En este marco, medio surrealista medio nihilista, de la conmemoración de la muerte de Luis Buñuel nos hemos dado a la tarea de revisar a fondo la obra de este cineasta, como buscando edificar un homenaje constante y efusivo a quien consideramos uno de los padres (fundadores) del cine más corrosivos –a lado de Fritz Lang, Charlie Chaplin y Kenji Mozoguchi–, un tributo literario (nuestro limítrofe mundillo, ja) a un cine que nos sigue emocionando y un pretexto para ir hacia la primera monografía de un cineasta producida en esta revista.
Así, a lo largo de lo que resta del año (sí, lo que resta del año) irán desfilando nombres, críticas, anécdotas, noticias, piezas sonoras y pictóricas y, en el peor de los casos, invenciones visuales varias en torno a las 32 películas del genio de Calanda y fragmentos anexos de su vida que vayan complementando en el lector, avezado y novel en lo buñueliano, su experiencia cinéfila en esa obra. De ese tamaño nuestra humilde pretensión.
por Praxedis Razo
Hoy 29 de julio, día de su trigésimo año de muerte, comenzaremos a paladear un instante de ese vademécum de Buñuel que es Prohibido asomarse al interior (Conaculta, 1996), librazo de obsesivos diálogos intransigentes entre José de la Colina, Tomás Pérez Turrent y don Luis, que se fue construyendo como un encuentro entre amigos que conbebieron una larga velada de poco más de 10 años (o poco más de 30, si consideramos que De la Colina “persiguió” al cineasta desde Los olvidados, en 1950) en la que celebraron el todo por la parte, y entre filme y filme se asomaron momentos luminosos, como cuando, a propósito de Él (1952), al director se le antojó sacar una escopeta y asesinar a sus entrevistadores, demostrando que la imaginación todo lo puede: “ir hasta el final”, “ser terrible en los hechos”, afirmó.
Tomo, pues, un gran fragmento de dicha entrevistota, éste a propósito de Tristana (1969), para comenzar a jugar a homenajearlo con un gran tema, el azar, que rige la vida, al parecer de Buñuel, y no sólo se adelanta a Magnolia (P.T. Anderson, 1999) en su argumentación, sino vislumbra ya el germen de la hidra que sería El fantasma de la libertad (1974):
Se podría hacer una película en la que se demostrara que Napoleón nació porque siglos atrás un romano se rascó la nariz en cierto momento. Y por encadenamiento de circunstancias, eso lleva a su nacimiento. O pongamos por caso que Hitler no llega a nacer. Fíjense que distinta sería la historia de nuestro siglo […] porque una noche determinada su padre no se acuesta con la esposa. ¿Por qué no se acuesta con ella? Ese día, en el trabajo, ha estado todo el tiempo pensando en su mujer. Sale del trabajo y encuentra a un amigo, los dos van a emborracharse y el señor Hitler llega a su casa como una cuba, se duerme en el suelo y no fornica con su mujer. ¿Por qué encontró ese día a su viejo amigo? Éste es un hombre del campo, se le rompe la reja del arado y va a la ciudad a comprar una, y allí se encuentra al señor Hitler. ¿Por qué se rompió la reja del arado? Porque al arar se topó con una piedra… Los ejemplos son tontos pero sirven […]
Y entonces Pérez Turrent lo provoca diciéndole que no todo es azar, y lo hace aduciendo a las estaciones del año, a lo que don Luis responde que la naturaleza quizá no sea tan accidentada como la conducta humana, o por lo menos no tan inmediatamente accidentada, pero puede desencadenar el albur. Prosigue:
Una tormenta me obliga a refugiarme en una choza del campo. Allí hay una pastora guapa, siento el deseo y la violo. De esa violación nace Sócrates. Es hijo mío (no reconocido), pero también de la pastora y de la tormenta. Si en lugar de meterme en una choza, me meto en una cueva, encuentro allí un oso y me devora, Sócrates no nace. Pero seamos menos fantasiosos: ¿por qué estoy aquí tomando una copa y hablando con ustedes? Yo quería estudiar música; si hubiera sido formalmente músico, no estaría yo aquí. Estoy aquí porque un día se me ocurrió ir al Vieux Colombier a ver una película de Fritz Lang y me interesó hacer cine. Pero tampoco estaría aquí si el final de la guerra me encuentra en Calanda. Sólo me conocerían ustedes, entonces, por el libro de Sadoul: “Luis Buñuel: malogrado cineasta español, autor de Un perro andaluz, La Edad de Oro y Las Hurdes. Fusilado por las fuerzas franquistas cuando se iniciaba su prometedora carrera cinematográfica”.
Como debe suponer el lector, sus interrogadores quedan estupefactos, como quien esto lee por vez primera o relee. Este cineasta que también tiene una larga carrera como actor y editor (¡ni bien comprendida, ni, a ratos, conocida aún!) demostraba cómo en cualquier tarde de su vida podía recrearse y con él al mundo entero sencillamente para pasar el rato.
Sirva esta greguería como disparo inicial de lo que se teme sea un nutrido, espectacular y arrebatador homenaje. Y además, nos permite recrear el dispositivo-premisa de El fantasma de la libertad, trayendo a cuento lo que en Confabulario (segunda época, El Universal, julio 28, 2013) publicó Abida Ventura que desencadena el misterio de dónde yacen los restos de don Luis.
¿En España, en México? Sus hijos dicen haberlos regado, en 1997, en el monte Tolocha, en su natal Calanda, mientras que el dominico Julián Pablo Fernández, amigo personal de Buñuel, afirmaba (hasta febrero de este año y antes de que lo desmintieran agresivamente los pequeños buñueles a través del periódico español El Mundo) que una vasija con los restos del director yacía en un rincón privado de la Parroquia Universitaria del Centro Universitario Cultural.
Hay azar en la historia del paradero de lo que queda de Buñuel en el mundo, sí, pero también hay algo truculento, morbosón y finalmente –cereza en pastel–, incongruente… ¿Cómo que Parroquia Universitaria? ¿Qué chingados es eso? ¿Tiene sentido que exista una iglesia universitaria? Y me viene a la mente la historia de mis padres que, buscando saldar cuentas con su Dios (el saber) y el Dios de las familias (el encabronado de los 99 nombres indescifrables), buscaron casarse en ese territorio, pensando que fuera neutral. Una auténtica pendejada realmente. Casarse, ja, de manera neutral, dominicamente.
29.07.13