por Julio César Durán
David Cronenberg mira la cara más densa y viciada del show business en su reciente Map to the Stars (2014), donde articula un filme coral de personajes entrelazados completamente alienados en el Hollywood que, por ejemplo, Lynch ha ensayado ya desde el plano onírico. Aquí los juegos de perversión y sinsentido que los actores desarrollan, van fluyendo de manera muy efectiva hasta el final, a pesar de lo pesado que pudiera parecer el filme.
Robert Pattinson regresa con el realizador canadiense, de ser el joven dueño de la mitad del mundo y “pasearse” por Nueva York en su limo, a ser chofer de automóviles de lujo por Los Ángeles, quien intenta colarse al mundo de la farándula, ah claro, porque también se trata de un actor y guionista. A partir de él, y de su encuentro con la extraña Agatha (Mia Wasikowska), una joven con rastros de serias quemaduras en el cuerpo, se van desplegando una serie de celebridades dislocadas que ponen frente a la cámara, el cúmulo de hipocresías que se intuyen detrás de las enfermizas cualidades y prácticas que observamos.
Desde el absurdo del yoga que intentan en medio de un desequilibrado modus vivendi, hasta las torcidas terapias que practican, una actriz en el olvido (Julianne Moore), un gurú espiritual de la TV (John Cusack) y su hijo, joven estrella del cine a la manera de Justin Bieber, se van mostrando como seres extraños, pervertidos por la vida contemporánea estéril y artificial.
La efectiva y fluida farsa que orquesta Cronenberg pone el dedo en la llaga del hastío existencial que padecemos y donde una metafísica trastornada va a ser el catalizador de este verosímil cuento sobre el incesto, la fama, la cultura pop, la violencia, la locura, etc. En este sentido, uno de los logros del filme es la poderosa dirección de actores, donde vemos una fuerza poco común en el cine gringo de los últimos años, desde los veteranos del cine comercial, Cusack y Moore, pasando por los jóvenes Pattinson y Wasikowska, hasta el novel portento que sujeta a toda la película, el caprichoso Benji (Evan Bird, el mejor y más complejo niñito que Hollywood le podría vender a las adolescentes).
Todo esto perfila oscuramente el gran tema del Ego, que ha estado guiando la mirada del conocido director canadiense en sus últimas películas. Map to the stars sí es pesada, pero lleva tranquilamente al espectador de principio a fin dejando un gran sabor de boca, más si se trata de un cinéfilo con gusto por los thrillers psicológicos.
20.10.14