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Cortometrajes de la Berlinale

por Cuauhtémoc Pérez-Medrano

 

1. El discurso de la brevedad en el cine obliga al director a condensar la historia, a elegir minuciosamente los fotogramas, las secuencias, la imagen que recorte y ofrezca paisajes del iceberg cuasi a la manera de Hemingway en la narrativa. El ganador al de Mejor Cortometraje fue Tant qu'il nous reste des fusils à pompe (Mientras nos queden escopetas), realizado por Caroline Poggi y Jonathan Vinel. 

El corto dura media hora y es una ficción situada en un verano de Bouloc, un pueblo al sur de Francia, las calles lucen desiertas el paisaje, las casas maltratadas por el tiempo. Joshua aún conversa con su amigo quien se suicidó con una escopeta. El ambiente es de soledad y falta de esperanza, los únicos posibles habitantes son una pandilla, un grupo de jóvenes vestidos que recorren las calles del pueblo. En ellos Joshua encuentra una alternativa de vida no para él sino para su hermano mayor, quien aun busca poder sobrevivir de la desolación.

El corto hace uso de un lenguaje pausado y a ratos silente, que en los paisajes cálidos del sur de Francia halla el medio para expresar la sofocación social de la juventud. El tema es el pandillaje y la hermandad que en todas las latitudes representa una alternativa de socialización y de seguridad en el mundo. Sólo la música “gang” contrasta el espasmo de la cotidianidad y hace explotar las emociones y la expresión total del iniciado en la pandilla. Para estar aún vivo en esa depresión sólo hace falta una escopeta. El cortometraje llama la atención por la condensación de imágenes sugeridas del paisaje, del montaje y del contraste de sonidos.

2. Otro cortometraje de gran impacto visual y psicológico es el documental presentado por el alemán Guillaume Cailleau, su título Laborat. Todo comienza con la advertencia “Los animales que aparecen en este cortometraje no fueron lastimados para la realización del cortometraje”, y comienza un día de enero de 2011 en el Oncological Research Center, en Berlín. El rodaje análogo presenta una serie de experimentos a ratones. La cámara nos muestra distintos exámenes que van de la anestesia  a la cirugía o a la pruebas con aparatos más sofisticados.

A la par de las imágenes escuchamos en off la propia documentación de las actividades para la realización del corto, minucioso en la pantalla, pues aparecen bien dibujados algunos pelos de los ratones, sus bigotes, su caja torácica y su respiración bajo la anestesia. Los fotogramas presentados, sumados a los sonidos del laboratorio nos generan un estado de rechazo. La disección y vaciado de los órganos del cuerpo tendido del ratón aún con vida es el punto más álgido de la repulsión. El corto logra la equiparación de la vida por más pequeña que esta parezca.

El filme con duración de 26 minutos parece eterno y una tortura. Del público emanó una voz que gritó “¡Quiten eso, no tengo porque ver eso!” Las caras cubiertas con las palmas ocultaron el asco y la repulsión. Mientras que otros pidieron el silencio con el universal de la sala de cine (“¡¡Shhhhh!!”).

Cailleau, el realizador, respondió algunas dudas al final. Alguien le exigió “¿Por qué hacer una película sobre ese tema?”, él respondió que tenía muchas preguntas sobre lo que se realizaba en un laboratorio como el que abordó, y volvieron al ataque “¿Y obtuviste las respuestas?” Cailleau respondió: “Tengo aún más dudas”.

3. Finalmente se debe resaltar la presencia latinoamericana en esta sección, y en busca de un galardón dos cortos de directoras extranjeras sobre Cuba y uno sobre Perú, en donde  predominó el tono documental. Con ello se entrevé que en Latinoamérica surge una tendencia a presentar miniaturizaciones o estampas que buscan remarcar las contradicciones personales, sociales o políticas, con un tono antropológico algunas veces debatible.

El texto que se lee como constante es la problematización asuntos puntuales. Como el regreso a la Berlinale de Fernando Vilchez, con el trabajo Sólo te puedo mostrar el color, en donde se analiza un evento violento suscitado en la selva peruana cerca de la frontera con Ecuador, en donde en 2009 una compañía canadiense con permiso del gobierno se asentó para comenzar la extracción de recursos minerales. El hecho violentó la autonomía de los recursos naturales de las poblaciones indígenas residentes, los Awajún. La pelea terminó con violencia y muerte en dos lugares distintos: una carretera y el campamento de la compañía minera.

Vilches, utilizando todos los medios visuales posibles y documentándose, decide presentar un cortometraje que denuncia las irregularidades pero que no busca hacer una dicotomía entre la civilización-barbarie. La duda que se presenta es sobre qué queda después de un suceso como este: la devastación, quizá. De esta premisa se parte para reconstruir los hechos a través de algunos de sus actores.

El director peruano en su estancia en la selva y para acercarse a su habitantes implementó talleres de video, lo que le ofreció un lazo a veces cordial y otras veces tenso con sus habitantes. Más allá del tema polémico, lo interesante es que con esta clase de documentales, se logra llamar la atención a problemas vigentes de las realidades latinoamericanas. Y en donde se anula la categoría de Perú como un país sólo andino y abre sus vínculos hacia realidades silenciadas, ya sea por negligencia o por elección. Vilches está consciente de esta paradoja sin embargo, aún apuesta por sólo mostrar el color que surge, de prontos.

 

*En la imagen de portada, los ganadores de esta sección.

 

24.02.14 

Cuauhtemoc Perez Medrano


Comenzó su doctorado en Suiza y lo terminó en Alemania, en la universidad de Potsdam. En el entretanto ha vivido en Suiza, Holanda, Francia, Portugal, Alemania, Italia y Malta. Ha trabajado como mesero, botarga, tablajero, conductor de tren, vendedor de créditos, plomero, jardinero, profesor de español, cocinero, b....ver perfil
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