De Kiarostami al amor
por Carlos Rgó.
“¡Durbiiiin (cámara), sedoo (sonido), harekat (acción)!”
Davud Mirbaqeri, director iraní
Abbas Kiarostami es uno de los más reconocidos directores de cine iraní de los últimos años; cineastas como Rafi Pitts, Bahman Gobadi, Samira Makhmalbaf lo acompañan en la aventura de contar historias y tejer sensaciones con una cámara. Otros como Jafar Panahi y Mohamad Rasoulof pertenecen a una realidad que el cine iraní ha vivido y es difícil olvidar: el encarcelamiento y la censura. Al respecto, Kiarostami decía que no sólo estaban presos sus colegas cineastas, sino también el arte lo estaba [1].
Sin embargo, Kiarostami ha luchado por hacer cine y dejar una mirada que atraviese fronteras de cualquier tipo. Sus películas dibujan la forma en que ve el mundo y propone una vía de acceso a la dictadura de su país: el cine. Ingmar Bergman decía que si de una cosa se encarga el cine es de afectar el proceso receptivo de la mente; si en este momento, al leer este texto, la palabra escrita la asimilamos por un contacto consciente de la voluntad de unión con el intelecto, en una película todo es distinto: cuando sentimos un film estamos preparados para la ilusión, dejamos la voluntad y el intelecto a un lado, dejándonos llevar sólo por la imaginación.[2]
La imaginación de Kiarostami se nutre de la censura: le hace ser más activo para buscar sus propios frutos cinematográficos en otros países del mundo, en consonancia con otras lenguas, con otros corazones, sin dejar de enaltecer la sangre que lo identifica. Con Copia fiel (2010), Kiarostami era censurado en su país gracias al vestido que Juliette Binoche traía en la película. ¿Es posible imaginar a Anita Ekberg censurada en La Dolce Vita (1960) o en Seventh Yrear Itch (1955) encontrar el vestido volador de Marilyn Monroe como un acto en contra del gobierno de Eisenhower? Por supuesto es inconcebible. Los tiempos y los países son distintos: Kiarostami, como muchos de sus compatriotas, son personas que aman el cine y que han sido reconocidos en varios festivales del mundo. Jafar Panahi, ganador del León de Oro de Valencia por Dayereh (2000), Asghar Farhadi, que ganó un Oscar por Nader y Simin, una separación (2011), o Kiarostami, ganador de la Palma de Oro de Cannes por El sabor de las cerezas (1997), son pruebas de la calidad del cine iraní para reflejar una estética particular.
Like Someone in Love (2012) es la segunda película que Kiarostami filma fuera de su país. En ella cuenta la historia de Akiko, una chica que trabaja como prostituta; Takashi, un profesor solitario y jubilado que trabaja en su casa rodeado de libros; y el novio de Akiko, un mecánico que acabará por integrar el triángulo amoroso que Kiarostami se encarga de dibujarnos. El fondo de las acciones trae una densidad moral en los diálogos y un ambiente que respira las relaciones de los tres personajes desde las primeras escenas de la película. Akiko aparece en un bar donde platica con una amiga que le cuenta un chiste, Akiko no lo entiende, pero lo memoriza. Takashi aparece en su estudio, donde se le ve rodeado de libros y donde prepara una cena tranquila para su acompañante. Su acompañante es Akiko. Al encontrarse estos dos personajes ocurre el momento en que se conjuga experiencia y naturaleza. La vieja fórmula de Sartre: “La naturaleza habla, la experiencia traduce”, en ambos personajes, cobra un sentido especial. Takashi, con su experiencia y una vida dedicada a la traducción, hace un ejercicio de reconocimiento al enfrentar la jovialidad y naturaleza de Akiko.
Más tarde, el reconocimiento también sucede cuando conoce a Noriaki, el mecánico que tiene una relación con Akiko. Si en Copia Fiel (2010) Kiarostami nos enseñaba que la manera en que se mira las cosas cambia su valor y que la vida es un museo de arte al aire libre, en Like Someone in Love (2012) nos demuestra que se puede entender nuestro paso por la vida desde taxis que nos llevan de un lugar a otro, o desde la comodidad de un auto propio que muchas veces desconocemos en su funcionamiento, como le sucede a Takashi. Kiarostami demuestra que los personajes pueden tener varias narraciones superpuestas que se confunden entre sí en el diálogo de los personajes y en la forma en que éstos se relacionan. El novio de Akiko confunde a Takashi pensando que es el abuelo de su novia. Una vecina de Takashi confunde a Akiko creyendo que es hija del profesor.
Las confusiones son voluntades que suceden como piezas de un rompecabezas implícito, es decir, el tiempo pone en la boca de los personajes historias que se proyectan sobre otras y son los personajes quienes dejan atribuirse otras narraciones sin ningún atisbo de ego. “No hay día en que no me confundan con alguien más”, dice Akiko, después de observar una pintura en el comedor de Takashi: esa pintura es de 1900, en el cuadro hay un dibujo de una mujer con el pelo recogido, esa mujer se parece a Akiko, y Akiko juega a ser esa mujer, a recogerse el pelo como en la pintura y de a poco nos invita a pensar que esa misma escena es la que el pintor dibujaba con una paleta de colores hace más de 100 años, resaltando el contraste entre ficción y realidad; Kiarostami reflexiona sobre los elementos que componen el arte dentro de la vida. Gracias al montaje de las tensiones emocionales, las acciones provocan en el espectador la contemplación fundamental de toda experiencia estética que, unida a los efectos visuales y sonoros, logran el acercamiento “realista” tan ligado al cine de Kiarostami.
Sigue sin existir ningún medio expresivo que perjudique la verosimilitud de la narrativa visual, el ritmo de la película acaricia el tiempo de los personajes principales durmiendo en dos ocasiones en el auto de Takashi. Al más puro estilo de una road movie, donde los personajes se conocen en el traslado de un lugar a otro, en Someone like in love (2012) las escenas se escurren entre las grietas de la vigilia y del sueño. La dosis de road movie es corta, pero efectiva,
Kiarostami genera una sensación de ensueño y como diría en una conferencia de prensa: “La película no tiene principio ni final. El público es lo suficientemente inteligente para saber qué pasó antes y qué pasará después. Ninguna historia tiene principio ni final”3, los sueños tampoco tienen un inicio definido, son neuronas de acetilcolina que disparan impulsos de alto voltaje al lóbulo frontal. Esos impulsos se vuelven imágenes, las imágenes se vuelven sueños, pero nadie sabe por qué escogemos determinadas imágenes en particular… como dice el agente Cooper en un capítulo de Twin Peaks (1990-1991). Kiarostami en su nueva película propone sueños que ponen en primer plano el cine iraní y la influencia que tiene en la historia del cine.
Finalmente, ¿por qué menciono lo del chiste memorizado por Akiko? Bueno, en 1900, Freud ponía sobre el papel sus sueños, intentando descifrarlos cambiaría para siempre la manera de mirarnos; como esculturas hechas de sueño y realidad, nuestro espíritu se lanza a la aventura de una road movie parecida a la dosis que Someone like in love contiene, desbordando amor en algunos instantes, durmiendo en otros, parecemos un chiste contado desde la boca de Akiko, sin entendernos del todo, seguimos compartiendo, intentando crear puentes invisibles que nos conecten con otras personas, con otras culturas.
05.02.14
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1 Borja Hermoso, “El grito de Abbas Kiarostami en defensa de Jafar Panahi”, en El País (2010), http://cultura.elpais.com/cultura/2010/05/18/actualidad/1274133605_850215.html
2 Ingmar Bergman, “Introducción”, en Cuatro Obras (Buenos Aires: Sur, 1965).
3 Edgar Allanys, "Trailer de Like Someone in Love de Abbas Kiarostami", en Enfilme, 5 de febrero de 2013. http://www.enfilme.com/NotasDelDia/likesomeoneinlo/
@Rgock
Con estudios en Letras Hispánicas y FilosofÃa, se interesa por las artes plásticas y el cine. Actualmente escribe una tesis sobre literatura mexicana del siglo XX y cursa un seminario sobre teorÃa y crÃtica para abordar la imagen y las prácticas fotográficas.
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