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Funny games

por Brianda Pineda Melgarejo

 

Sé muy bien que jugar era nuestro único mandamiento.
Fernando Pessoa

Cine meta-reflexivo. El primer juego de ambas tramas, la del 97 y del 07, aparecen a modo de preludio contemplativo. Una familia se dirige al paraíso aislado para pasar las vacaciones. Cerca de su destino juegan a las adivinanzas: Ann (Susanne Lothar) elige una pieza de música clásica y George (Ulrich Mühe), su esposo, debe adivinar a qué compositor pertenece: Händel, Gigli, Björlin. Sin trampas, pues como reza la regla universal del juego, alguien tiene que ganar. Pero la visión filosófica del director Michael Haneke sobre la noción de juego es otra.

Al recrear mediante la que, en apariencia, es una fórmula realista que no desdeña en sus señales (como luces intermitentes) al misterio y sus bifurcaciones súbitas y extrañas, dos cintas que son una sola, redimensionando el género del thriller: Funny games (1997) y su remake –sí, homónimo– norteamericano (2007). El director austríaco apuesta por una circularidad hilarante, cuestiona la lógica del género y mira de frente al espectador, para recordar juntos la ilusión a la que es sometido en su pacto de verosimilitud con el cinematógrafo, que no es sino otra superficie donde alguien ha tirado los dados. Acaso es el “Capitán Haneke” quien dirige la cámara con una mano que se muestra distraída en sus enfoques, a modo de multiplicar pistas y sospechas y por momentos se asemeja la calma de ciertos cuadros pictóricos, donde, visto desde fuera, lo que pasa dentro del espacio retratado –la casa familiar o las fachadas vecinas a la orilla del lago- no coincide con su sombra en la quietud del paisaje. La irrupción de dos jóvenes desconocidos, cuyo aspecto oscila entre lo angelical y lo repulsivo en dicho espacio, sin previa invitación, cambiará el ritmo de la historia.

La cámara y el lenguaje vuelto gestos, palabras y acciones violentas de los personajes son los instrumentos de los que se sirven ambas cintas para enunciar una poética del mundo de las apariencias. La cortesía será el puente por donde cruza, para invadirlo todo, el horror. A partir de este punto, debido a la realización de acciones posibles pero poco probables, el juego liderado por los dementes Paul y Peter interpretados en la primera versión por Arno Frisch y Frank Giering, y por los rubios Michael Pitt y Brady Corbet en el remake, sostendrá el tono de crisis y angustia reflejado por los rostros de la familia secuestrada que Michael Haneke deforma como ases entre sus manos, pues la apuesta de los buenos de la historia está perdida desde el inicio del juego, entre la resistencia y el miedo a la tortura expresado en el “no juego” de la infancia donde, a modo de representación primitiva, la muerte no dejaba de ser un simulacro.

Funny games —en México conocidas como Juegos divertidos (1997) y Juegos sádicos (2007)— reflexiona sobre los límites entre la realidad y la ficción en boca de Peter (Brady Corbet) y Paul (Arno Frisch), los personajes que al aparecer en escena instauran el juego del horror, cuyo móvil fiel a la tradición del género, es la supervivencia.

Paul.- ¿Y dónde está tu héroe, en la realidad o la ficción? […] Su familia está en la realidad y él en la ficción.

Paul.- Pero la ficción es real,¿ no?

Peter.- ¿Qué quieres decir?

Paul.- Tú la viste en la película, ¿no?

Peter.- Sí, por supuesto.

Paul.-Entonces es tan real como lo que ves en la realidad ¿no?

Al hablar de la imposibilidad a la que se enfrenta el héroe al querer comunicarse entre los dos mundos (material y no material), se matiza acaso la fatalidad del hombre que alcanza su máxima expresión en el “efecto uróboros” del que echa mano Haneke. Ya sea guiñando el ojo o mirando de frente al espectador, a través de la faz radiante de sus verdugos, aparece el recordatorio de la inevitabilidad existente en la regla vital que afirma cuando un juego termina y comienza otro.

El poder de la imagen desafía un realismo clásico a favor de un efecto donde ambos planos, realidad y ficción, conviven y cuestionan de ese modo el sentido que tendrá la posición de las piezas del juego (argumento, imágenes, espectador, etc.) de la representación conocida como séptimo arte. El héroe del filme es en realidad un antihéroe, perdido y sometido a la maraña de sus circunstancias, mismas que no son más que las reglas que ayudan a encasillar en una fórmula ya gastada –en la historia del cinematógrafo– el juego del director austríaco: circunstancias tales como la facilidad de predecir el futuro y movimiento de la trama, la tensión y el suspenso de las escenas escapistas, así como la aversión por la tortura, etc. De esta debilidad se servirá para desafiar la aparente lógica de la historia, que hasta el momento sólo veía su distorsión en el guión retorcido que difícilmente nos hará olvidar a Peter y a Paul.

Delirio en torno a las posibilidades meta-reflexivas de la representación visual. La desesperanza de Haneke es quizá la cumbre del filme donde, dejando de lado la crueldad, admitimos la maestría que hay en convertir en imagen y escena la tiránica idea de que las reglas del juego, instauradas por el cine, no pueden burlarse y si por descuido Ann (Naomi Watts) consigue apretar el gatillo –liberándose con la muerte de uno de sus verdugos–, será quien tenga el control remoto aquél que decida el curso del tiempo y la trama del juego, aún si es necesario retroceder la cinta, acción posible sólo en un plano ficcional, para restablecer el orden de las cosas.

Funny games evoca el brillo de los filmes que han pasado por muchos filtros para no descuidar detalle alguno de su composición, y si acaso se le puede acusar de ceder al ritmo de cierto letargo gris, dicha acusación responderá a otra regla, desconocida, del juego creado por el guionista y director. En un lugar donde nada es lo que parece, sería una lástima (nos lo dice dos veces en diez años Michael Haneke), a modo de deja vú, dejar de lado la diversión.

 

12.12.14

Brianda Pineda


@brryanda

Xalapa, 1991. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana. Ganadora en dos ocasiones del Premio Nacional al Estudiante Universitario Carlos Fuentes. Ha publicado reseñas y artículos en La Palabra y el Hombre y reseÃ....ver perfil

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