por Bianca Ashanti González Santos
Si nos viéramos en la necesidad de elegir una palabra para describir el más reciente largometraje de Martín Boulocq sería inequívocamente: revolución. La revolución que abrazó a una sociedad desde flancos tan diversos que se convirtió en una parte intrínseca de la misma. Una revolución interna de mujeres que crecieron escuchando lo que debían ser y, cansadas de las actitudes impuestas, intentaron tomar las riendas de su vida.
El director de Lo más bonito y mis mejores años (Bolivia, 2005) nos regala en su último filme una metáfora que resulta casi poética, en donde la vida de Eugenia (Andrea Camponovo) se convierte en el perfecto hilo conductor para representar una serie de conflictos sociales, políticos y morales que condicionan una realidad realmente limitante.
Para Martín Boulocq el objetivo era muy claro, quería inmiscuirse en el universo de lo femenino y en particular los problemas de género desde una perspectiva diferente. En una entrevista para la Cineteca Nacional, el cineasta declaró “creo que la película también explora esa tensión que hay entre lo privado y lo público, lo político micro y lo político macro. A mí me interesa mucho el aspecto político en las relaciones íntimas, dentro de la familia, las relaciones de poder en los círculos más pequeños y cómo eso puede de alguna forma resonar a nivel de sociedad”. Y en efecto, uno de los grandes aciertos del argumento recae directamente en la facilidad de ejemplificar conflictos sociales en la vida personal de una mujer que libra sus propias guerras internas.
Con tintes feministas bien utilizados, Martín soluciona lo que podría convertirse en una película de violencia de género (otra más) y le inyecta un guion que resulta contradictorio pero eficaz, dónde vemos a mujeres condicionadas por la sociedad, rompiendo temas tabúes como el aborto, la liberación sexual y el deber maternal.
Eugenia, interpretada por Andrea Camponovo, se convierte en un personaje en constante cambio, que tras dejar atrás un matrimonio fallido se ve confrontada por una realidad específica, caracterizada en la lenta transición de un pensamiento machista agresivo, por uno pasivo, pero constante, al que debe hacer frente para dejar atrás los miedos y las inseguridades que la han limitado siempre, y convertirse en una guerrillera fuerte, audaz y segura.
El director boliviano logra, de esta manera, llegar a su público e insertar un mensaje muy claro, y una reflexión que gira en torno a una necesidad que toda mujer comparte, la de poder elegir sobre sus vidas, sobre sus empleos, sobre sus relaciones, e incluso sobre sus familias, en donde ser revolucionaria implica mucho más que sólo cargar un arma.
A pesar del bajo presupuesto con el que se logró la película y los incontables obstáculos que tuvo que librar la producción, resultado de una historia llena de autoritarismo, Eugenia (Bolivia, 2017) es una enriquecedora manera de acercar al público a un cine latinoamericano, que irremediablemente viene cargado de conflictos políticos, sueños de libertad y los fantasmas de una sociedad moralista y tradicional que siguen existiendo en el pensamiento colectivo de las nuevas generaciones, mismo que encontramos puntualmente en una de las escenas más representativas de la película, dónde vemos a un director joven y liberal enunciar "si no tienes hijos, entonces no eres mujer".
De esta manera la cinta se convierte en un retrato social, en el que se exponen problemáticas tan diversas como particulares, que van dando estructura a una acertada crítica a la violencia y a la marginación de la mujer, además de plantearse puntos esencialmente importantes cómo la exclusión de los sectores más vulnerables de la sociedad, y las formas en que esto afecta a los ámbitos más generales de la conformación social.
La película que ya ha sido presentada en el Festival de cine de Guadalajara (FICG), en México, se llevó el premio a mejor guion, recordando porque Martín Boulocq es reconocido como el cineasta premiado más joven de su país.
27.09.18