por Alice Froussard
Mia Madre no solamente la de los protagonistas de la película del italiano Nanni Moretti, sino también la del propio realizador. Después de una Palma de Oro con El cuarto del hijo en 2001 y una selección en Competencia Oficial con Habemus Papam en 2011, este consentido del festival de Cannes emocionó al público hasta las lagrimas con su nueva ficción, incorporando una gran parte de su historia personal.
Con Mia Madre, seguimos la vida de Margherita (Margherita Buy), una realizadora en rodaje. Ya dividida entre sus cuestionamientos de artista, se entremezclan a sus dilemas las angustias de su vida personal: su madre (Guilia Lazzarini, actriz poco conocida afuera de Italia), hospitalizada, está a punto de morirse. Tampoco entiende a su hija, en plena crisis adolescente y siempre se compara a su hermano, Giovanni, irreprochable (Moretti mismo).
Sin embargo, es en el personaje principal que se sitúa sin duda el alma y el carácter del autor, el de un realizador obsesionado y distante a la vez. Porque si bien la película no es una autobiografía, Nanni Moretti precisa en una entrevista que tiene su inspiración en las páginas de su diario personal que escribió justo antes de la muerte de su madre. Entendemos entonces la precisión del detalle y la emoción del realizador, así que las expresiones de los personajes, siempre francas, pueden llegar a reflejar a cada uno de nosotros.
Desde aquí, podríamos imaginar que Mia Madre sería una replica de Amour de Michel Haneke, la joya presentada en Cannes hace dos años. Resultó que no tanto. Si las escenas con la madre hospitalizada y su estado crítico no constituyen la mayor parte de la película, el tema del duelo sigue como eje, pero con una trama de fondo. Más bien, Moretti lo evoca de manera sutil –¿demasiada sutil?– cuando filma el departamento de la madre como un lugar lleno de recuerdos o al insistir sobre las pesadillas de la protagonista.
E indudablemente, se vierten lágrimas cuando entendemos la finalidad, pero Mia Madre no nos lleva a tanto, por su previsibilidad y su planitud. Es ligero, y honesto largometraje, cierto, pero queda la impresión de que lo que se nos está contando ya se había visto antes en otras películas.
La actuación de John Turturro –interpretando un actor americano que no puede acordarse de una sola replica de su papel– lleva, sin embargo, un toque de humor, necesario para la película. Así, Mia Madre nos parece ser una pieza para cineastas, una puesta en abismo de la realidad y de las situaciones delicadas de la vida, sin dejar al espectador una plena satisfacción.
19.05.15