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Mecánica Nacional

¡Una manera de vacacionar salvajemente, al puro estilo chilango cabrón!

 

Un viajecito de ida y de vuelta a lo mexicano

por Paola Parra



Para improvisar viajes familiares bastante floridos, los mexicanos se pintan solos. La logística en tres patadas, eso sí sin dejar de ser minuciosos, sobre todo en las cuestiones referentes al chupe y la comedera (siempre en ese orden de importancia).

Agarrar los tiliches, las bolsas repletitas de consumibles varios, las finas pomadas emborrachadoras, al compadre y ¡vámonos de paseo! Y si es preciso, para echar el cotorreo sin escatimar: empeñar algún electrodoméstico (todos menos la tele) ¡faltaba más! Mexicanísima ecuación vacacional, factura de remotos sexenios.
Mecánica Nacional (Alcoriza, 1972) es un filme que se próxima a los confines más íntimos de esta reveladora y sintomática tradición. Luis Alcoriza, prolífero  autor conocido por escribir guiones sobresalientes en la filmografía de Buñuel, es el capitán a bordo de este barco en plenas aguas deconstructivas. Si algo logró con su obra fue dar lugar a una crítica mordaz del desenvolvimiento de una sociedad enferma de imperantes clichés nacionalistas.

Si bien, en Los Olvidados (Buñuel, 1950)  alcanzó impregnar desde la pluma una revisión a cierta perversa identidad nacional, fue hasta su onceavo filme como director, que no restringió a la descripción desapegada, no por eso poco exacta, de los perfiles que integran la estridente mexicanidad.
En el filme, Eufemio (Manolo Fábregas) es un padre entusiasta que vislumbra en una carrera internacional de autos la motivación necesaria para salir de su cotidianidad, dejar por un momento el trabajo absorbente de su taller mecánico, que justo lleva por nombre “Mecánica Nacional” (título del cual no se puede desprender una interpretación irónica). Así, emprende un breve viaje familiar que resultará determinante en su vida.  

De inicio el espectador se despega de un buen número de carcajadas, ya que la película es narrada esencialmente desde el humor negro. Entonces vemos el bochorno de  Eufemio y su “abnegada” esposa  Refugio (Lucha Villa) al ceder ante los reproches y pedimentos de una clásica abuela terca (Sara García), encomendada a la virgencita de Guadalupe, que de ingratos y desdichados no baja a su familia por pretender dejarla fuera del paseíto, para luego, triunfante y muy trepada en el coche, ante el infierno de tráfico, propinar mentadas de madre a cuanto cristiano vislumbre. Hasta aquí es fácil notar a primera vista la infalible incongruencia de los mexicanos, tema constante dentro de la trama.

Justo el caos vial va ser el primer gran acercamiento a la ontología de los variados personajes en el funcionamiento de esta microsociedad que intenta plasmar Alcoriza. Entonces, cual si se tratara de un juego de lotería, podemos ir enunciando: El borracho, el macho, el valiente, la sabrosa, la rebelde, la abnegada, el compadre,  en fin. Pero todo esto no es casual ni ocioso, no. Se trata de una construcción inteligente y deliberada de las siluetas más distintivas  del México “moderno” y sus hábiles contextos. Por eso, no es de extrañar que la satírica película logre, todavía, incomodar a varios, pues es de entenderse que esta ficción encuentre cierta alusión a sus propias personalidades. Estigmas de los cuales no es sencillo desprenderse. Hay, sin duda, en el filme una ácida crítica de histórica vigencia, algo que sigue palpitando.

Dentro de la historia podemos hallar secuencias contundentes en examen sociológico e, incluso, psicológico del devenir del mexicano promedio. El machismo desorbitado, la doble moral, la desconfianza son retratados en graciosas cadenas de escenas que dan lugar a una trama que engancha.

 

Baste y sobre recordar una estampa: el momento en que Eufemio, en plena bacanal, reclama a su esposa una posible, pero no probada, infidelidad, con el precedente a todas luces comprobable de que él llevaba toda la noche intentando ligarse a La Cuerpo (Fabiola Falcón), sexy e impúdica (para las demás mujeres) fulana del guardián de la ley Gregorio (Héctor Suárez), quien a su vez ha de sufrir la infamia de sus contertulios que se empeñan en insultar su presencia, toda vez que hace valer su autoridad militar dándose cuenta de que sin uniforme en México no hay respeto, pero con armas hay hasta cariño.

Una parte importante de esta cinta es la inclusión como sujeto actuante de la otredad. Alcoriza se sitúa dentro de la historia como portador de esta voz, como el extranjero, el “otro” que mira la mecánica “curiosa” de sus propios personajes. Introduce a un director que había sido contratado para documentar la carrera que tentado por el morbo corre a filmar, cual si te tratara de un culebrón sentimentalón, la desafortunada muerte de la empachada y siempre cómica abuela de la familia protagonista. Porque ¡wow!, porque ¡qué extraño!, porque ¡uff!, porque ¡qué conmovedor! Jugando así, el director español ironiza consigo mismo y su propia condición dentro de la sociedad mexicana, cosa que sin duda, se agradece.

Mecánica Nacional tiene mucha tela de donde cortar y cada momento en ella es meritorio de análisis. Sin embargo de las cosas más valiosas de esta cinta es el buen rato que se puede pasar viendo y disfrutando su fluidez empapada de comicidad digna de halagos. Para muchos, no pasa de una de tantas películas vulgares de la desventurada producción cinematográfica de esos años, para mí es pieza medular de la cultura. Simplemente un fragmento imperdible para el catálogo de cualquier cinéfilo, mención honorífica para todo recuento de filmes que atañen a las vacaciones, puentes y días asueto.

Si no le han visto, no duden y aprovechen, encajen la mirada a este peliculón. Saquen conclusiones, no la sufran, gócenla… Gócense.

 

15.08.13

Paola Parra


@polapathe
Miss Paola Parra es la Jefa del departamento de limpieza y desintoxicación en la revista F.I.L.M.E.....ver perfil
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