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El suceso cinematográfico que aborda los vacíos del alma

 

por Isabel Ocadiz

 

Nuestra vida es una incertidumbre. Un ciego que revolotea en el vacío en busca de un mundo mejor cuya existencia sólo suponemos.
Virgina Woolf.

 

En estas vacaciones tienes que sentir tus vacíos para poder encontrar eso que tanto has buscado y guardarlo por el resto de tu vida. Dos personajes emocionalmente similares se conocen en un lujoso hotel de la ciudad de Tokio en la obra maestra, Perdidos en Tokio (Lost in translation, Sofia Coppola, 2003), ganadora del  Academy Award y Golden Globe por mejor guión original, donde se transmite la añoranza de los corazones.

La raíz del subtexto se desarrolla en sus frondosas ramas con el último filme de la realizadora, la vida del personaje que interpreta Scarlett Johansson bien pudo terminar en la cleptomanía del personaje que interpretó Emma Watson en The Bling Ring (Coppola, 2013), debido al fuerte vacío emocional. En efecto, la tentación de Perdidos en Tokio es poderse sentir escuchada(o), atendida(o) por alguien que es igual a ti, de esos amores sutiles que encuentras una tarde de verano, lejos de casa, de la vida que esperas, porque es un suceso irrepetible que Coppola deseaba en la cinta: robar el corazón del espectador.

Una filósofa conoce a un actor de cine, ambos casados, ella hace dos años, él hace 25, sin embargo la razón por la cual se complementan es precisamente su soledad, acompañados pero abandonados, torturados de tanta monotonía; ambos personajes sienten que sus parejas no logran entenderlos y es cuando deciden acercarse en una amistad especial. Los personajes experimentan juntos las vacaciones, dejando de lado al mundo entero para adueñarse de las introyecciones del otro, sin llegar a un proceso psicológico, sino más bien poético, pues se colocan en ese mundo que muchos desconocemos: iluminaciones, según Arthur Rimbaud, "Tu cabeza se vuelve: ¡el nuevo amor!" (A una razón, 1886). Es la sensación del que se ha enamorado de los pensamientos, del mundo cognitivo, la máquina cerebral, la inteligencia, pues ninguno de los personajes necesita de un beso, ha olvidado la libido, se siente liberado cuando cruza una mirada con la nueva persona que ha conocido en este viaje a Tokio.

 

El subtexto de la historia arguye un sincero pésame a la institución del matrimonio, dando motivos para que el vestido de novia esté bajo la tumba, pues casarse asesina las ilusiones, la sorpresa, lo que podría pasar si las cosas fueran de otra manera. La fidelidad es un tema que aborda la cineasta para destruirlo, genera incertidumbre en la mente del público, da por sentado que la verdadera infidelidad nace en el pensamiento, sin necesidad de llegar a lo carnal pues sólo era cuestión de llenar ese vacío para sentirse plenos. Así, sin importar cuánto tiempo dura la cinta, se espera el final feliz, no obstante, el fanatismo de Coppola por crear a sus personajes con terribles vacíos los deja a la vez con peculiar sensación de placer que caracteriza sus actos –como ocurre en María Antonieta (2006)–, la importancia está en lo que hacen (ese algo que llena su vacío del alma), no importa cuánto dure, pues el acierto es dejar ver un acto que socialmente podría ser calificado negativamente, generando un discurso amoral.

El titulo original es Lost in translation. ¿Qué significa translation?, traslado, pero también traducción, importante significado para la psicología del personaje, si lo vemos como “perdido en el traslado/viaje” podría interpretarse como el razonamiento extraviado que da paso a la satisfacción de los deseos cognitivos, no físicos; si la interpretación fuera hacia “perdido en la traducción”, sugiere que no entendemos lo que ocurre en nuestros sentimientos. Entonces ¿qué significa lo que estamos haciendo?, ésta última es la pregunta que el espectador debe formularse al final del filme, después de esperar una hora con cuarenta minutos para ver el inocente beso entre Murray y Johansson. Perdidos en Tokio supone unas vacaciones donde el amor se fue pero la memoria permanece, sin lugar para borrarla porque existe otra puerta que nos enseña que no hay olvido (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, Michel Gondry, 2004): “¡Cuan dichosa es la suerte de una virgen que vive sin culpa! Se olvida del mundo y es olvidada por éste. El eterno resplandor de una mente sin recuerdos, que sólo acepta sus oraciones y rechaza sus deseos”.

 

13.08.13

Isabel Ocadiz


Directora y escritora, cómplice de la ensoñacion y la poética que generan 24 imágenes por segundo.....ver perfil
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