por Mariana Mata Galindo
Todo es la copia de la copia de una copia. Haikou, modo zen, insomnio, fluir, encontrar el tótem que nos permita sobrevivir al caos de la monotonía y las necesidades establecidas por el sistema, por “el hombre”. Somos parte del Proyecto Caos (Project Mayhem), somos monos espaciales que se unen a causas mayores para ser parte de algo significativo. No somos importantes para Dios ni para nuestros padres. Somos un colectivo liderado por un hombre con desorden de personalidad que no esta consciente de él hasta que… Hasta que llega Marla Singer. No olviden a Marla, primero era Bob, Bob y sus grandes senos
Para este momento hemos identificado la enredada línea que nos plantea David Fincher, en una adaptación cinematográfica de la paradigmática obra de Chuck Palahniuk: El club de la Pelea (1999) que refleja el caos y la ira de la sociedad de finales del siglo XX, y que volverá para 2015 con una secuela en una novela gráfica.
Protagonizada por Brad Pitt, Edward Norton y Elena Boham Carter, Fincher se apropia de la trama literaria al darle su muy característico estilo visual con una estética dantesca, (basta recordar otro de sus largometrajes Seven (1995) para identificar este elemento) con una perfecta iluminación en escenarios llenos oscuridad, movimientos de cámara ágiles y actuaciones llenas de credibilidad.
En los lúgubres escenarios de Fincher asistimos a un sótano sudoroso, reuniones de enfermos, aprendemos sobre la fabricación de jabón, el Club de la Pelea y las actuaciones vandálicas del Proyecto Caos que nos dan una idea de ansiedad y necesidad por ser parte de algo así, por nunca estar completos y quemar toda posibilidad creada por la estructura de la realidad.
Somos el compañero del Narrador, aún no somos Tyler Durden, aún no hemos planeado una conspiración contra las grandes empresas de Norteamérica, pero nos ahogamos entre el insomnio y la ansiedad de la perfección manufacturada. Atención: si miramos con cuidado veremos la aparición de nuestro amigo imaginario, en flashazos entre escenas, que nos dominará en más o menos 139 minutos de locura.
Esta adaptación de la literatura tiene (como casi todas) un par de modificaciones a la trama original, detalles más, detalles menos. Entre ellos se encuentran la forma en la que se conocen Tyler Durden y el protagonista no sucede en un avión sino en una playa. La grasa para fabricar jabón pertenece a la madre de Marla. También la relación entre Marla y el Narrador se reconfigura en una extraña amistad cuando Tyler desaparece. Los múltiples empleos son descritos en un par de páginas y el final es menos Hollywood y más final no feliz. Quizá aquí radica una de las diferencias sobre la visión del director y del autor. Encontrar este final diferente y elegir un favorito es trabajo de los lectores y espectadores.
Sin duda alguna Palahniuk y Fincher nos llevan a la estresante vida de un oficinista que para poder dormir recurre a los grupos de autoayuda: cáncer testicular, melanoma, parásitos. Vemos cuerpos patéticos, oscuros, vacíos, personas que sufren más allá de no poder conciliar el sueño, de haber logrado todo lo que la sociedad occidental define como éxito. Conocemos a Chloe, a Bob, a Marla. Marla Singer refleja nuestra mentira, no podremos dormir de nuevo, todo es la copia de la realidad, tenemos insomnio. En cada viaje que realizamos tenemos un amigo de un solo uso, así como los productos de los hoteles y los aviones, conocemos a Tyler Durden y comenzamos a vivir de acuerdo a nuestras necesidades.
No más Starbucks, no más perfección material. Destruimos nuestro cuerpo para reconstruirlo la siguiente noche. Hemos llegado al Club de la Pelea. En este enredo caótico descubrimos algunas verdades sobre el estado de la sociedad. Somos parte de este requisito constante de perfección, de alienación, de consumo y trabajo en pro de alcanzar una felicidad prometida. Pero ¿qué pasa cuando esto no llega?, lo único que nos queda ahora son las distopías que plantean el cine y en la literatura. Somos un tipo de sociedad que persigue la perfección que aunque es chida, como la verdad, es inalcanzable. Llenamos nuestro espíritu con convencionalismos y la falta de orden y estructura nos produce un shock.
Este filme aborda la insatisfacción de la convección de éxito, la distopía de la sociedad insatisfecha, y también la ilusión por destruir, ser un agente del caos para tener un propósito más allá de lo establecido. Podemos ser parte de la perfección inalcanzable, o brindar caos al orden, para hacer algo significativo.
10.03.14