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Poltergeist o cómo descafeinar el cine de terror

por Enrique Ángel González Cuevas

 

Partamos de lo básico: todo remake de una película de terror con la suficiente fama, defrauda a los admiradores más files de la película original. No hay ninguna sorpresa en esto. El problema llega cuando la nueva versión simplemente es tan mala que uno no necesita ser fan de la película original para descalificarla.

Dejando cualquier dogmatismo a un lado, los remakes pueden ser un buen experimento. Significan la oportunidad de contar mejor o desde otro ángulo que redimensione un filme original, una buena historia. Ahí tenemos a Rob Zombie como ejemplo; si bien su saga de Halloween jamás tendrá la fama y culto de la cinta original de John Carpenter, Zombie logra una versión muy decorosa y refrescante a la historia de Michael Myers. Por desgracia, ésta no es la suerte de la mayoría de las nuevas versiones de películas de terror, y Poltergeist, juegos diabólicos (2015), termina sumándose a esta penosa tradición.

Digámoslo claramente, el Juegos diabólicos de 1982, cinta producida y coescrita por Steven Spielberg, aunque dirigida por Tobe Hooper (La masacre de Texas, 1974), fue antes que nada un éxito comercial que ha envejecido considerablemente y que debe gran parte de su fama a elementos metafílmicos, es decir, a su fama de película maldita, potenciada y limitada al mismo tiempo gracias a la manufactura por todos conocida de Spielberg (la perpetua sensación de que E.T. va salir en cualquier momento en la película impide que se forme y se establezca ese ambiente ominoso que necesita toda buena cinta de terror).

La Poltergeist de 1982 es una película decente pero convencional, con una pisca de gore y uno o dos sustos. No obstante, cuando uno ve la versión 2015 (dirigida por Gil Kenan, escrita por David Lindsay-Abaire y producida por Sam Raimi, director de esa legendaria trilogía serie B llamada The Evil Dead), la familiar y taquillera versión de inicios de los ochenta se ve, de pronto, no sólo mejor contada, si no más subversiva. ¿Por qué? Porque da risa darse cuenta que en el 82 Hollywood no tuvo miedo de retratar a unos amorosos y responsables padres de familia, quienes se arman un churro de mota y se lo fuman en una escena que irradia calor de hogar, mientras ahora intenta vendernos, de forma breve pero clara, el mensaje de que un cabeza de familia es mejor padre si no toma alcohol; porque el filme ochentero tiene sus muy decorosos elementos eróticos, inexistentes en 2015, y porque haber usado restos humanos verdaderos siempre será más realista, aterrador y con más actitud que cualquier efecto moderno de computadora. 

Pero no se trata solamente de que la reciente Poltergeist sea mucho más mojigata y moralina que la, a todas luces, comercial película de los ochentas. Parece que la capacidad narrativa de la versión actual es de lo peor: la película no es inverosímil, sino que de plano es ilógica. Mientras que en el 82 la cinta se toma el tiempo de preparar un arco narrativo capaz de soportar una franca irrupción de lo fantástico en la cotidianidad de una familia tradicional de suburbio, la velocidad y fallas del guion de la cinta actual hacen caer a la historia en el ridículo inmediato.

Parece que Hollywood no sólo se ha quedado sin imaginación al no poder generar nuevas historias de terror, no solamente es más conservador y persignado, sino que para colmo ya no sabe siquiera el “abc” de cómo contar una buena historia.

En conclusión, ver Poltergeist de 2015, teniendo en cuenta la versión de 1982, deja a la película de este año muy mal parada; vista como una pieza independiente, solo dan ganas de olvidarla, lo cual, por suerte será muy fácil. 



Enrique Ángel González Cuevas


@chontourette
Ciudad de México, 1986. Maestrando en Filosofía y ginecólogo paranormalista. Es entusiasta de la obra de Arthur Schopenhauer, así como cuentista y fan de la cultura zombi.
Tiene el sindrome tourette y nunca pone de acuerdo a sus ello, yo y súp....ver perfil
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