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Repasadita por una historia intransigente

De México y su pornografía, realmente poco sabemos: de la situación del cine porno mexicano, de su industria y sus altas y bajas políticas. Hoy presentamos esta reducida historia de esas producciones en nuestro país, para estar atentos a lo que pueda llegar a suceder en su derredor sin menoscabo que valga.

 

por Luis Alberto Navarro

 

Gemido primero, grito después. Dos cuerpos, entregados a uno de los placeres del ser humano, se encuentran frente a una cámara para plasmar un acto sexual. Escenas en las cuales dos o más cuerpos exploran inimaginables territorios que sólo el orgasmo puede tener son representadas en las películas pornográficas, y las de México no pueden ser la excepción.

Sin embargo, a pesar de que el sexo vende, nuestro país no ha destacado como productor o distribuidor de cine pornográfico (un contraste con nuestros vecinos, los Estados Unidos de Norteamérica). Por ejemplo, sólo una empresa de producción pornográfica se encuentra registrada ante el Instituto Mexicano de Cinematografía: MECOS FILM. Sus filmes son exclusivamente homosexuales.

 

El otro nuevo cine mexicano

A finales del siglo XX la situación general del cine mexicano era poco alentadora, los filmes de cine de ficheras y aquellas donde los hermanos Almada asesinaban a diestra y siniestra eran el referente de nuestra industria.

La visión cambió y jóvenes directores se preocuparon por empezar a reflejar en la pantalla la situación contemporánea del mexicano, de sus dolores y aventuras, conflictos y emociones. En consecuencia, llegó el “nuevo cine mexicano”, título ambiguo que busca agrupar a estos nuevos productos comerciales.

A la par, y con sigilo, la industria pornográfica recibió una apertura para su comercialización, proyección y producción. En la década de los 90, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, la entonces encargada de la Industria Cinematográfica y Videograma (Canacine), Patricia Millet Fuentes, autorizó, luego de varios sexenios de oscurantismo al respecto, la exhibición de películas pornográficas en México.

Esa disposición parecía augurar una especie de boom dentro del incipiente mundo pornográfico de México. Salir de lo clandestino (si ahí estaba) para exhibirse en salas, cumpliendo normas, era una gran oportunidad. No fue aprovechada.

 

Vestigios inciertos

Para Gerardo Salcedo Romero, profesor de cine de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y especialista en el tema, no existe un antecedente exacto sobre la aparición en México de la filmografía con sexo explícito.

“Sin embargo, gracias a Juan Felipe Leal, quien en su libro Anales del cine mexicano (Juan Pablos Editores, 2003), logramos, para fines prácticos, señalar el nacimiento del cine porno mexicano con pequeños cortos de parejas amateur teniendo sexo en hoteles de paso”.

El profesor Salcedo, quien ha sido subdirector de programación de la Cineteca Nacional, señala a la película El sueño de Fray Vergazo (anónimo ca. 1920) como la gran precursora del porno en nuestro país: “Esta película fue innovadora en muchos aspectos; primero porque en ella aparece la homosexualidad, y en aquella década, un tema así no muchos lo toleraban. Además, también fue la primera en contar una historia no enfocada únicamente al sexo. El plus de esta película es la muestra de cuerpos naturales, sin operaciones ni exageraciones. Además, de la ausencia de sonido”, comenta.

Efectivamente, dicho sueño de tan ilustre fraile –que para quien desee consultarla está dentro del catálogo de la Filmoteca de la UNAM, carece de sonido. No hay pujidos, gemidos, ni exclamaciones, ni falta que le hacen.

 

La ínfima “erección”

Para Ernesto Román, investigador filmográfico, la industria mexicana desaprovechó la apertura de contenidos del gobierno salinista. “Es cierto que el 26 de agosto de 1993 la compañía cinematográfica Veracruz pidió autorización para exhibir el largometraje de 35 milímetros Profesoras del amor (Vázquez Bulman), permiso concedido un mes después. Sin embargo, después de eso pocas producciones siguieron su camino”.

Y así fue. Después de la película producida por Gabriel Vázquez obtuvo la autorización y fue presentada en seis cines bajo el lema “La primera película filmada en este género. No se muestran fotos debido a las escenas tan fuertes de la película”, sólo unas cuantas siguieron sus pasos.

Filmes como Traficantes del sexo (Rodríguez Vázquez, 1994), Sexo para dos (…) y Los males de Micaela (…) continuaron casi silenciosamente pero sin éxito. La misma autoridad fue un impedimento para su desarrollo, pues cuando se autorizó la exhibición de filmes de este tipo no se dijo cómo ni con qué restricciones podían ser proyectados. Se corrigió en el camino.

Al respecto, Lucio López Laux, entonces (misma década del 90) jefe del Departamento de Supervisión de la Dirección Cinematográfica, concedió una entrevista para el periódico Esto, y explicó cómo trataron de resolverlo: “Tuvimos problemas. No sabíamos qué hacer con una película porno. Afortunadamente existían las cartas que otorgaban los sindicatos para avalar que una producción hubiese sido filmada con personal sindicalizado. Entonces les decíamos: me demuestras que tu película es legal, hecha en México, por mexicanos y en ese momento te la autorizo. No eran bloqueos realmente, era darnos un tiempo para pensar”.

En parte, esto desalentó a que otros productores salieran de la ocultación y pidieran autorización para que sus obras fueran difundidas.

 

La ilegalidad, otra razón para ocultarse

Para Federico Dávalos, especialista en Sociología del Cine, las razones que se dan sobre las razones para no dejar salir a la luz esos filmes, tiene que ver con las relaciones de ilegalidad de algunos ámbitos: “El cine pornográfico en México no ha logrado mantenerse como una industria rentable debido a que algunas películas están relacionadas con delitos como la trata de personas y la prostitución infantil”, explica.

Dávalos declaró que “no todo el cine sexual de nuestro país es así, pero una porción sí, entonces mancha gradualmente a la otra parte”. También consideró que, desafortunadamente, nuestro país es calificado por algunos extranjeros como una especie de prostíbulo infantil, lo que pone a ese cine a la vera de esos prejuicios.

 

Lo que se tiene a la mano

Y si no hay producción en nuestro país, ¿qué se consume? Para responder, basta caminar por algún puesto de películas piratas, o escribir en google “videos porno” para que veamos la variada y frondosa oferta norteamericana y europea para la ávida audiencia. La excesiva importación de productos también tiene responsabilidad en esta incipiente historia.

Consumidores hay, ¿qué falta entonces para una verdadera “erección” de este tipo de cine? La pregunta tiene múltiples respuestas: moralismo, piratería, competencia desigual con la industria internacional, malinchismo, entre otras. Y sin embargo, aún intenta dar algunas estocadas para no quedarse en un cine impotente.

 

14.10.13

 

*Nota bene. Las entrevistas aquí presentadas fueron realizadas por el autor de este texto como un raro intento por titularse con un reportaje-tesis de este tema placentero.

 

Luis Navarro


CM en editorial Porrúa y amante de las historias cotidianas. Lector asiduo. De vez en cuando "teclea". Especialista en la grafía de los cuerpos desnudos y las sustancias que puedan surgir.....ver perfil
Comentarios:
14.10.13
Elena dice:
La verdad nunca me detuve a pensar en las razones de la falta de cine porno mexicano
comentarios.