por Jeremy Ocelotl
Si hay un dato sobre Darren Aronofsky que valga la pena tener en mente, mientras se observan las peripecias y tragedias que le suceden al personaje encarnado por Jennifer Lawrence en ¡Madre! (Estados Unidos, 2017), es el hecho de que el director nació dentro de una familia judía, y se ha visto influenciado por este contexto, finalmente expresándolo en su cine, como ya se vio previamente en Noé (2014).
No obstante que el filme se encuentra plagado de alegorías, simbolismos y motivos religiosos a lo largo de sus 121 minutos de duración, lejos se encuentra de la propaganda religiosa a la Mel Gibson (La Pasión de Cristo ‘04, Hasta el último hombre ‘16) o peor aún, películas cristianas como Prueba de Fuego (Kendrick, 2008). De esta manera, Aronofsky reúne los conceptos e ideas a los que fue expuesto pero no para crear un producto audiovisual que los refuerce, sino que opta por la vía opuesta, pues al tiempo que realiza ingeniosos homenajes a pasajes de la Biblia/Torá, el tono en el que se encuentran filmados, no solo cuestiona los preceptos de los mismos, sino que los destruye/reconstruye mediante su interpretación personal.
La premisa de Mother! es en principio sencilla: una mujer que vive junto a su esposo (que es escritor) ve su tranquila existencia perturbada, y paulatinamente destruida, por la intrusión de diversos personajes que van entrando en su hogar, lo cual llevará a un apocalíptico desenlace. Por supuesto el filme no es tan sencillo ni tan azaroso como podría concebirse, mucho menos por las, aparentemente, inconexas o apenas vagamente viñetas que le componen.
Si hubiese que definir de alguna manera al filme sería como el Evangelio según Aronofsky, pues en esencia se trata de una inteligente (a veces sutil y a veces no tanto) reinvención visual de algunos pasajes que conforman los más importantes textos judeocristianos. Por esto mismo el filme puede resultar un tanto confuso y frustrante para el espectador promedio pues la alegoría queda establecida desde el primer cuadro.
Así, Aronofsky nos dará una repasada de mitos que van desde la creación del paraíso con Adán y Eva, su subsecuente expulsión del paraíso, además del conflicto entre Caín y Abel, pasando por el diluvio, la saga de Jesús, hasta llegar al fatídico apocalipsis. Vista de esta manera la película puede no resultar tan interesante, pero la perspectiva y complejidad que Aronofsky le otorga al filme es lo que termina convirtiendo a éste en un filme fascinante.
¡Madre! comienza como una extensión de los “filmes de apartamento” de Roman Polanski (Repulsión ‘65, El Bebé de Rosemary ‘68, El Inquilino ‘76), con la claustrofóbica pero siempre dinámica puesta en escena dentro de una sola locación en interior. Con la cámara de Matthew Libatique (Ruby Sparks ’12) creando atmósferas que van desde lo perturbador a lo ominoso, en un recinto que debería ser todo menos eso, aprovechando al máximo la eficaz dirección de arte.
Quizá el mayor acierto del filme es que la perspectiva desde la que se narra/observa la historia es la del personaje femenino. Esto no es casualidad, pues el cuestionamiento que se hace de todo lo que ocurre encuentra su base en el rol pasivo, netamente secundario, que se ha impuesto a la figura femenina dentro de la mitología y las enseñanzas judeocristianas, encarnado aquí por una deliberadamente sumisa, inexpresiva y casi vacía Jennifer Lawrence. De este modo, más que sentirse como una extensión de una usual misoginia discursiva, lo que se observa en pantalla se siente más como una epifanía por parte del director.
Aquí se representa una misoginia normalizada por un texto que se entiende como la guía para las personas que creen en él. Así, los abusos del personaje interpretado por Javier Bardem, faltas de atención, o de plano el hecho de ignorar por completo a la esposa y sus deseos/necesidades, son más un paralelismo del trato hacia la mujer en los textos de los que hace alegoría.
La película de alguna manera logra enlazar estos tres niveles discursivos y ofrecer un espectáculo audiovisual que no deja de fascinar por ambicioso y en su mayor parte logrado, pues lo mismo se adentra dentro del terror psicológico, que llega a entregar guiños surrealistas que recuerdan al mejor Buñuel y su Viridiana (México-España, 1961), o presenta una extendida secuencia apocalíptica cuya tensión y estrés rivalizan el creado por el famoso plano secuencia de Cuarón en Los Niños del Hombre (Estados Unidos-Reino Unido-Japón, 2006).
¡Madre!, hay que decirlo, es un filme sumamente polarizador, sobre todo porque su último acto da un estrambótico cambio de tono que vira hacia el exceso y el desborde, pero que no está fuera de lugar cuando se toma en cuenta la literatura a la que alude y los eventos que representa. No obstante que la última media hora podría considerarse uno más en los pasajes de la “misoginia aronofskiana”, en esta ocasión la violencia ejercida al personaje de Lawrence, en lugar de meramente gratuita como en otras películas (Conelly y Burstyn en Réquiem…, Weisz en La fuente…, o Portman en Cisne Negro), es reflexiva y llega como una denuncia del (mal)trato a la figura femenina, que tanto ha acompañado su filmografía, aunque sí continúa con una martirización romantizada de la mujer, consecuencia de un afianzamiento interno del discurso que Aronofsky al mismo tiempo cuestiona.
08.10.17