por Adriana Marusia
El horror en el cine se ha desgastado con el paso del tiempo, tanto es así que cuando uno ve una película con tal matiz, pues da más risa que miedo o genera más sueño que pesadillas. Por eso los cineastas chocarreros decidieron optar nuevas formas de relatar al horror para ir más allá del miedo, más allá del sobresalto (es decir del famoso “brinquito”), y provocar pánico desmedido. Una de esas formas es el (mal llamado) found footage, una especie de género que para los más incautos puede trastornar sus débiles conciencias y les hace creer que la historia sí es real como sucedió con el estreno de El proyecto de la bruja de Blair (Myrick y Sánchez, 1999). Sin embargo, ha pasado el tiempo y el found footage también ya se está desgastando.
La abducción (Skinwalker Ranch, 2013) de Devin McGinn es un buen ejemplo del deterioro del género. La historia inicia con la abducción del hijo de un granjero en Estados Unidos. Éste contrata la ayuda de unos jóvenes entusiastas de la ciencia para encontrar al pequeño, pero no todo es luces, cámaras y abducción, también surgen las esporádicas apariciones del ser mitológico de los indios americanos que titula al mismo filme: Skinwalker, quien por cierto gruñe más de lo que asusta. Y no sólo eso, también hay luces verdes, emitidas por ovnis; la muerte de murciélagos debido a una frecuencia alta, producida por un alguien, perdón... por un Alien; el inesperado sangrado de nariz de los personajes y las apariciones fantasmagóricas del hijo perdido en cuestión. En resumen, la película recolecta una serie de elementos yuxtapuestos que no generan ningún tipo de horror, aunque se advierta al espectador sobre lo verídico de los hechos. Skinwalker Ranch es, más bien, el despojo de otros filmes ingeniosos del found footage. Aunado a esto, las actuaciones son tan planas o sobreactuadas que uno no siente empatía por el padre desesperado ni por la veterinaria bonita y aletargada.
En todo caso, La abducción parece un ejercicio fílmico del aficionado director al found footage e incita a ver películas de este género que sí son garantía de suspenso, horror y diversión como Alien abduction: incident in Lake Country (1997). Aquí, las actuaciones son creíbles; las leyendas de advertencia y los testimonios inquietan; un oscuro y genial close up de un Alien, quien se autofilma, resulta bastante alarmante. Además, y sobre todo, el ingrediente aterrador de tener a los extraterrestres en casa, así como la gradual exaltación del racismo del hermano mayor o el alcoholismo de la madre que tensan el ambiente. Y hasta la fecha, la paupérrima producción y la presencia de un par de intrusos alienígenas provocan discusiones sobre la autenticidad del registro fílmico en Youtube.
Otro buen ejemplo es Troll (Trolljegeren, Øvredal, 2010), cinta noruega que mezcla muy bien la conspiración del gobierno y la existencia de los trolls. En este caso, el éxito que tiene la historia radica en la manera en que los monstruos mitológicos de los nórdicos son cautivadoramente espantosos; su presencia trama la historia de manera coherente.
En fin, si usted quiere ver todo tipo de actividad paranormal en un sólo filme, La abducción es una opción. Posteriormente, puede ir incrementando el grado de horror por el soporífero griterío. Pero no todo resulta tan malo, creo que Skinwalker Ranch puede funcionar como un preámbulo perturbador si usted piensa ir al día siguiente al rancho de alguna abuelita alcohólica.
29.04.15