por Christopher Nolan
Alfred. Gordon. Lucius. Bruce... Wayne. Nombres que han llegado a significar mucho para mí. Hoy, estoy a tres semanas de decir un último adiós a estos personajes y este mundo. Es el noveno cumpleaños de mi hijo. Él nació mientras el Tumbler era armado en mi taller con partes aleatorias de maquetas. Mucho tiempo, muchos cambios. Un giro de aquellos sets en donde un poco de acción con balazos o un helicóptero eran eventos extraordinarios, por los que se trabajaba durante días hasta ahora, donde las multitudes de extras, crear demoliciones o la violencia a miles de pies en el aire se han vuelto algo familiar.
La gente pregunta si siempre la planeamos como una trilogía. Eso es como preguntar si tenías planeado crecer, casarte o tener hijos. La respuesta es complicada. Cuando comenzamos a planear la historia de Bruce junto a David [Goyer], coqueteamos con lo que podría venir después, pero luego retrocedimos, por no querer mirar muy en el futuro. No quería saber todo lo que Bruce no sabría. Quería vivirlo con él. Le dije a David y Jonah [Nolan] que pusieran todo lo que sabían en cada película mientras la hacíamos. Todo el elenco y el equipo puso todo lo que tenía en la primera película. No nos guardamos nada. No guardamos nada para la próxima. Construyeron una ciudad completa. Luego Christian y Michael y Gary y Morgan y Liam y Cillian comenzaron a vivir en ella. Christian dio una probada a gran parte de la vida de Bruce Wayne y la hizo totalmente convincente. Nos llevó a la mente de un ícono popular y nunca dejó que nos diéramos cuenta de la naturaleza caprichosa de los métodos de Bruce.
Nunca pensé que haríamos una segunda –¿Cuántas buenas secuelas hay? ¿Para qué lanzar ese dado?-, pero una vez que supe a dónde llevaría a Bruce, y cuando comencé a vislumbrar al antagonista, se convirtió en algo esencial. Queríamos reagrupar al equipo y volver a Ciudad Gótica. Ésta había cambiado en tres años: más grande, más real, más moderna. Y una nueva fuerza del caos estaba pasando al frente. Era el payaso atemorizante, definitivo, traído aterradoramente a la vida por Heath. No nos guardamos nada, pero habían cosas que no pudimos hacer en la primera: el batitraje con un cuello flexible, filmar en Imax. También cosas con las que nos acobardamos como destruir el batimóvil, quemar el dinero sangriento del villano para mostrar una completa indiferencia por las motivaciones convencionales. Tomamos la supuesta seguridad de una secuela como licencia para lanzar una advertencia al viento y encaminarnos a los rincones más oscuros de Gótica.
Nunca pensé que haríamos una tercera -¿Ha habido alguna gran segunda secuela?-, pero seguía preguntándome sobre el final de la travesía de Bruce, y una vez que la descubrimos junto a David, tenía que verlo por mí mismo. Teníamos que volver a lo que apenas habíamos susurrado aquellos primeros días en mi taller. Hemos estado haciendo una trilogía. Llamé a todos para juntarse para un nuevo viaje a Ciudad Gótica. Cuatro años después, todavía está aquí. Incluso parece un poco más claro, un poco más pulida. La Mansión Wayne ha sido reconstruida. Rostros familiares han vuelto, un poco más viejos, un poco más sabios... pero no todo era lo que parecía.
Gótica se estaba pudriendo desde sus bases. Un nuevo mal estaba burbujeando desde abajo. Bruce pensaba que Batman ya no era necesario, pero estaba equivocado, tal y como yo lo estaba. El hombre murciélago tenía que regresar. Supongo que siempre lo hará.
Michael, Morgan, Gary, Cillian, Liam, Heath, Christian... Bale. Nombres que han llegado a significar mucho para mí. Mi tiempo en Ciudad Gótica, al cuidado de una de las figuras más grandes y duraderas de la cultura popular, ha sido la experiencia más desafiante y gratificante que un cineasta habría de desear. Echaré de menos al hombre murciélago. Me gusta pensar que él me extrañará, pero nunca ha sido particularmente sentimental.
30.07.13