por Iranyela López
Por entre una bruma cargada de sutiles exhalaciones ,
los hombres desvanecidas como oscuros réptiles
y, en su ceguera, orgullosos de su fuerza,
lenta y trabajosamente se deslizan por el suelo.
Baudelaire en El libro de los pasajes de Walter Benjamin
Basada en el cuento homónimo de Edgar Allan Poe, el film O homem das multidões (2013) son las difuminadas huellas de dos personas en la multitud de una urbe, seres degradados en su nostalgia solitaria, hombres que atraviesan las corrientes por las que se desliza la vida cotidiana. De ojos apagados, ahogados con el silencio de sus labios apretados. Una cosmogonía moderna, que expone ciertas patológicas y la tendencia cronófaga[1] de los individuos de una ciudad.
Participante de la sección Panorama 2014 en la Berlinale, presentada dentro de la retrospectiva de Cao Guimarães en el festival Cinema Global y presentada en el reciente festival internacional de cine de Guadalajara, O homem das multidoes forma parte de una trilogía de la soledad integrada por las cintas El Alma de los Huesos (2004) y Vagabundo (2006), ambas de tintes documentales, lo cual las diferencia de este filme ficción.
A través del esqueleto estructural de una pantalla cuadrada o aspect ratio (proporción de imagen de 3x3), simulando una instantánea (polaroid), Marcelo Gomes (Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo, 2009) y Cao Guimarães (Otto, 2012) nos adentran en un equilibrio visual que se va tiñendo dentro de los ejes principales de esta estructura, un equilibrio claustrofóbico que permite observar detenidamente la acción del filme, incluso más que la panorámica y amplia cinemascope.
Una composición como una melodía de punto y contrapunto que se va definiendo con el valor tonal de cada escena. Lo que se percibe no es sólo una disposición de personas, objetos, colores y formas, de movimientos y ángulos de cámara. Es quizá antes que nada un juego recíproco de tensiones dirigidas en los bordes de una pantalla cuadrada que se envuelven con el sonido estereofónico de la trama, según el propio Guimarães comentó en su presentación (día jueves 20 de marzo de 2014), como un juego de atracción y repulsión dentro de un centro en común. Por tanto, la experiencia visual es dinámica pero retenida por la tranquilidad de la historia.
Juevenal es un conductor de trenes de Belo Horizonte, cuyos pensamientos e identidad circulan en la elástica tensión de la línea del trayecto. Un hombre que pareciera estar condenado a objetivarse a sí mismo al infinito. De aspecto delgado, de rostro pálido, de lastimosos y traslúcidos ojos verdes. Un solitario que vive con lo mínimo.
Margo controla el flujo de los trenes, una mujer solitaria cuya única relación es la que esta detrás de sus pantallas tanto en el trabajo como en su casa. Sus únicas mascotas son peces digitales, sin embargo vive con su padre, un hombre de edad mayor. Está a punto de casarse con alguien que conoce virtualmente, motivo que la acerca a pedirle a Juevenal, pues el único hombre que conoce, que sea testigo en su boda. Esta situación es el leitmotiv que entrelaza la vida de este par de solitarios.
Hombres a los que sus pensamientos les queman como una fiebre corriendo por sus venas y que sólo hallan alivio con la humedad. Ella bebiendo un vaso de agua, el debajo de una intensa y copiosa lluvia. El agua como elemento que acompaña las emociones de sus personajes, como metáfora que conduce lo que transcurre. Y esto también se puede constatar con la sutil neblina impresionista y el tono verde azulado del filme, como las aguas tranquilas, con tonalidades violetas o azules en las sombras y altos tonos de brillo en la luz. El verde es un color que induce a la paciencia pero también puede causar monotonía. Es un color que desvanece las alegrías del presente, que da la sensación de gravedad, de melancolía. Y es este mismo color el que se elige para pintar el pequeño departamento de Juvenal, entonando e inundando el espacio casi vacío de su hogar con una cierta esterilidad de una vida fría, distante y mínima. La cual contrasta con el vestido rojo de Margo en una de sus visitas o con el suelo rojo en el que Juvenal reclama sus disgustos mientras trapea .
Él, al que la desesperación en medio de la noche implora caridad. Él, mirando a todas partes como en busca de alguna posibilidad de consuelo, de alguna esperanza de perdida. Ella, por la noche como una lámpara solitaria que se explora, que se rastrea, que está próxima a extinguirse. Ellos, como dos desconocidos que se hablan con la mirada. Entre voz y silencio. Los gestos son las palabras transfiguras de dos hombres solitarios que guardan por debajo del misterio de sus encuentros un desconocido y encrucijado significado a la humanidad.
Charlie Chaplin decía en cierta ocasión que, una vez completado el rodaje de una película hay que “sacudir el árbol” y conservar solamente lo que quede bien sujeto a las ramas” (Arnheim, Arte y percepción visual, Alianza editorial, 2010, p. 74). Creo que al utilizar este formato y quitar lo que sobra en las orillas de la película O homem das multidões cumple con decirnos con pocos diálogos lo necesario. Una profunda elipsis visual, creada por las direcciones espaciales en la mirada de los actores, líneas gestuales que permiten al espectador revelar lo que no está en la pantalla.
O homem das multidões es una película que invita al espectador a llenar los espacios que no se ven, a interpretar en las expresiones de sus personajes lo que no se dice, a un desprendimiento gradual del lenguaje, a pensar y sentir la realidad y la ficción como una sola cosa. Según comento en la proyección efectuada en Laboratorio Arte Alameda el día jueves 20 de marzo, a pesar de que este espacio le pareció interesante y le remontaba a una especia de iglesia, sintió que no encajaba del todo con su película. Para él este filme exige ser proyectado en una sala completamente oscura para dar la sensación de aislamiento, un asomo a un agujero, una ventana, un espacio íntimo.
29.03.14
[1] El Cronófago, es el nombre que le da Taylor al Reloj Corpus (del griego χρÏŒνος [cronos] tiempo, y φάγω [phago] comer). Es un reloj que tiene en la parte superior de una esfera (chapada de oro) de 60 hendiduras sin manecillas, a un gigantesco saltamontes, devorador del tiempo.