por Tiburcio Arenas
Las dictaduras latinoamericanas, planeadas, adiestradas y dirigidas por los Estados Unidos desde el inicio de la Guerra fría, estrecharon la vida social, política y cultural de aquéllas naciones que gobernaron. La respuesta de algunos sectores de estos países se manifestó a través de movimientos políticos y político-militares de raigambre latinoamericanista, muchos de ellos inspirados por la revolución cubana de 1958 (y en menor medida, la boliviana de 1952). Esta respuesta fue sólo una forma de resistencia ante el embate y la explotación de la zona, y sólo una dentro de las más destacables, puesto que también la creación artística fungió como arma simbólica, articulada en la tarea de resistencia política y cultural latinoamericana.
Entre los nombres que destacaron en esta tarea, se encuentra el del salvadoreño Roque Dalton, que junto a otros como los de Alí Primera, Daniel Viglietti, Víctor Jara, Ernesto Cardenal o Javier Heraud, evocan y conjuntan la creación artística y la lucha política de manera coherente y destacada en América Latina.
Ganador del premio Casa de las Américas en 1969, miembro de la inteligencia cubana durante los años 60 y 70, tanto guerrillero como periodista, la figura de Dalton, como la de muchos otros músicos o poetas revolucionarios ha sido, por un lado, objeto de idolatrías amañadas que tienden al beneficio o legitimación de ciertos grupos y, por otro, envuelta por un halo de nostalgia que arrastra, asimismo, a los movimientos sociales, políticos y culturales de los años sesenta y setenta en América Latina.
En Roque Dalton, ¡fusilemos la noche! (2013), la directora austríaca Tina Leisch (Gangster girl, 2008) recorre las ciudades en las que Dalton vivió, escribió y luchó (San Salvador, Chiapas, Praga, Viena y La Habana), para hacer leer la poesía y entrevistar a los que le conocieron ya sea personalmente o a través de su obra. El uso de fotografías de Dalton en tamaño real a lo largo del documental y colocadas al lado de los entrevistados o en los lugares frecuentados por él, acentúan la intención, no siempre bien lograda, de revitalizar las ideas y andanzas del guanaco.
Roque Dalton, ¡fusilemos la noche!, reconstruye a través de sus poemas, de las voces y memoria de los amigos entrevistados, no sólo la entrañable y carismática personalidad de quien sigue siendo el poeta salvadoreño por excelencia. Esta reconstrucción (en la que también se cuela el espíritu de una época de latente esperanza en la unión y liberación latinoamericana) condensa las varias facetas de Dalton: esposo y padre, amante y amigo parrandero, juerguista, artista, intelectual y guerrillero, con la que se alcanza a vislumbrar como intención, la desmitificación del héroe y la presentación de un Dalton más humano.
La potencia y sencillez de su lírica, el compromiso con su patria y la América Latina toda, aunada a la circunstancia de su muerte (la traición de sus propios camaradas del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP), ha incidido, para bien o para mal, en la conversión de Dalton en un símbolo y mártir libertador. Una alternativa para romper con esta “mitificación” de Dalton, pensamos, es la lectura de su obra pues, los hechos de su vida, importantísimos e innegables sí, son susceptibles, como todo hecho a una multitud de lecturas en las que se desvanece lo que podríamos llamar el sentido de sus actos. Otra, obviamente, es el visionado de Roque Dalton, ¡fusilemos la noche!, documento de alto valor testimonial sobre su vida y obra, que inyecta nostalgia en la venas de una América Latina que poco a poco se vuelve a (para)militarizar.
20.05.15