por Cuauhtémoc Pérez-Medrano
En un afán de superar la exótica imagen que el trasvesti posee, Camila José Donoso ensaya un ejercicio horizontal en la ficción fílmica que recrea vivencias y recuerdos del bar y centro cultural pro diversidad sexual, Casa Roshell, mismo nombre con el que bautizó al filme.
El intento, no obstante, termina por mermar la narratividad del filme, la cual se vuelve casi un confesionario de pasiones reprimidas que se basa en un collage de tomas fijas. Este detalle hace percibir la ficción como un falso documental, en donde las mujeres y hombres que visitan la casa se representan a sí mismos, actuando.
La película vale si pensamos en la realidad discriminatoria del espacio exterior en una urbe como la Ciudad de México, y más afuera de ella, a escala global.
13.2.17