por Jazmín Bonilla
Desde la década de los sesenta, la misión de la Filmoteca de la UNAM ha sido rescatar, restaurar y preservar el patrimonio fílmico y así propiciar el enriquecimiento de la cultura cinematográfica entre la comunidad. Por ello, hoy es considerada el archivo fílmico más importante de América Latina.
En 2010, el crítico de cine Rafael Aviña destacó en la publicación Filmoteca UNAM. 50 años un apartado que interesó por su contenido y por la información de fuente primaria que brindó, en el cual aseguró que la institución resguarda cerca de 30 cortos hardcore de aparente producción nacional, cuyos relatos breves y directos no tienen otra premisa que el acceso inmediato a los placeres de la cama.
El cine porno es tan antiguo como como el cine documental o los primeros trabajos de ficción —afirma en una entrevista realizada vía correo electrónico el también consejero de la Filmoteca—, “era cuestión de tiempo nada más para que en México se realizaran trabajos audiovisuales de este tipo”. Más que pioneros, los realizadores mexicanos, eran buenos negociantes que vieron un eficaz filón para obtener más ganancias económicas. En estos cortos el erotismo está muy ligado al humor, algo que en esencia no ha cambiado en la industria del cine porno mundial.
Según Aviña, el material pornográfico llegó, por un lado, en un lote de películas de nitrato en mal estado adquirido en el Mercado de la Lagunilla, por otro, a través de una donación anónima de una familia acaudalada; por cierto, este último lote se donó con un aparato de proyección de la marca Pathé de 9.5 mm con perforación al centro.
“Ocultos bajo burdos y vulgares seudónimos, realizadas entre 1926 y 1950 se concentraban principalmente en los desnudos femeninos y en la explotación de las fantasías masculinas: escenas lésbicas, la actitud sumisa de la mujer, imágenes homosexuales y la burla-crítica de la moral exacerbada”, afirma el investigador.
Debido a las condiciones de iluminación requeridas en aquella época, la mayoría de estos cortos están filmados al aire libre o en habitaciones iluminadas presumiblemente con luz exterior. La técnica es muy simple: tomas fijas, algunos medios planos, rara vez un primer plano o close up.
Fue durante un Festival Internacional de Cine de Morelia, que esta treintena de cortos se exhibieron por primera y única vez hace algunos años, con el anuncio de que se trataba de un ciclo de cine erótico de la Filmoteca de la UNAM. Lo curioso, afirma Rafael, es que cualquier investigador que defina un proyecto de trabajo con sus respectivas cartas de la institución, fundación o editorial puede tener acceso a estos materiales.
“En lo personal, creo que la Filmoteca debería de mover más este material con sus respectivas limitaciones de acuerdo al género hardcore. No obstante permea la idea de que existen materiales aún más interesantes y notables y creo que Filmoteca no desea que se le ligue únicamente a estos cortos porno, de ahí su exhibición restringida”, manifiesta el crítico de cine.
Actualmente no hay ningún proyecto por parte de la UNAM que involucre a dichos cortos, sin embargo, ya se hizo una tesis de maestría a cargo de Juan Solís, está en proceso una tesis de licenciatura, varias entrevistas y documentos alrededor de este tema. En breve, Rafael Aviña editará un libro sobre el cine erótico y sensual en nuestro país y con él se sumará más información al respecto. Todos estos documentos pueden consultarse a su vez en el Centro de Documentación de la Filmoteca, a cargo de Antonia Rojas.
En cuanto a las referencias técnicas e históricas sobre el material audiovisual que aparece en los créditos son escasas y no aparece información sobre el director ni el equipo de rodaje. Sólo en los cortometrajes se pueden observar ciertos regionalismos en los títulos, distintivos dibujos y un singular vestuario: sombreros mexicanos, trenzas.
Acerca del apartado en el libro conmemorativo de los 50 años de la Filmoteca de la UNAM, Aviña pondera que era de suma importancia destacar esa doble moral típica y que tan bien representa el cine porno. Asimismo, las películas hablaban de la represión sexual y de la negación del placer típica de las religiones judeo-cristianas predominantes en aquellos años en el país.
El cine, en general, es una representación importantísima de la cultura; el cine porno como un género fílmico es parte de la cultura popular. Rafael Aviña concluye que el cine es una ventana al mundo, al pasado y al futuro: “Las imágenes, nuestras imágenes, hablan de quiénes somos, quiénes fuimos, a dónde vamos, cuáles han sido nuestros alcances. Al ver estos materiales no podía dejar de pensar en ese México de entonces con su moralidad intachable y buenas costumbres. Todo ello está a su vez en el cine de la época de oro pero sin sexo explícito”, exhibe.
Los 30 cortometrajes se suman a los más de 40 mil títulos que resguarda actualmente la Filmoteca, aunados a las numerosas colecciones, entre las cuales destaca la de fragmentos documentales como los de la Revolución Mexicana y otros que van desde la llegada del cine a nuestro país, a finales del siglo XIX, hasta finales de los años setenta del siglo XX.
29.10.13