por Crhistian J. Benitez
No quedan más que las postales del ayer, un sentido inacabado, una mirada perdida en el horizonte y la nostalgia por lo que se fue, o podría ser. Past Lives (2023), ópera prima de la dramaturga coreano-canadiense Celine Song, protagonizada por la apacible Greta Lee (First and Starts, 2017); el multifacético Yoo Tae-o (Leto, 2018) y el meditabundo John Magaro (First Cow, 2019).
“Cuando renunciamos a algo, también ganamos algo”
Nominada a los premios Óscar, como mejor película y mejor guión. Celine Song retrata de forma hodierna, la complejidad de las relaciones humanas, la configuración tecnológica que implica la distancia entre las personas, el amor y la cosmovisión de dos culturas. Las primeras sonrisas que se escapan en la infancia cuando te reconoces en el otro, te implicas por el otro.
Comenzando en Seúl, la historia nos convoca a la relación de Na Young y Yung Hae Sung en su infancia, los primeros destellos de atracción y la tristeza que se asoma por la partida.
Na Young emigra con su familia hacía Estados Unidos, sin saber las complicaciones por la ausencia que se presentará, e inspirada, por aquello que esta por venir.
La fotografía está a cargo de Shabier Kirchner (Small Axe, 2020); los lienzos fotográficos nos trasladan a cada una de las entrañas, casi autobiográficas, del andar de la directora. Sentencias sencillas pero contundentes, sin caer en una engorrosa fachada de romanticismo accidental, pero sí, de lo trágico que puede resultar cada proverbio que encaje en nuestra narrativa de vida.
Han pasado doce años, y Na Young, como quien se construye en un nuevo mundo, ahora se llama Nora, los recuerdos comienzan, las preguntas se verbalizan y la tecnología hace lo propio. Una aplicación narrativa de la evolución en las interacciones humanas y la “facilidad” con que podemos responder nuestras intrigas, es llevado a cabo por Celine de una forma muy ligera, quien propone concebir estas variantes de comunicación, sin atentar a las viejas herramientas en -búsqueda del amor-. Y es que la atmosfera de principio a fin será la escritura, al comienzo Nora soñará en ganar un Nobel, y aunque su objetivo será comprometerse a una vida en New York, los caminos que tomará, parecen ser la vía para llegar a Sung.
“–Te extrañe…”
El corazón sale del pecho. El aliento se hace desierto. ¡Wow!
Aquella impresión de verse años después, los sonidos de la voz que esperabas volver a escuchar, aunque sean descifrados por medio de cables, encriptados, computarizados y vomitados por medio de una pequeña bocina. Allí se encuentran, no son los mismos; sin embargo, ellos. Kirchner, en su fotografía sugiere un poema casi inaudible, las viejas historias, el susurro antes de dormir, la prisa por encontrarse frente a la computadora para saber de él o de ella. La brisa que acaricia las cortinas de cada habitación, los objetivos que quieren cumplir, tal vez, la esperanza, de volverse a unir.
“Deberías venir a New York… ¿Por qué iría a Seúl?”
La narrativa del filme discurre entre los sueños por cumplir y un pasado por asumir. No necesariamente el duelo de la perdida suele ser inmediato; las historias que confabulan dentro de nuestra narrativa interna nos confrontaran en algún momento. El guion muestra de una forma muy amable las carencias de nuestra identidad o la fragilidad de conformar una, cuando el pasado nos cuestiona. Sin embargo, siempre hay que tomar una decisión.
El personaje de Nora esta constituido desde la perseverancia y la competitividad. Desde pequeña nos mostrará su entusiasmo por asumir los retos para lograr sus metas. Sung, se formará con las condiciones que se le han presentado, ante la partida de Nora, sus objetivos se confiscaran por un aparente deber ser, la cultura.
Después de enterarse de cada uno… la comunicación se detiene, la cámara es lenta, la luz es térmica. Las voces susurran, la narrativa ya dio su ultimo jalón –“Ni tu vienes, ni yo voy”–, ¿Qué es lo que pasó? ¿Desinterés? ¿No quererse ver? ¿A qué le tenemos miedo?
“Sueñas en un idioma que apenas puedo comprender”
Han pasado veinticuatro años desde la última vez que Nora y Sung se vieron siendo niños. Sung planea su viaje a New York, Nora se encontrará casada con el imperturbable Arthur Zaturansky, actuación sensible por parte de Magaro, personaje que conoció más de una década atrás en una residencia para escritores. Nora ya no piensa en un Pulitzer, tal vez en un Tony, y con este filme, podremos ser partícipes de este metarrelato. Entre unas líneas sutiles de belleza y gestos delicados de humor, la directora transita en el choque cultural para explicar al otro el destino:
In Yun, significa providencia o destino, tal vez proviene del budismo o la reencarnación.
Cuando dos extraños se cruzan en la calle y sus ropas rozan entre sí, significa que algo paso entre ellos en sus vidas pasadas. Cuando alguien se casa decimos que ya ha habido ocho mil capas de In-Yun anteriormente, más de ocho mil vidas.
Queremos ser el engranaje perfecto o tener la certeza que seremos el parteaguas en la vida de una persona a pesar de su pasado, ¡la totalidad de lo que buscaban ha sido encontrado!, nuestra presencia resulta el significado absoluto de lo que el otro necesitaba. Pero somos el cúmulo de todas esas experiencia y el fracaso o el logro de nuestra búsqueda, sólo tendrá su verdadero valor, allí, en el presente, -Es que gracias ti mi vida es mucho más grande, y me pregunto si tengo el mismo efecto en ti-. La composición de Arthur en la narrativa es de múltiples posibilidades, sin embargo, la que nos muestra el guion es una forma estoica y con benevolencia de comprender al otro, -Sueñas en un idioma que apenas puedo comprender. Es como si hubiera un gran espacio en ti, al cual no puedo acceder-. Como la niña que era, y de alguna manera seguirá siendo, Na Young nos presenta sin complicaciones, la complejidad del amor.
Sung y Nora se encontrarán, correrán a la estación 23 st NY. Las postales de Brooklyn Bridge, Dumbo, la estatua de la libertad, una pasta en East Village… el silencio, la despedida, un gran despliegue… la compañía… el abrazo fraterno y el adiós.
05.03.24