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Purgatorio, viaje al corazón de la frontera


por Julio César Durán

 

Las fronteras son fantasmas. La creación de distinciones, de manera agresiva, entre una y otra lengua, entre una y otra cultura, entre unas maneras y otras diferentes de vivir, aparecen de forma no natural y superflua a los ojos del realizador Rodrigo Reyes, quien compone una suite muy personal sobre los célebres límites entre dos naciones siempre encontradas: México y Estados Unidos.

Purgatorio, viaje al corazón de la frontera (2013) ha cosechado ya numerosos galardones y recorridos festivaleros por México y el resto del mundo gracias a su discurso reflexivo, a ratos emocional, sobre dos países entrelazados, de manera paradójica, por un gigantesco muro que las intenta separar.  El collage fronterizo que articula Rodrigo Reyes con su tercer filme, tiene como base una perspectiva omnipresente, es decir, no nos encontramos con una narración desde el punto de vista de un personaje en particular, sino con una serie de impresiones, postales y rostros a lo largo y ancho de la frontera, tanto del lado mexicano como del norteamericano.

El documental contiene una serie de planos exquisitamente plásticos, mismos que se van encadenando unos con otros, de manera progresiva, para ir escuchando múltiples voces involucradas en el asunto. Purgatorio... es puro montaje, una serie de escenas bien amarradas dentro de una idea de ese lugar en medio de algo, tal vez el lugar en medio de la nada, el limbo desde el cual nos vemos separados unos de otros. No es el cielo, ni el infierno, quizá es un intento de emular a ambos, una mezcla, una cruza árida entre la muerte y la vida, muerte en vida para algunos.

El purgatorio se da formalmente también. Durante todo el documental nos encontramos a la mitad de un algo, de un discurso sonoro en voz del propio Reyes y de las imágenes (siempre) deliberadamente estáticas, donde la inmovilidad nos llevará a ver lugares vacíos –¿será que la gente no existe, que las fronteras nos desaparecieron?–, desde ahí, de una aparente tranquilidad, a la violencia fronteriza –ligada al narco y a las pocas posibilidades de estabilidad social–, incluso llegando a la alegoría de la vida urbana de los perros, animales que entre la agresividad territorial y la amabilidad callejera, llegan a ser sacrificados, tal cual como se desea con el grupo de migrantes que llegan a verse como un frente más de las invasiones bárbaras al imperio norteamericano (cfr. Denys Arcand).

No obstante la preciosista imagen de la película, cortesía del cinefotógrafo Justin Chin (Halloween House Party, Lawrence, 2005), el abanico que se va abriendo parece ser demasiado. El filme va saltando de un lugar a otro mientras arma una vista totalizante (sin pretensión) de los dramas y las alegrías fronterizos. Purgatorio tiene como mero rostro un ímpetu objetivo, pero detrás de ello se va develando poco a poco un moralizante e ingenuo discurso que literalmente se escucha todo el tiempo en voz del director/narrador. Sí, existen muchos interlocutores, pero a todos se les pide mostrarse como emotivos, incluso contadores de fábulas optimistas.

Las imágenes ponen el escenario y el contexto, el montaje que realiza el editor, Manuel Tsingaris, parecería suficiente, pero el texto que Reyes lee está completamente de más. Frases construidas y opiniones que roban credibilidad a la imagen, le quitan méritos a un filme de inicio interesante. Reyes no consigue el golpe de sentido que sí logró con su buen documental experimental, Memorias del futuro (presentado en FICUNAM en 2011). Aquí intenta una vez más articular un lenguaje construido desde un purgatorio, desde un no-tiempo hacia la frontera, pero el resultado nunca llega. Lamentablemente aquí no existe una edificación significante, vamos, quizá no es la intención, pero sí pretende ser poético (o por lo menos lírico), y simplemente consigue volverse hueco y forzado.

El documental, a final de cuentas, es redondo. Abrimos y cerramos nuestro aleph fronterizo con dos migrantes mexicanos, uno maduro y uno joven. La cámara y el montaje se ven bien estructurados, en cada pequeño escenario que se va mostrando, se sabe capturar los detalles más pequeños que están formando el todo, sumado a una muy buena postproducción. Sin embargo, el ánimo lírico se coloca encima de ese logro y el resultado es una opinión ingenua, a ratos burda de un lugar clave en la historia contemporánea.

 

16.08.14

Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
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