por Isabel Ocadiz
El filme de Alexandre Coffre, Divorcio a la francesa (Eyjafjallajökull, 2013) destaca entre las comedias de la última década como una de las más naturales, por el buen desarrollo de su argumento logra convertirse en una comedia situacional que podría llevarse inclusive al teatro. La dirección de Coffre radica en mantener la conexión entre los personajes, lo que la mayoría de las veces se pierde al realizar comedias cinematográficas, sobre todo si recordamos las hollywoodenses.
Dentro de la técnica actoral de algunos comediantes, existe una manifestación del self, el individualizarse a tal grado que parece que la película solamente aborda las conflictivas, graciosas claro está, del protagonista, mientras los demás personajes son tan poco importantes que podrían pasar por extras. Divorcio a la francesa se caracteriza por el desplazamiento del self hacia otro personaje (personaje mancuerna) e inventa un universo proyectivo.
En la comedia de situaciones ocurren varias cosas entre los personajes, la mayoría de las veces no están planeadas pero coinciden con el contenido de su historia; es a lo que llamamos congruencia. Diversas comedias fallan en este proceso, en cambio, la cinta de Coffre conjuga los golpes dramáticos con los enredos, también sincroniza carencia y autonomía de los personajes. La sincronía es un tema que nos lleva a pensar en una excelente mancuerna entre dos personas, sólo si las características del género mantienen una proyección que rompa con el estilo clásico de lo cotidiano. Divorcio a la francesa crea una dinámica ambivalente entre amor y odio, castigo y premio, todo para una pareja de divorciados, son tan distintos pero a la vez tan parecidos; es una película circunstancial que produce un estado de ánimo sensible a las carcajadas.
El arte que alcanza el director, nos hace recordar el esquema utilizado en películas que forman parte de un pasado anímico como El terror de las chicas (1961) donde el actor y realizador, Jerry Lewis, interpreta una comedia blanca que se da a través de cambios situacionales, sin desvincular al público del yo irreal perteneciente al protagonista, lo que fácilmente transmite Divorcio a la francesa. Quizá también a la manera de La fiesta inolvidable (1968) escrita y dirigida por Blake Edwards, donde el caso es diferente, pues el actor Peter Sellers hace que un guión totalmente cómico e individualista se convierta en un tema general para todos los personajes, además podemos ver las situaciones y sus enredos sin atender al protagonista.
Definitivamente el filme de Coffre es de las únicas comedias que ha conseguido tal transparencia; no podemos decir que Divorcio a la francesa supera a La fiesta inolvidable (Blake Edwars, 1968) pero sí asegurar una diafanidad si no al cien por ciento, sí la necesaria para crear “una buena comedia”.
Los contras que pueden encontrarse con este divertido filme son que tal vez la historia es común, ya vista de varias formas en cine y televisión, un relato predecible dirían algunos, sin dejar nada a la imaginación. Se puede percibir la misma cinta dentro de otras cintas, además el conflicto cae dentro del llamado “lugar común”.
Otro contra del filme es la exageración y burla con la que se toman temas religiosos, sin ninguna intención moralina, me parece que cuando escenas de ese tipo sobran dentro de la trama, pues son saltos que no son obligatorios y por el contrario aburren.
En general Divorcio a la francesa es una película que logra una buena sincronía y se transforma en algo tremendamente divertido pero no indispensable.
23.09.14