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60 Muestra. Mandarinas

por Julio César Durán

 

Nominado en 2015 en los Premios de la Academia (hollywoodense, claro está) Urushadze fue quizá el menos visible de los directores seleccionados en la categoría de Mejor película en lengua no inglesa, y a pesar de que en México sólo se pudo ver brevemente su tercer largometraje, Tres casas (Sami Sakhli, 2008), su participación en certámenes y festivales, más que darlo a conocer, reafirma su estatus como un director de pretensiones autorales con estilo propio. La sencillez de su quinto filme, Mandarinas (Mandariinid, 2013), lleva de manera perfecta al espectador a conectarse con sus protagonistas y el contexto en el que se desenvuelven. Gracias a las ya mencionadas características, esta película se convierte en una de las obras más emotivas que Europa Oriental ha dado recientemente.

El argumento: Ivo y su vecino Margus, dos de los últimos estonios en la Georgia de los años 90, pretenden ganar un poco de dinero vendiendo cajas llenas de mandarinas antes de que termine la temporada. Cuando la llamada “guerra de Abjasia” toca inesperadamente a sus puertas, ambos (hombres sencillos por donde se les vea) quedan en medio de una disputa incompresible a sus ojos. Así, el hogar de Ivo se convierte en el lugar de recuperación de dos enemigos, el checheno Ahmed (Giorgi Nakashidze) y el georgiano Nika (Misha Meskhi), a quienes con toda la paciencia del mundo pondrá frente a frente con consecuencias entrañables.

El dominio de una sutil técnica cinematográfica hace que Zaza Urushadze exprima de la misma manera tanto los parajes soviéticos como las miradas de sus actores, quienes gozan de un carácter y verosimilitud increíbles. La parsimonia de la cámara y sus finos movimientos dotarán a esta película, con toda su sobriedad, de una fuerza y un poder que no se ven todos los días. El tema sigue siendo urgente hoy en día, en Mandarinas se pretende hacer un tratado (por supuesto con convensiones narrativas de por medio) acerca de la migración, disputa de territorios, idearios encontrados y más.

De manera simple, el director rompe tabúes políticos y convenciones que tienen que ver con las naciones y sus idiosincrasias, al mismo tiempo que pone el dedo en la llaga de conflictos que se desenvuelven y detonan por algo tan común o tan ambiguo como la posesión de algunos pedazos de suelo para una única comunidad. En un mundo lleno de muros, Urushadze prefiere derribarlos y crear empatía entre dos bandos que parecían imposibles de unir hace más de 20 años.

El mundo cinematográfico responde hoy a problemas que creíamos superados hace años. Películas como Mandarinas son necesarias y nuestra convergencia con ellas es un deber para, a partir de un posicionamiento político sutil, participar de manera activa en nuestros presentes como colectivo.

 

22.03.16

Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
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