En el marco del mes patriótico, acá una muestra de apropiación nacionalista del bardo universal en el cine y del como las películas entre más sensibleras y ligeras serán las que fortalecen el concepto chabacano de buen cine mexicano.
por Isabel Ocadiz
“No renuncio a nada, simplemente hago lo que puedo para que las cosas renuncien a mi” (Julio Cortazar, Rayuela, 1963).
Esta cita de Cortázar sirve para ilustrar el móvil patológico que corre detrás de la creación cinematográfica de Fernando Sariñana. En Amarte duele (2002), Sariñana propuso a la productora que le permitiera insertar un comic en la pantalla, lo cual fue denegado, sin embargo, continuó con la desatinada idea de incluir globos de texto de Martha Higareda mientras hablaba en una escena. Peor aún, nunca se divorció de esta técnica pseudo-vanguardista y resuelve algunas otras con imágenes en blanco y negro, sin una secuencia estructurada que haga pensar en un comic, después de llenar espacios en blanco con imágenes que se confunden con un flash back. En realidad es otro intento por hacer de Amar te duele una historieta animada. La cita de Cortazar es importante para sustentar aquéllo que entre otras cosas hace ver mal al filme, cuando la idea o herramienta de un director de cine no tiene forma, ni fondo, es conveniente hacer cualquier cosa para que renuncie a uno mismo, es decir que esa idea absurda se desprenda de nuestro pensamiento.
La certeza de realizar una adaptación como Romeo y Julieta de William Shakespeare (1597), está en el acto de volver a los grandes autores de relatos, textos fundacionales de los mitos, es decir, siemplemente conocer el origen de las ideas. La dirección de Sariñana es una absoluta alteración de la obra de Shakespeare, igualmente, sin prohibiciones de adaptar. Es importante saberlo hacer, pareciera que la guionista Carolina Rivera jamás se interesó, simplemente se inspiró en la visión de aquél amor pero, no se detuvo a pensar ¿qué puedo hacer para no destruir una obra literaria? Pulverizando su propio trabajo, tuvo el temple de hacer el guión de Amarte duele para extraer una parodia mexicana. Nacido de un ideal obstinado, mercantilista, facilón de Sariñana por deshacerse de la frustración que sentiría ante la premonición de Sin city (Robert Rodriguez, 2005).
Para adentrarnos un poco al contexto de la fiestas patrias, encontramos la adaptación de Romeo y Julieta (William Shakespeare, 1597): Amarte duele un buen intento por crear una sátira mexicana. El cuento de Sariñana ya lo sobreconocemos, es la historia de un amor imposible que tiene como principal problema la diferencia entre las clases sociales. No obstante, el conflicto no radica en que los protagonistas no pueden amarse libremente por esta tara, sino que guionista y realizador no ejercieron un inteligente manejo de los problemas morales-sociológicos que se desprenden de este conflicto, a su vez, prefieren los contradictorios e inconclusos vehículos narrativos y técnicas de cine frustradas, que dan a conocer la pésima intención por crear un melodrama ad hoc en el que la division de clases se expresa de la forma más ramplona: locaciones en Plaza Santa Fe y zonas marginales aledañas.
Aunado al especial conocimiento por la cinta Romeo + Julieta (Baz Luhrmann, 1996), la crisis artística del cine mexicano en Amarte duele, resalta la ridícula imitación de la escena donde Leonardo DiCaprio y Claire Danes se miran por medio de una pecera; esta vez a través de un aparador. Por su lado, la fantasía de Martha Higareda al verse en el espejo podría pasar por uno de los desnudos más antieróticos del cine, que conlleva a una cápsula de Telesecundaria, donde se explica el aparato reproductor femenino y las hormonas que intervienen en el deseo sexual.
Finalmente, en las ventajas de Amarte duele, no encontramos más que un interesante tour por la ciudad de México y un bonito recordatorio: La ironía militante acepta abiertamente que su opuesto en el género es la discriminación o exaltación de las clases sociales altas. Amarte duele es un discurso sociocultural autodestructor.
En esta cinta Sariñana demuestra que las malas películas son el mayor de los negocios posibles para la cinematografía mexicana.
24.09.13