren cómo es en realidad ese color: cursi, repulsivo, falso.” Por eso todo en Pink Flamingos parece falso: los diálogos, los movimientos de los personajes; todo está sobreactuado. ÂżY no es así como pasa realmente? ÂżNo es cierto que existe una muy fuerte autocensura en la sociedad?
Lo único que hace el director ―guionista y productor también― es exagerar las cosas, llevarlas al límite y mostrarlas con ironía. ÂżPero qué culpa hay en ello? Él no inventó el incesto, ni la trata de mujeres, ni mucho menos el canibalismo. Es decir, todas estas cosas ya existían, de lo contrario no habría podido hablar de ellas, y si existen, Âżpor qué no puede hablar de ellas? Si la realidad es negra o gris o marrón, Âżpor qué ponerla siempre rosa?
No hay razón para ocultar lo que somos, lo que pasa entre nosotros. No hay razón para verlo todo blanco o negro, ni siquiera para limitarnos a los matices de gris. Pink Flamingos no es un filme que esté dentro del blanco y el negro; es la primera cinta a colores que rodó Waters, y en ella, éstos son tan importantes como los tonos en los cabellos de Connie y Raymond Marble.
Más que ser blanca, negra, gris o marrón; Pink Flamingos, como indica su nombre, es de un irónico color rosa, el cual puede incluso resultar perturbador. Y es a pesar de todo, en palabras de su creador, “todavía una de las más exitosas películas de medianoche”.