por Cuauhtémoc Pérez-Medrano
La cotidianidad en ocasiones puede ser un martillo pesado y difícil de cargar, más cuando se habita dentro de una esfera delimitada por cierto confort. Esta parece ser la tesis de la bien recibida segunda película del director canadiense, Kazik Radwanski.
Qué pesado este fastidio (How heavy this hammer, 2015) es un filme con el sello característico de Radwanski: la cámara que sigue casi todo el tiempo al protagonista la cual nos hace intimar con el personaje y que nos obliga a prescindir del afuera, y que evita la posibilidad percibir aquellos planos generales que nos ayudan a expandir temporal y espacialmente la historia.
Si para Tower (2012), la primer película de Radwanski, esta técnica nos sumergió al capullo de un psicópata, para este segundo caso, es la monotonía la capsula en la cual nos introducimos. Erwin, un hombre entrado en los cuarenta, está inmerso en las inercias de lo que representa ser idealmente un buen hombre de familia: dos hijos, una esposa tolerante, mascotas, un trabajo de algún modo exitoso y aún la práctica regular de algún deporte, el rugby en el caso de Erwin. Esta isla de bienestar le permite aún un ensimismamiento mayor al darse el lujo de entretenerse, casi hasta la adicción, con un juego virtual: batallas medievales o algo parecido. Esta vida adormila a Erwin, lo deja en un estado de abulia. Sin embargo, un día el personaje decide utilizar su ensimismamiento para salir de casa, buscar otro cosa, saciar sus frustraciones, sin embargo, el fastidio parece no cesar, es una pesada carga que podría imposibilitar el ser distinto.
La propuesta de Radwanski parece mantener esa necesidad por retratar personajes con los que nos cruzamos cada día sin saber cual es la pesadez que cargan sus zapatos. El retrato casi documental del que somos convidados no implica la efigie, la representación de un personaje celebre, tampoco se encuentra bajo una peculiaridad histórica como llega a serlo El hijo de Saúl, (Neméz 2015).
La estampa recrea una oda a la inclemente tentación por el cambio, de ahí su fortuna, de ahí su desgracia, pues aunque esta película podría llegar a ser percibida como un sobresaliente modelo del hombre común contemporáneo occidental, pero igualmente podría llegar a ser un berrinche adolescente del que lo tiene todo. De cualquier modo, el filme nos transfiere a la idea hedonista que justifica el presente como el único medio tangible del ser, aún cuando este sea siempre una globo virtualmente galvanizado.
17.07.17