por Crhistian J. Benítez
La memoria nos ocupa en la taciturna Normandía de principios del siglo XX. Bajo los olanes y los delicados vestidos, donde el encaje guipur estimula la imaginación de bastardos pervertidos para desnudar a las doncellas y esculpir a detalle escenas cual genio Sade, la mirada opacada por fieros recuerdos, bastidores de clavos atragantando a la palabra y dagas que presionan el pecho delinean a un objeto, dibujan una dama, conspiran por una mucama que reza en secreto.
Benoît Jacquot pone en marcha su genio para llevar a la pantalla la célebre novela Le Journal d’une femme de chambre (1900) del escritor francés Octave Mirbeau. Ejecución fílmica que habían realizado anteriormente Jean Renoir (The Diary of a Chambermaid 1946) y posteriormente el contumaz de Luis Buñuel (en 1964).
El diario de Célestine (2015), retornara la historia de la servidumbre, de la abnegación sin siquiera haber conocido el desconsuelo por dejar de soñar, la sirvienta en espera de los gritos del amo. Los deseos del otro son mis principios.
Jacquot ofrece una narrativa lineal, en ocasiones el montaje no convence de la lectura que se lleva acabo, pero la fotografía a cargo de Romain Winding, hace que la atención prosperé. En este FILME no se muestra una Célestine más involucrada con las perversidades de aquellos burgueses, incluso complaciente, pero no por ello menos consiente de su rol sexual y de su crítica social.
Belles lignes forman, pintan e inquietan, Célestine protagonizada por la gentil Léa Seydoux, desencadena la atención del FILME, ahora la vemos con movimientos sencillos pero de textura reacia, ya lo ha confirmado en varias ocasiones, sin embargo acuña a este personaje tan bien que la ventana de Célestine, sus ojos, motiva a preguntarnos si esas causas por las que tanto padece son sus más queridos adeptos.
Sincrónico. El humor negro, petit, sátira social, la historia apabulla en un par de ocasiones cuando se piensa en términos de la dignidad, Jacquot inserta esta característica al hacer fuertes y dignos a sus personajes con parábolas: víctimas de las circunstancias. El amor no es una presea en este escenario, ni se asoma, pero lo crean sus personajes con lo que hay, con lo que tienen a la mano –respiró fuerte a mi oído, fue hermoso-.
El auge de la historia se presenta cuando la curiosa Célestine empieza a formular teorías sobre un posible sospechoso de caso de infanticidio, y sí, a una niña, a una mujer, es aquí, donde el reticente Joseph, jardinero y compañero de la doncella e interpretado por un maduro Vincent Lindon, construyen una conspiración narrativa, linda, aunque no compleja.
El cierre del FILME es ambiguo, podremos apreciar una Célestine provocadora, pero más asustada, Jacquot soporta en sus personajes la misma carga moralina que critican, es decir, quiero mi libertad pero bajo la costumbre y si alguien me ha de poseer, por lo menos que el goce sea compartido.
03.09.15