¿Cómo nos encontramos y enfrentamos con nuestros semejantes? Más aún, ¿cómo es que nos encontramos, desencontramos y enfrentamos con lo ajeno? Seres de otros mundos nos miran y nos descubren en el cine mexicano de los años ochenta, con cineastas que formaron parte de una generación arriesgada que tuvo a bien realizar películas en colectivo. Les dejamos este drama pop extraterrestre en la filmografía nacional.
por Verónica Ramírez
"Reflejos", cortometraje escrito y dirigido por Daniel González Dueñas, formó parte del largometraje Historias violentas (Gerardo Pardo, et al., 1985) que constaba de cinco episodios, con argumento de Pedro F. Miret.
El trabajo en el cortometraje pretendía generar en el público una crítica a la inutilidad humana manifestada por el goce de la decadencia. No lo consiguió en su momento, pero en la actualidad con los diferentes medios para visualizar un filme, es interesante hacer una pausa y redescubrir la línea intangible de lo extraterrestre. Lejos de los grandes efectos especiales, esta historia de perfecta imperfección es la apariencia porosa bajo una hechura en 35mm, aspecto hoy en día perdido por la precisión práctica del mundo digital, envoltura nebulosa que forma parte de la narrativa.
Partículas transparentes, la visibilidad de un recuerdo terrestre vista desde la cotidianidad hasta la sorpresa de lo desconocido. Algo se observa a lo lejos, y a la consigna del alteroscopio, Alejandro (Pedro Armendáriz Jr.) une el tiempo físico con el ritmo sintético de un reloj de pulsera, eslabón por cielo que anuncia la noche contaminada en el declive la gran ciudad que pide a gritos un aire donde sus voces alejan los sueños para conseguir pesadillas.
Un timbre de una teléfono atrae a Alejandro, descubrimos su zona, su cueva contrasta con la permanente presencia de espejos que delatan la personalidad de este vagabundo de amores, de carne y medias. Las luces rozan con la transparencia de la fascinación esperando a una nueva presa (Alma Muriel). Ella llega, Alejandro sigue su coreografía infalible para cosechar un sexo al final del primer acto.
Alteroscopio o lente para mirar de otra manera, es el ingrediente intermedio entre contacto y besos, pero el despliegue exaltado se interrumpe con la presencia de una pastilla luminosa. La insinuación decorosa por el misterio que circula alrededor de este personaje-objeto llama la atención de la mujer quien hace una invitación para ir en busca del OVNI, pero Alejandro almacena la estancia de su propio juego, donde sólo lo meramente aparente es instantáneo e importante. Ella se marcha, pues no hay matiz en sus palabras, ni en sus acciones.
Convulsiona la casa en paralelo al enojo de Alejandro, luego un apagón. Solo la iluminación proviene de la presencia extraña. Una mano invade el espacio del hombre, caricia que ha de ser camuflaje esférico. La muerte del extraterrestre es el resultado de no formar parte del mundo habitual. Su nombre es extraño, su apodo es miedo. Una segunda caricia se convierte en el preámbulo de un enfrentamiento.
El reflejo del reflejo…
Te detesto hasta la repulsión porque no eres yo, y al no serlo te vuelves parte de mí porque te niego aceptando tu existencia, te veo inerte y sin luz, descubro tu textura, como si fuesen arrugas breves en el rostro de un hombre que pierde la vida, que pierde la satisfacción de sus deseos, que lo pierde todo.
*Más abajo podrán ver el segmento dirigido por Daniel González Dueñas.
30.11.13