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Toda una Vida: un año más de Mike Leigh

Por Mariana Dávila Moreno

La soledad se lleva en la mirada, en el silencio. Se adorna con ademanes. Se cuela en la voz mientras pretende disfrazarse con palabras en casas ajenas. Se abandona al alcohol, a la comida, al mutismo de un luto no asimilado. Se adhiere resignadamente, como un marcapasos, al corazón. O al menos así lo refleja el director inglés Mike Leigh [Todo o nada (2002), El secreto de Vera Drake (2004)] en su película Toda una Vida (2010), la cual nos invita más que a presenciar una historia, a mirar casi microscópicamente la vida de un matrimonio feliz y los personajes rotos que, al igual que órbitas heridas, gravitan a su alrededor.

El filme es estático, ya sea por la longitud de sus planos, por la sobrecarga de diálogos y por la poca acción con la que se desenvuelve aquello que nunca se está seguro si llega a ser trama. Sin embargo, eso no es necesariamente un punto en contra. Si la cinta no es ágil, comercial o fácilmente digerible es porque para Mike Leigh la exposición de nuestro día a día raramente lo es. Aquí el espectador no encontrará una conclusión moral, resolución de conflicto o grandes misterios a ser develados, en cambio se estampará con una realidad envuelta de cotidianidad, de miedo, de anhelos y, sobretodo, del gran vacío al cual estamos condenados por el simple hecho de ser hombres.

En la película, al igual que en la vida, se nos muestra cómo es que en un año raramente se gestan cambios significativos: puede haber una muerte, el comienzo de una relación amorosa, el descubrimiento de una verdad que nos hiere, pero lo cierto –y el director lo entiendo perfectamente–, es que al final del día evolucionamos muy poco. Por ello aunque en la pantalla cambien las estaciones los personajes no. Los ciclos del tiempo son tan circulares como nuestra existencia, condenada a redundar alrededor de los mismos sueños irrealizados.

En Toda una Vida todos los personajes, a excepción de Gerri (Ruth Sheen) y Tom (Jim Broadbent), le temen a la soledad y a pesar de que en cada uno de ellos ese miedo que los asfixia es palpable, es en Mary (Leslie Manville) en quien más nos punza. Y es que esta mujer abandonada, que diariamente es carcomida por la tristeza que brindan las ilusiones falsas y la espera, es la personificación de la nostalgia. Leigh logra crear un espacio en donde se adivinan las emociones, en donde a momentos el dolor se traspasa de la pantalla a la piel. No es la mejor película de los últimos años pero al menos es bastante sincera en la temática que expone y eso ya es decir algo.

15.04.12

Mariana Dávila Moreno


@manzanita_zeta
Biodegradable, comunicóloga, cafeinómana, escritora, periodista en formación. Amante de las bellas artes, las tardes lluviosas y las enfrijoladas sin pollo. En búsqueda de realidades inusitadas.....ver perfil
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