por Fernando Gómez
Johnny Utah (Luke Bracey) es un joven que decide dejar atrás su pasado rebelde para unirse al FBI. Un buen día le es asignado un caso sobre robos en que se tendrá que desplazar hasta California, donde la banda de atracadores se dedica al surf. Una vez infiltrado, Utah conoce a Bodhi (Édgar Ramírez, el Chacal de Assayas), un hombre que le hará ver la vida de otra manera, y también a Samsara (Teresa Palmer interpretando a la nueva versión de Tyler), una joven muy atractiva de quien se enamora.
Esta nueva versión de Punto de quiebre (Bigelow tras la cámara, con Rick King y W. Peter Iliff en el guión, 1991) elimina casi todo lo que hace especial a la original y lo reemplaza con un desfile de deportes extremos, menos drama y un desarrollo de personajes bastante vacío. En 2015, con Ericson Core en la dirección y Kurt Wimmer en el guión, la sensación de “vivir peligrosamente” está ausente en el argumento y hace que al espectador no le interesen demasiado los personajes, tanto como la acción.
Luke Bracey y Édgar Ramírez no harán que nadie olvide a Reeves y a Swayze. Los fanátios de la película original lamentaran la falta de diálogos míticos, la breve pero significativa sátira política, los personajes memorables y aquel legendario bromance de los protagonistas.
Más que un remake se trata de un filme que sólo comparte el mismo nombre y nos hace recordar mucho más a Rápidos y Furiosos (2001-2015). Lo hecho por el Sr. Core no se acerca a lo que hizo la Sra. Bigelow: esa dosis de acción e inteligencia psicológica no es siquiera igualada. Aquí se trata de la mezcla de elementos de la cinta original y un largo desfile de números aéreos que dejan un mal sabor de boca.
La conclusión es la misma que surge con todos esos remakes fallidos. Será mejor quedarse en casa viendo la original para así no arruinar el bonito recuerdo que se le tiene a Point Break.
29.02.16