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Sipo´hi – El lugar del manduré
por Beatriz Paz Jiménez

Las ciudades hechas de ruido y paredes desoyen las resonancias del resorte y de la cola de caballo que vibran en Sipo´hi. Los wichís narran sus cuentos a orillas del Teuko. Criollos entre dos tierras, al norte del Chaco, Argentina, asidos al valor de la palabra, en compañía de su dios Takjuaj. Este grupo indígena resiste desde la fuerza en el tejido de su legado ancestral, e integra paulatinamente rasgos de la culturalización proveniente de las ciudades, tales como la radiotransmisión a la que dan un uso comunitario o la escuela de formación básica; los chicos usan tenis, pero el río sigue su flujo, siempre cambiante. El filme wichí de Lingiardi aborda la necesidad humana en torno al reconocimiento de la palabra, en tanto universo identitario y de organización de la realidad. Gustavo Salvatierra, profesor que vuelve de la urbe a Sipo´hi, dice:

“Los cuentos de una cultura son como el espíritu de la gente, porque se transmiten de los más viejos a los más jóvenes, se van aprendiendo y van formando su humor... Pero esos cuentos no son espíritus, son el modo de organizar las palabras, el modo en que la gente se afecta”.

Takjuaj está vivo porque su cuerpo, por la lengua de todos destruido –en las historias donde su curiosidad lo lleva al peligro y a la muerte– es también, por la lengua de todos, revivido en el saludo de un colibrí. Takjuaj sabe del poder que tienen los dioses compartidos por los corazones en la noche. Y esta noche densa, neoliberal, la cruzan las comunidades híbridas con la guía de su música, de sus espíritus y del amor por sus palabras.

Sipo´hi – El lugar del manduré (2011) da una elipse perfecta entre lo que inició –aunque ya estaba ahí–, y lo que terminó –que aún permanece– en el crepitar del fuego. Este documental carece de los rasgos estadísticos que caracterizan al género, así como de los sentimentalismos con los que se suelen abordar el indigenismo y sus problemáticas. Muestra a los wichís como un grupo de hombres y mujeres con la habilidad del erguido, con la sensibilidad del que persiste, de la mano con su historia; gente con el humor tan puesto como para ponerle al imperio de los abusos sobre los hambrientos, una vejiga con moscas atada a la cola. Las posturas de los wichís se muestran diversas ante el dilema de las comunidades indígenas en América: ¿integración o separatismo? Pero así como sus dioses, ellos saben que morirán, más no su espíritu, impreso en la voz de su pueblo. En palabras de Sebastián:

“Antes de comenzar a hacer la película, tenía una imagen en mi mente: un cine a oscuras sin imagen y sólo con el sonido de los relatos orales. Cuando descubrí a Takjuaj, el Dios creador –un ser único que habitó siempre la Argentina, sólo que no todos lo sabíamos− me di cuenta que él me había dictado esa imagen, porque como todo buen Dios, no puede ser representado.

La película es una experiencia compartida entre distintas culturas. Pero sobre todo fue un gran acto de confianza. De la amistad que tengo y tenemos entre nosotros, con Gustavo Salvatierra, el profesor intercultural wichí, protagonista de la película, con Andrés Segundo, el anciano que aportó sus narraciones y con María Paz Bustamante, guionista y compañera en toda la creación de la película.”

Dirección: Sebastián Lingiardi. Guión: María Paz Bustamante. Producción: Sebastián. Ligiardi, María Paz Bustamante. Fotografía: Sebastián Lingiardi. Edición: Sebastián Lingiardi. Testimonios: Gustavo Salvatierra, Félix Segundo, Andrés Segundo, Leticia González.

06.06.12

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